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En varias ciudades estadounidenses protestan, desde el miércoles pasado, contra la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Las protestas se dan bajo el lema: “No es mi presidente”. LA PRENSA/EFE

Estados Unidos busca curar heridas

Tras las elecciones, Estados Unidos tiene la misión de reunir a los entusiasmados por Trump con los que lo ven como la encarnación de los peores instintos del país

Durante una hora estuvieron hombro con hombro, los que apoyaron a Hillary Clinton y los que votaron por Donald Trump, rezando en una ceremonia que buscaba reconciliación tras las elecciones. “Tenemos que descubrir cómo vivir juntos. Y no solo vivir juntos, sino ser uno”, dijo la reverenda Jenna Faith Strizak, recordando las dolorosas etiquetas y divisiones de la campaña que acababa de terminar.

Eso podría requerir un milagro: reunir a los entusiasmados por el ascenso de Trump a presidente electo con los que lo ven como la encarnación de los peores instintos del país y una amenaza para su futuro. Mientras Clinton prometía su apoyo al ganador de las elecciones el miércoles, otros se manifestaban en las calles, quemaban banderas e insistían en que Trump no los representaba.

Desde Nueva York a Illinois a California, tanto en estados republicanos como demócratas, arden protestas en contra de la elección del magnate en que manifestantes cierran vías, rompen ventanas, desatan incendios y desafían las balas de goma y el espray de la Policía antimotines.

Lea también: Las promesas de Donald Trump para sus primeros 100 días de gobierno

“Es descorazonador”, dijo Byron Beck, escritor de Portland, Oregon, que apoyó a Clinton. Aunque criticó duramente a Trump, presentó la situación como un dilema para todos los estadounidenses. “Hemos perdido nuestro rumbo, y no sé cómo se verá el botón de reinicio, pero sé que trabajaré por ello o me iré del país”.

Tiende puentes, pero…

Trump tendió la mano a rivales como Beck en su discurso de victoria, diciendo que le debe a Clinton “una gran deuda de gratitud” y ofreciendo una apasionada llamada a ambas partes para que se unan bajo su liderazgo: “Ahora es el momento de que Estados Unidos cierre las heridas de la división… A todos los republicanos y demócratas e independientes de toda esta nación, les digo que es hora de que nos unamos como un pueblo unido”.

Sin embargo, el país seguía dividido en si esa visión idílica es posible. Los sondeos de salida no mostraron solo descontento por cómo funciona el gobierno, sino también una indignación clara entre muchos de los que vieron esperanza en Trump. “La acritud bien podría empeorar”, señaló Robert Boatright, profesor de la Universidad de Clark y director de investigación en el Instituto Nacional de Discurso Civil. “Probablemente lo haga”.

Cómo seguir

Para los partidarios de Clinton, los detalles sobre cómo seguir adelante parecían una preocupación secundaria, en un segundo plano tras la conmoción y tristeza que muchos seguían sintiendo por el resultado.

Eli Romero, de 47 años, se preguntaba en Denver cómo había ganado un hombre al que ella consideraba un “circo”, señalando que las elecciones la habían convencido de mudarse a México.En Naperville, Illinois, Carol Anthony, de 68 años, dijo sentirse como si le hubieran pegado un puñetazo en el estómago.

En Hagerstown, Maryland, Sebiila Odin se preguntaba cómo iba a ser factible la unidad. “Sabe, toda esta charla sobre curación, eso es un problema también porque nunca nos hemos curado”, dijo Odin, quien es negra, en alusión a las relaciones entre razas.

La victoria de Trump no solo dejó al descubierto divisiones abiertas durante décadas, sino desde la fundación del país. La política tóxica ha degenerado en un odio de las bases al otro bando. “Es imposible pensar que habrá una luna de miel tras toda la bajeza y los insultos”, dijo Robert Schmuhl, profesor de la Universidad de Notre Dame.

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Simpatizantes de la candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton, escuchan los resultados de las elecciones en el Jacob K. Javits Convention Center, en Nueva York. LA PRENSA/EFE

Pequeños gestos

En pequeños gestos en todo el país, algunos prometieron tender un puente entre ambas partes. John Barnes, un jubilado de 60 años en Albuquerque, New México, que votó por Trump, prometió dejar atrás su ira contra un vecino que apoyó a Clinton, de la que temía que pudiera destruir la Constitución. Jennifer Farley, de 38 años, cocinera y autora de libros de cocina en Bethesda, Maryland, y que había bromeado sobre que se ahogaría si ganaba Trump, dijo que estaba considerando organizar cenas con personas de diferentes ideologías en las que cada uno aportara algo, para buscar unidad a través del poder reparador de la comida.

Todavía pueden abrazarse

En Richlands, Virginia, cuando Linda Crawford habló de su apoyo a Clinton en Facebook durante la campaña, dijo haberse encontrado con una oleada de condenas y ataques personales. Pero hace una semana dijo haberse sentido aliviada tras encontrar a muchas de esas personas en un funeral y descubrir que podían abrazarse y consolarse pese a sus diferencias. “La gente todavía se quiere y todavía es buena con los demás”, dijo esta maestra retirada de 66 años. “Esto pasará, las elecciones pasarán y nuestro país sanará y seguirá adelante”.

El servicio ecuménico del día de elecciones en la primera iglesia metodista unida de Decatur, reunió a asistentes de 13 iglesias diferentes. Demócratas y republicanos se sentaron en los mismos bancos y dejaron atrás la avalancha de noticias.

Reportajes Donald Trump archivo

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COMENTARIOS

  1. Jorge Silva
    Hace 7 años

    El lema “no es mi presidente”, es la piedra angular que refleja el estado emocional e irracional, la rebelión ciudadana a los resultados de las elecciones muestran el fondo de las fisuras divisorias de esa sociedad desde hace mucho tiempo. “No es mi presidente” es un telón que oculta la cara de racismo en ése país que desde hace mucho tiempo lo tiene dividido. Nadie se atreve a hacer diagnósticos futuros sobre una reconciliación ya que el resultado de las elecciones está definido y no se puede cambiar. La diferencia en el % de los votos es de 45,7 y 45,3 es decir mitad y mitad por lo tanto no se puede salir a la calle a manifestar su inconformidad. Esto parece la reacción de un niño malcriado con su escándalo al que le quitaron el dulce. Pronto, muy pronto quedará en el olvido por la gran mayoría de los manifestantes y las calles quedarán tranquilas y solamente en casos aislados se verá la violencia racista.

  2. Augus
    Hace 7 años

    se robaron las elecciones

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