Los nicaragüenses estamos a las puertas de un nuevo ciclo que abre alternativas de entendimiento y negociación. Esto demanda una alta sensatez, tolerancia y madurez, a fin que Nicaragua regrese al restablecimiento pacífico de la democracia liberal republicana, del cumplimiento de la ley, para orientarnos al bienestar económico sostenible e inclusivo, y, lograr la justicia social con el esfuerzo conjunto de distintos y diversos actores políticos, económicos y sociales.
Restablecer la credibilidad y confianza de los mecanismos electorales no basta. Tenemos que volver de forma civilizada a definir las reglas, alternabilidad y delimitaciones competitivas del ejercicio del poder, y del proyecto que como nación nos proponemos construir en aspectos de institucionalidad, gobernanza y de resultados que orienten los propósitos del sistema político y del modelo económico. Serán medulares las decisiones de reformas al poder electoral y la capacidad de dar soporte en el poder legislativo y judicial.
Ante la disyuntiva que nos exige encontrar soluciones prácticas y posibles, tenemos la oportunidad del concurso de la comisión especial de la OEA, y de su secretario general, Luis Almagro, en el ámbito y espíritu de la Carta Democrática. Todos los sectores debemos comprometernos y encaminarnos a un gran diálogo nacional y proceso de concertación, para encontrar acuerdos sobre temas urgentes de cambios en varios ámbitos de la vida política del país, para apuntalar los métodos de decisión de la democracia representativa y participativa, en los cuales la soberanía popular refrende las decisiones y se refuercen en elecciones en el futuro inmediato, con irrestricta observación nacional e internacional.
Establecer un período de seis meses para abordar una agenda de temas torales y una ruta de actividades; reuniones y procesos donde se efectúen consultas, encuentros de negociación, concertación y de aprobación de instancias parlamentarias y eventos de elección, donde se refrenden a más tardar en noviembre del 2017, con las elecciones municipales, pudiéndose incorporar temas plebiscitarios o de referéndum.
Algunos liderazgos políticos han considerado exigir se repitan las elecciones generales 2016. Todos parten de tratar de desconocer los resultados electorales y la legitimidad de los mismos, sobre la base de cálculos hipotéticos de participación. Lamentablemente de ser así, a mi limitado entender y con suma preocupación, eso nos pondría ante un muro de contención que abría que derribar, pues estaríamos hablando de la superación del poder, no de corregir el rumbo del país, y, las alternativas de solución nos pueden llevar a métodos que pueden ser peor que lo que nos proponemos cambiar.
¿Qué temas deberían abordarse y posibles mecanismos? Sin ser exhaustivo: cambios constitucionales parciales. Cambiar la Ley Electoral. Disolver el poder electoral. Cambiar a sus magistrados. Crear un tribunal electoral. Crear un instituto de identificación ciudadana. Emitir una ley de partidos. Establecer procesos de primarias y consultas en los mismos. Alianzas electorales. Elección uninominal de diputados departamentales. Eliminar el artículo 131 Cn que sujeta a los diputados electos a la dirigencia de sus respectivos partidos. Someter a revisión el tema de la reelección. Votación como derecho o deber. Porcentajes para determinar procesos electorales en cuanto a elección y participación válida. Mecanismos reales de democracia participativa. Pluralismo político. Circunscripción popular en elecciones municipales. Autonomía y gestión municipal, cabildos y otros mecanismos que refuercen la democracia participativa. ¿O quizás deberíamos llamar a una Constituyente?
El autor es capitán retirado y empresario.