Cuando el chinandegano César Díaz partió a México a la Copa Mundial de Beisbol Sub-23, aquella mañana del 26 de octubre, llevó consigo no solamente sus maletas, sino una promesa guardada en su corazón que le había hecho a sus padres, Estela y César, y cumplió.
“Les prometí a mis padres que algo me traería, pero con las manos vacías no me venía”, dijo Díaz, mientras su voz se quebraba y sus mejillas se llenaban de lágrimas cuando arribó la mañana del lunes con el trofeo de líder de carreras empujadas.
Ahí estaban sus padres, llorando y con el pecho henchido de orgullo, por aquel hijo al que han acompañado desde los 7 años en los campos de beisbol y al que ahora ven recoger poco a poco los frutos.
“Esta es la primera vez que representa a Nicaragua, siempre fue su sueño. Cuando se fue me dijo que traería alguna medalla”, relata la madre de Díaz emocionada.
Díaz terminó como líder en carreras empujadas con 17 y fue colíder en jonrones con tres.
“Celebré cada batazo, cada jonrón, cada carrera empujada”, agregó la madre orgullosa.
Su padre, César Díaz, tampoco ocultó su felicidad. El beisbol lo llevan en la sangre, dice.
“Cada cosa en su tiempo. Él juega desde los 7 años. Casi toda mi familia ha jugado beisbol. Él tuvo coraje para hacer lo que logró en México”, confesó su papá.