Para ver lo que está a la vista no se necesitan anteojos, dice el refrán popular que aplica perfectamente a la gran abstención del domingo 6 de noviembre. Por donde quiera que se pasara y a la hora que fuese, desde que abrieron los centros de votación hasta que los cerraron se podía ver la gran escasez de votantes.
Sin embargo las votaciones y la abstención del domingo pasado no son auditables, como dicen los expertos electorales, porque el orteguismo no permitió que se fiscalizaran de manera independiente ni que se observara el conteo de los votos. Solo es posible conocer las cifras notoriamente falsas del Consejo Supremo Electoral (CSE), de manera que nunca se sabrá exactamente la verdadera magnitud de la abstención del domingo pasado.
Mucho más fundadas son las estimaciones de las dos organizaciones de la oposición no oficial, Coalición por la Democracia (CND) y Frente Amplio por la Democracia (FAD), de que la abstención pudo haber sido de 75 a 80 por ciento, así como la de los organismos de derechos humanos y civiles, de que la abstención fue notoriamente masiva aunque no se pudiera verificar.
En 1974, cuando el somocismo montó una farsa electoral como la que ha realizado ahora el orteguismo, la oposición reclamó también una abstención de más o menos 75 por ciento. En aquel entonces el somocismo —que al parecer era menos indecoroso que el orteguismo— dijo que la participación había sido poco más del cincuenta por ciento, o sea que en materia de fraudes electorales es peor la dictadura orteguista.
Pero lo más importante que se debe destacar es la demostración de conciencia cívica y democrática que dio la mayoría de los nicaragüenses. La gente no se abstuvo masivamente por indiferencia ni pereza, sino porque estaba consciente de que lo del domingo pasado no era una verdadera elección, sino una farsa electoral. Y de esa manera quedó demostrado también que no es cierto que para la gran mayoría de los nicaragüenses lo que importa es solo el estómago y la prebenda, sino que aprecia los valores de la democracia y la dignidad de votar con libertad en elecciones justas, honestas y transparentes.
Es cierto que esa ciudadanía aún no ha salido masivamente a la calle para manifestarse contra la dictadura. Pero ya comenzará a salir, porque evidentemente es consciente de sus derechos como lo demostró el 6 de noviembre repudiando la farsa electoral orteguista.
De manera que es correcta la decisión de las dos alianzas opositoras (CND y FAD) y las organizaciones independientes de la sociedad civil, de no reconocer los resultados de la farsa electoral del 6 de noviembre y exigir elecciones verdaderas, de acuerdo con los estándares internacionales y en particular de los principios de la Carta Democrática Interamericana de la OEA.
Suponemos que esto se lo dirá el secretario general de la OEA, Luis Almagro, a Daniel Ortega, cuando venga a dialogar con él el 1 de diciembre. Aunque sea con lenguaje diplomático, pero se lo tendrá que decir.