Boca amordazada
Eugenia Toledo Renner
¡Silencio!
No hablen, no hagan ruido.
¿Qué significa el poder del Padre
que el hablar aplaza?
El silencio.
¿Aplaza o reprime?
¿Controla o despedaza?
Las mujeres deben callarse en la Iglesia,
sermoneaba San Pablo, y sin embargo,
callar fue mi arma de guerra y
el retraimiento, mi batalla.
Silencio.
El dios está insatisfecho
lanza sus rayos desde las alturas,
repartiendo su cólera, sus rencores.
¡Oh qué difícil
ser dios y hombre!
Esta es la verdadera historia:
la ira del dios Padre
sobre las indefensas mortales.
Silencio.
Exclama la autoridad.
El peligro reside en hablar,
moverse, decir algo o respirar.
Silencio negro, paredes blancas.
Hay una palabra para la que camina sobre vidrios?
¿Hay una palabra cuando el alma empalidece
atada y sin derechos?
La mesa
Eugenia Toledo Renner
Sentados a la mesa
el único que come bien es él.
La batea, llama la mesa.
Se sirven en ella asperezas
que pulen las gargantas.
Orgulloso de sus errores
con los nudos de su rosario
va a la iglesia
para comulgar el volcánico pan
mientras a la salida
en la mitad de la calle
un ángel de negro lo espera.
Selecciona el peso de sus parrafadas
el exacto número de piedras
el bastón del resentimiento adentro.
No es necesario recuperar nada de esto
la lengua mordaz, el vacío en el estómago
las hambres que en esa mesa fueron suyas
e imposible de llevarse a la boca.
Lingotes de papel
Eugenia Toledo Renner
(Tras un poema de Wen Yiduo)
A lo mejor estabas muy cansada
necesitabas irte para descansar
que se callaran todos
que guardaran silencio las hermanas
que no te molestaran con el frío
que caminaras bien con tus pies
que la brisa perfumara tu casa
tus plantas tu estufa tu tejido
que nadie los desordenara
que te buscara un corcel o alazán
Te cubrió la tierra te dejaste ir
derretiste los lingotes de papel.
Tres cuadras, la calle Temuco
Eugenia Toledo Renner
La lluvia que humedece
la casa en la calle Temuco, la que huele a memoria
con tempestades impregnadas en sus paredes.
La madera que cruje al paso es
la lengua del piso buscando la palabra,
restos de huesos que han ido quedando
junto a los martillazos y la polvareda en el aire.
Llovizna sobre esta casa desde hace años
y despierta las termitas rodando por las habitaciones,
pulsándolo todo por si quedan algunos objetos familiares,
los pocos que pude rescatar para envejecer con ellos.
Muñecas rotas
Eugenia Toledo Renner
mis muñecas son resistentes, todavía existen
están con su perfume de humedad guardadas
ojos hundidos ojos abiertos sin cansarse
nadie juega ya con ellas petrificadas
no tienen pelo ni zapatos ni ropa
lo mismo que aquel rosado oso de peluche
deshecho corazón poema enterrado
la muerte vive en sus concavidades
como bajo la oscuridad de mi cama
¿para quién vivirán?
Vendas de gasa las paredes de la casa
Eugenia Toledo Renner
Al amanecer, las ventanas de la casa como
los párpados de pesadas cortinas y vendas de gasa,
se despertaban a cada día.
Los habitantes trotaban en sus entrañas
como en una jaula de fierro y candado.
La casa tragaba.
El portón enorme se abría y cerraba
boca presta a devorar sus vericuetos.
Las paredes dividían imponiendo
sus límites indisolubles
como las páginas de un libro sagrado
eran tan delgadas y transparentes
que se podía escuchar todo
lo escrito o dicho al otro lado.
Escritos que nunca fueron saludables
para lector alguno.