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Danilo Arbilla

Quilombo argentino

Buenos Aires. En un mes Mauricio Macri cumplirá su primer aniversario como presidente de Argentina. No es que las encuestas lo ubiquen muy abajo, pero su imagen es de signo negativo.

Macri ha resucitado a la Argentina en los mercados financieros y ha sincerado las cifras “arregladas” flagrantemente por el gobierno anterior —sean de la inflación o del nivel de pobreza—. Esta sinceridad implica quitar subsidios  y no ser irresponsables en materia salarial y en alguna forma hasta ser más “generoso” con las cargas impositivos para la actividad productiva.

No es fácil cuidar la imagen al tiempo de aplicar “tarifazos”,  y frenar suba de sueldos, con los sindicatos “peronistas” enfrente. Además con minoría parlamentaria y con una mayoría que  cubre todo el espectro desde renovadores o independientes a kirchnerista, pero todos peronistas y que solo piensa en términos electoralistas.

Y  Macri, respetando la democracia, las instituciones, la Constitución y las leyes, cosa de lo que no se sintieron mayormente obligados los anteriores gobiernos de los Kirchner, populistas y autoritarios.

Hoy el panorama es otro: libertad de prensa e independencia de los poderes y respeto de  las leyes; aunque a veces con algunos  “amagues” de “flexibilidad” para poder avanzar en cosas específicas, lo que, empero, sus propios socios puristas se lo impiden.

Libertad de prensa e independencia de la justicia a la vez ha aparejado un desvelo extra: poner fin a la impunidad y avanzar sobre la corrupción. El periodista Jorge Lanata dijo, hace unos días, que hay en trámite 745 juicios por corrupción contra funcionarios kirchneristas y que entre esos en 298 está involucrada la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK).

Ella lo niega, dice que es persecución política y el kirchnerismo se apresta a resistir. Aunque menguado, se asemeja a esas bandas de soldados que tras finalizada la guerra quedaban armados y arrasaban con lo que sea, que nos mostraban las películas.

CFK tuvo que ir a declarar a tribunales judiciales. Dijo, qué graciosa ella —justamente ella— que era una perseguida política. Uno de sus diputados —de esos soldados que hablábamos— amenazó que “si a Cristina la tiran al bombo (a la cárcel) aquí se arma quilombo” (Lío, barullo, gresca, desorden, prostíbulo).

Y seguro que algo se puede armar. Si se hace un repaso de las principales imputaciones contra CFK, tenemos que la ex  ya está procesada por administración infiel en perjuicio de la administración pública (2 a 6 años de pena) y que la citación judicial de estas horas era para declarar en indagatoria por haber conducido una asociación ilícita (5 a 10 años) para cometer varios delitos; además en el caso Hotesur la acusan de malversación de fondos públicos (2 a 10 años), abuso de autoridad (1 mes a 2 años), lavado de dinero (3 a 10 años) y asociación ilícita vinculada a la obra pública (5 a 10 años); en Los Sauces, de enriquecimiento ilícito (2 a 6 años), falsificación de documentos públicos (1 a 6 años) y cohecho (1 a 6 años). En la ruta del dinero K, por lavado de dinero (3 a 10 años).

Y en la causa por traición a la patria (atentado contra  la Amia-Centro Judío-, pacto con Irán y crimen del fiscal Nissman) la pena es de 10 a 25 años.

Con este panorama es lógico que CFK —que no respondió nada al juez— recurra a todo. Para Macri, en tanto, por más que se mantenga prescindente —son cuestiones de la justicia, dice— se le hace  duro  no hacer agua por algún lado y más difícil, aún, mantener firme el timón —Lo que pasa —comentó el mozo de un Café— es que este “pibe” ganó  antes de tiempo. Tendríamos que haber estado más hundidos; con apagón total y sin energía yo te pregunto si alguien  iba a protestar por un aumento de la tarifa eléctrica.  Acá debió esperarse a repetir lo de Venezuela, que no faltaba mucho…

—Entonces tendríamos al papa  Francisco  mediando, tal como lo hace ahora para ayudar a los chavistas,  atinó el mozo.
—Eso se lo pueden vender a los venezolanos pero a nosotros no, aquí Francisco solo es, como todo sabemos, un peronista más.

El autor es periodista uruguayo. Fue presidente de la SIP.

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