En lo que duran siete asaltos, Vasyl Lomachenko hizo que Nicholas Walters se acobardara, que perdiera los estribos mentales y se dejara abrazar por la frustración. La noche del sábado en The Cosmopolitan, en Las Vegas, Estados Unidos, el jamaiquino se negó a salir a pelear el octavo round, tenía una mirada de miedo y el ucraniano conservó su título de las 130 libras de la OMB.
Un artista escénico llamado Vasyl Lomachenko desdibujó a un Nicholas Walters impotente. Cegado por la belleza de los movimientos y por los golpes del campeón, Walters prefirió escudarse en su esquina tras el séptimo round, en el que fue duramente castigado, y dijo “no más” al réferi Tony Weeks, achicándose él solo, perdiendo su invicto y ridiculizando la que muchos imaginaron que sería una de las mejores peleas del año.
¿Dónde quedó el Walters con el apodo de “El hombre hacha”? En un pantano de inutilidad, convertido en un manojo de frustraciones, al no poder encontrar la manera de hacerle daño a un Vasyl de boxeo exquisito que cambiaba la perspectiva con ese rápido movimiento circular de pierna, que lo colocaba instantáneamente en posición de ataque.
Dominio total
No hubo un parteaguas en el recorrido de la pelea. El monólogo de Vasyl fue el mismo desde el comienzo, solo que Walters fue reaccionando diferente. Primero se notó valiente y dispuesto, pero con los minutos se fue deshaciendo, a la vez que el ucraniano cambiaba de categoría como los huracanes.
Con una carrera en construcción, tan liviana a juzgar por sus ocho combates, pero pesada por su manera de resolverlos y por el deleite que ofrece, Vasyl está destinado a la grandeza. “Desde los tiempos de Muhammad Ali, no había visto a alguien así. Es realmente mágico”, dijo Bob Arum, el magnate de Top Rank, luego del combate.