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Ricardo A. De León Borge

Trump y el orden internacional

En enero de 2017, el recién electo presidente de la máxima potencia mundial, Donald Trump, estará asumiendo su cargo con una estela de planes y promesas hechas en su campaña política y que ha refrendado nuevamente como presidente electo. Dichos planes y promesas son catalogados como “extravagantes” y “fuera de la realidad”, sin embargo Trump las mantiene ya no como promesas, sino como lineamientos claros tanto de su política interna como externa.

La maquinaria electoral de Trump, ha hecho una gran campaña propagandística para dar a conocer esos planes y obtener una mayoría de apoyo del pueblo estadounidense, aunque no haya obtenido la mayoría de votos de los ciudadanos. Temas como la globalización, China, Rusia, el distanciamiento con los aliados de la OTAN, el rechazo a los migrantes latinoamericanos y las consiguientes acusaciones a ese movimiento migratorio histórico, el Estado Islámico, el proteccionismo comercial, los impuestos a las exportaciones que ha dicho impondrá a China y México, han asustado a todos los jefes de Estado, analistas políticos y económicos, dando mucho de qué escribir y analizar sobre lo que nos puede esperar al mundo entero con esos posibles cambios.

La demagogia y el populismo, combinado con grandes estrategias comunicacionales, han hecho que un millonario empresario tome la batuta de una nación que domina el actual sistema internacional por medio de un orden mundial uni-multipolar (S. Huntigton, 1998), pero que además ha venido —sin querer— compartiendo el poder con las potencias emergentes, y que además, no ha gestionado de forma exitosa su poderío —blando y duro— desde el fin de la Guerra Fría y luego con los atentados del 11-S.

Ese escenario ha derivado en un populismo fuerte de Trump, al indicar que Estados Unidos ha perdido poder político, militar y económico, debido a la internacionalización de sus políticas, dejando atrás lo más importante —según él— como lo es la política doméstica. La preocupación por la falta de empleo para los estadounidenses, debido a las oleadas migratorias y a la salida de importantes industrias a países donde el salario es menor, al igual que los impuestos, pero que además, hay mayores incentivos fiscales.

Todos esos temas en conjunto representan una oportunidad y/o un error histórico, pero es importante pensarlo como algo diferente. Algo que posiblemente muchos esperan para conocer los cambios en la arena internacional, conocer como la correlación de fuerzas puede cambiar.

Hoy en día conocemos de diferentes órdenes internacionales, uni, bi y multipolar, pero además hay ideas de posibles cambios de orden apolar, interpolar, de no polaridad… Todas esas ideas nos pueden dar un margen de análisis a lo que Trump está propugnando como un cambio radical de la política exterior estadounidense y por lo tanto trastocar el actual orden internacional.

Este cambio, ¿es malo? ¿Es bueno? No lo podemos saber aún, lo que sí es seguro, es que el cambio será traumático, posiblemente necesario para hacer una revisión del frenético avance del proceso globalizador y por ende, de la deslocalización poblacional.

La relación que podría tener con Rusia y China, las dos naciones que siguen la estela de su poderío, hasta hoy son desiguales. Con Rusia pareciera tener un mayor acercamiento, mientras con China hay un alejamiento fuerte —un ejemplo claro, la conversación telefónica sostenida con la presidencia de Taiwán—, con lo cual puede estar jugando de forma estratégica, para detener el crecimiento de ambos países y ganar tiempo.

Definitivamente Trump es un fenómeno político que traerá consigo cambios, frenará procesos y fomentará nuevas estrategias políticas y económicas, inimaginables hasta hace pocos años, dando con ello la posibilidad de conocer nuevas formas, equivocadas o no, de gestionar el poder, la guerra y la paz, como elementos transversales de las relaciones internacionales.

El autor es máster en Relaciones Internacionales.

Opinión Donald Trump Estados Unidos archivo
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