Hay fuego. Un fuego emocional increíble que casi quema las neuronas hoy día en las campañas políticas de cualquier país. Las noticias calculadoramente manejadas en los medios televisivos y redes sociales van dejando un reguero de almas angustiadas, frustradas y también victoriosas, estas últimas, como si estuvieran subiendo a ocupar la silla presidencial y a tomar soñadas decisiones, cuando a lo sumo ¿si acaso algún día?, podrán acercarse a unos metros de las oficinas presidenciales.
Ya el futbol, la política y la religión gozan del mismo formato de propaganda. Quien viste una camiseta con el slogan de quien representa, engrosa una filiación clara de quién es, y camina orgulloso decidido a pelear y derramar hasta sangre si fuera necesario cuando las circunstancias así lo demandaran. Pero… ¿será culpable la gente de los libretos que deciden manejar? ¿Quién echa a pelear a quién?
Después de cualquier campaña los ciudadanos quedan “golpeados”, el stress a que han sido sometidos por las noticias provoca daños colaterales. El día “después”, en los hogares hay familias enfrentadas, en las oficinas y en las calles se percibe malestar, decaimiento, ira. Se siente un ambiente explosivo y asfixiante, cada quien tiene un héroe a quien seguir o por quien llorar. ¿Tiene sentido?
Nadie escapa hoy día a la influencia de la información local y mundial que diariamente amenaza con ahogarnos. En un minuto se realizan casi millón y medio de conexiones de Skype, dos millones de búsquedas en Google y literalmente Facebook es nuestro planeta paralelo. Miles o millones de nuevos quijotes están saturándose y hasta enfermándose de tanta información. Enloquecer hoy día no es nada difícil. La adrenalina, esa poderosa droga que liberan las glándulas suprarrenales, está siendo manejada por control remoto.
Hay quienes ya aprendieron a desenfocarnos de lo “urgente” mucho antes del célebre ministro alemán para la Ilustración Pública y Propaganda, Joseph Goebbels y su principio: “Más vale una mentira que no pueda ser desmentida, que una verdad inverosímil”. Estamos acercándonos al colmo de apartar nuestros problemas para vivir los de otros… y ¿dónde?, en cualquier parte del mundo, ¿Qué jodido nos importa si se divorcia Brad Pitt y Angelina Jolie, o si gana o pierde el equipo del Barsa o el Real Madrid? Por favor…
La humanidad está viviendo como en una hoguera a fuego lento, polucionando su mente y lo peor de todo es que con apariencia de normalidad. Espectadores idiotizados consumiendo noticias, predicación, promociones, porno, terror y ficción veinticuatro horas en más de trescientos canales de televisión por cable o satélite. Los ciudadanos se agrupan en bandos ofensivos y defensivos, sin garantía de que sus opiniones justicieras sean las correctas. Vivimos verdaderas novelas en nuestras vidas, una búsqueda de guiones llenos de lágrimas y violencia. Nos enamoramos de un sociópata que ama a su familia y odia a los demás como en los filmes, y la búsqueda es el éxtasis —ese estado de máxima plenitud— de cualquier cosa en cualquier parte.
Necesitamos menos anestesia informativa y más paz y más esperanza.
El autor es escritor.
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