A través del teléfono se escucha a Randy Caballero contento. Cae la tarde en Coachella, California, y “El Matador” termina una vez más sus entrenamientos para la pelea que tendrá el 17 de diciembre en Nicaragua con el mexicano Aramis “El Mensajero” Solís.
Caballero jadea delante del micrófono. “Era mi sueño pelear en mi país y saber que se cumplirá me hace estar feliz. Mucha gente me apoya, algunos no han podido verme pelear en persona, les digo que no se preocupen, que estoy listo para dar un gran espectáculo”, dice Randy y de fondo se escucha la banda sonora propia de un gimnasio.
El excampeón del mundo ha estado en casa, pero como visitante, no como gladiador. No es lo mismo venir a descansar que a mostrar delante del pueblo ese boxeo sin miedo que lo llevó a alcanzar el cinturón de las 118 libras de la FIB. Por eso dice que está feliz.
“COMO SI FUERA POR TÍTULO”
Randy se ha tomado muy en serio su preparación. ¿Qué gracia tendría debutar en mi país y deslucir? Se pregunta muy seguido. Cada mañana se levanta a correr 40 minutos. Va al gimnasio a las 2:00 de la tarde, golpea el saco, guantea, salta la cuerda y hace sombras.
“Mi cuerpo se siente bien. Ya me pide pelea. Solo tengo un combate en dos años. En realidad esto es difícil. No quiero predecir un nocaut ante el mexicano, sé que son muy valientes, pero estoy trabajando duro, como si esta fuera una pelea del mundo, porque entiendo que mi futuro depende de lo que hago”, piensa Randy, de 26 años de edad.