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Edmundo Jarquín

¿Está débil la oposición?

Una de las afirmaciones más frecuentes cuando se trata de evaluar la situación de Nicaragua es la supuesta debilidad de la oposición.

Es posible que esa supuesta debilidad de la oposición se haya reforzado por la imagen del secretario general de la OEA reuniéndose con más de una decena de representantes, del mismo número de organizaciones supuestamente opositoras.

Independientemente que muchas de las organizaciones convocadas por el secretario general son en verdad socios subordinados de Ortega, como quedó demostrado en las votaciones del 6 de noviembre, conviene, una vez más, separar la paja del grano.

Ante las primeras embestidas autoritarias de Ortega, los opositores nos unificamos en las elecciones municipales de 2008 y literalmente aplastamos a Ortega. Perdió incluso en ciudades como Managua, León y Masaya, donde normalmente ganaba en elecciones municipales en que la participación electoral es menor. “Fraude comprobado”, dijo el Centro Carter en un comunicado posterior, porque Ortega se robó las elecciones en más de cuarenta municipios.

Y en 2011, también nos unificamos los opositores, en torno a la candidatura presidencial de Fabio Gadea Mantilla, y los resultados de esas elecciones fueron “imposibles de verificar”, según la misión de observación electoral de la Unión Europea. Hicimos una campaña con las uñas, y la misma arrancó en Sébaco en agosto de ese año con una concentración mayor, y de participación voluntaria, que las organizadas por Ortega en la Plaza la Fe, cada 19 de julio. ¿O es que se nos olvida, ¡Sébaco va!?

Por esa sencilla razón, y no otra, Ortega canceló en 2016 toda posibilidad de enfrentarse al escrutinio popular. La afirmación de que no se entiende por qué Ortega canceló la participación de la oposición “porque de todas formas hubiera ganado”, no tiene soporte en la evidencia de 2008, 2011 y la abrumadora abstención del 6 de noviembre de 2016.

Por lo demás, la existencia de varias organizaciones políticas opositoras no es extraña en el panorama de otros países, toda vez que las mismas pueden constituir alianzas electorales triunfantes y gobernar con estabilidad. Basta ver América Latina, y ni qué decir de Europa. La Nueva Mayoría (antes Concertación Nacional), que gobierna en Chile, está integrada por al menos seis organizaciones diferentes; y el Frente Amplio, que también gobierna en Uruguay, lo integran mayor número de organizaciones. Y en otros países gobiernan alianzas electorales aún más ocasionales que los casos mencionados, como en Perú y en cierta forma también Colombia, para mencionar dos casos.

Lo esencial es tener elecciones creíbles, confiables, competitivas, en que los votos se cuenten bien. Si las elecciones de 2008 y 2011 fueron ilegítimas en sus resultados, las de 2016 fueron ilegítimas en su propia naturaleza. De ahí que haga todo el sentido del mundo la demanda opositora de tener nuevas y verdaderas elecciones.

La afirmación del presidente del Cosep de que “queremos a futuro procesos electorales que sean creíbles para todos” corre el riesgo de ser valorada como intento de legitimación de lo que es ilegítimo por su propia naturaleza. Eso, sencillamente, abriría camino a que se repitan las escenas de violencia represiva que hemos visto esta semana, salvo que el “queremos a futuro procesos electorales que sean creíbles para todos” sea una velada coincidencia con la demanda opositora que se repitan las elecciones de 2016 que, en realidad, no las hubo.

 El autor es excandidato a la presidencia y vicepresidencia de Nicaragua.

Opinión #EleccionesNi2016 Nicaragua oposición archivo
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