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Enrique Sáenz

La OEA, Ortega y nosotros

Para este miércoles primero de diciembre está prevista la visita al país de Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). Esta visita puede ser un factor que contribuya a configurar el futuro inmediato de nuestro país. En positivo o en negativo. En consecuencia es menester estar atento a todo lo que ocurra por debajo, por arriba y por los lados de esta visita.

Recordemos los antecedentes. La Secretaría General de la OEA, en el marco de sus atribuciones consignadas en la Carta Democrática Interamericana, presentó al gobierno de Nicaragua un informe sobre la situación política del país, incluyendo el anómalo proceso electoral. Aunque se desconoce oficialmente el contenido de dicho informe, es fácil asumir que se trata de una valoración crítica. De lo contrario hace rato que el gobierno lo habría filtrado o lo habría dado a conocer.

Como el gobierno de Ortega objetó dicho informe se acordó abrir un diálogo con el propósito de intentar conciliar posiciones. Se dieron un plazo de tres meses para elaborar un informe conjunto. Ese plazo vence el 16 de enero. Si no logran un entendimiento, cada parte, el gobierno y la Secretaría General podrá presentar su propio informe al Consejo Permanente de la OEA.

¿Qué importancia tiene ese informe? Sería el carril por el  cual la situación política de Nicaragua pasaría a la agenda oficial de la OEA y a ser considerada y debatida por los gobiernos de los estados miembros de esa organización, que son todos los países latinoamericanos y del Caribe, más Estados Unidos y Canadá. Sin duda, un entorno bastante adverso para el régimen dictatorial de Ortega.

Es lógico que la camarilla gobernante intente manipular el mecanismo de diálogo establecido con la Secretaría General de la OEA y busque lograr un consenso. De lograrlo evitaría que el Consejo Permanente tenga como base para sus deliberaciones un informe crítico sobre la situación de Nicaragua. En este contexto, no es preciso ser adivino para identificar los objetivos de fondo del régimen, los cuales son:

• Consagrar como un hecho consumado e irreversible los resultados de la farsa electoral del 6 de noviembre, que fue repudiada por la inmensa mayoría de los nicaragüenses mediante una abstención masiva.

• Neutralizar el proceso de aprobación de la “Nica Act” que promueven congresistas norteamericanos, tanto republicanos como demócratas, en el seno del Congreso estadounidense.

• Reconfigurar sus alianzas, consolidando el contubernio con sus compinches actuales, e intentando incorporar nuevos cómplices y así fingir que hay un consenso nacional. De esta manera pretendería proyectar la imagen de que la oposición al régimen se corresponde con la expresión del ministro de relaciones exteriores de Rusia: “Grupos marginales”.

¿Cuáles son las maniobras que debemos esperar? No es difícil imaginarlo.

1. Utilizará su control sobre los monigotes del órgano electoral para repartir personalidades jurídicas a algunos grupos políticos excluidos de la reciente farsa electoral, a cambio de que no objeten los resultados del 6 de noviembre y se obliguen a participar en las elecciones municipales de noviembre del 2017. Asegurará que esas elecciones serán competitivas y se comprometerá a invitar a la OEA como observador.

2. Adornará esos requiebros con otras medidas cosméticas, incluyendo declaraciones retóricas sobre respeto a los derechos humanos y Estado de Derecho, y compromisos genéricos sobre independencia de poderes y transparencia en la gestión pública.

3. Modulará esta estrategia según la mano que vea venir desde el  nuevo gobierno norteamericano.
La camarilla gobernante también sabe que Almagro está urgido de un éxito diplomático después de su fracaso con Venezuela y encuentra allí una oportunidad para forzar un acuerdo que deje sin argumentos y sin piso a los gobiernos de los estados miembros de la OEA que respaldan la restauración de la democracia en Nicaragua.
Para que esta operación resulte exitosa se requieren dos condiciones:

• Que alguno de los grupos opositores claudique y se entregue en brazos de Ortega, a cambio de algunas prebendas electoreras, y se sume a la componenda que con disfraz de diálogo pretenderá montar.

• Que la población nicaragüense, que el 6 de noviembre rechazó masivamente al orteguismo, permanezca inmóvil.

De ahí la trascendencia de otro anuncio programado para concretarse el primero de diciembre: la movilización de los campesinos que marcharán en contra de la concesión canalera y la movilización nacional exigiendo elecciones auténticas.

La fuerza de esas movilizaciones será también un factor que contribuirá a configurar el escenario inmediato del país. Porque la viabilidad de lo que haga o deje de hacer el Secretario General de la OEA, estará directamente determinada por las acciones que los nicaragüenses realicemos. La pasividad de la población sería el principal aliado del régimen. Por el contrario, el rechazo activo sería la llave maestra para iniciar el camino hacia un cambio real en nuestro país.

Un cambio que solo puede comenzar por el principio: elecciones auténticas con un Consejo Supremo Electoral creíble y observación electoral independiente, con participación de los partidos políticos despojados por el régimen de su personalidad jurídica. Un punto de partida que debe ser completado con la independencia del poder judicial, una comisión internacional de combate a la corrupción y un calendario riguroso para la restauración de la institucionalidad democrática. Cualquier otra ruta solo conduce a la consagración de la dinastía.

La tarea inmediata entonces es convencer a indiferentes, animar a escépticos, entusiasmar a indecisos y apoyar a los decididos.

¡Todos a respaldar la movilización del primero de diciembre!

El autor fue diputado del MRS.

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