Ha pasado una semana desde que tres ciudadanos nicaragüenses fueron torturados y asesinados con saña en Ciudad Antigua, Nueva Segovia. Sin embargo, las autoridades policiales y militares no han dado una información clara, seria y creíble sobre este crimen y por la política de ocultamiento de la información que practica el régimen orteguista, lo más probable es que ese hecho sangriento nunca se aclare oficialmente.
La matanza de Ciudad Antigua ocurrió el 6 de noviembre, el mismo día de la farsa electoral mediante la cual Daniel Ortega se reeligió para un nuevo período presidencial que la oposición no oficial no reconoce como válido ni legítimo. Ese día, los ciudadanos José Nahúm Mendoza, Margarito Mendoza Sevilla y Armando López, fueron asesinados por motivos políticos según testimonios y denuncias de sus familiares más cercanos, porque eran opositores militantes al régimen orteguista, .
Para el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), que a falta de pesquisa oficial ha hecho su propia investigación del caso, no hay ninguna duda de que este asesinato atroz tiene un trasfondo político. Al respecto la doctora Vilma Núñez, presidenta del Cenidh, declaró que esa matanza ocurrida precisamente al mismo tiempo que se realizaba la farsa electoral, “fue un mensaje de intimidación para el resto de la población porque circulaban rumores de que (los asesinados) iban a hacer actos de protesta en las Juntas” (Receptoras de Votos).
La doctora Núñez expresó que “no se puede desvincular este hecho del contexto electoral porque la Policía, incluso, se había comprometido a garantizar la tranquilidad y la seguridad de toda la población ese día. Pero fueron precisamente las autoridades las que se encargaron de violentar eso que habían asegurado que se iba a dar la seguridad”. Y reflexionó la presidenta del Cenidh que “ha quedado en evidencia que la represión y la situación de exclusión que vive el país está impulsando a exmiembros de la Resistencia Nicaragüense a rearmarse”.
Esta es la tercera vez consecutiva que ocurre un hecho sangriento de esa magnitud, durante las jornadas electorales fraudulentas que viene montando el régimen de Daniel Ortega desde que recuperó el poder en 2006.
La primera fue cuando las elecciones municipales de 2008, en las cuales se realizó el fraude electoral considerado como el más y mejor documentado de la historia política nacional. En aquella ocasión tres personas fueron asesinadas por motivo de odio político, dos en Ciudad Darío y la otra en El Jícaro, departamento de Nueva Segovia.
En el siguiente fraude electoral orteguista, en noviembre de 2011, tres campesinos militantes de la oposición fueron asesinados en El Carrizo, departamento de Madriz, y ahora, el tercero ha ocurrido igual en Ciudad Antigua. Pareciera que un tributo de sangre se debe ofrecer a la farsa electoral.
Dada la naturaleza del régimen orteguista y el ambiente de impunidad en el que actúa, resulta inútil reclamar que las autoridades investiguen seriamente estos crímenes y que se haga justicia. Pero es nuestro deber seguir reclamándolo, lo mismo que insistiendo en que si en Nicaragua hubiese elecciones verdaderas, honestas, justas y transparentes, serían una sana competencia cívica y no ocurrirían horrendos crímenes de odio político como los de Ciudad Darío, El Carrizo y Ciudad Antigua.