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José Israel Núñez Henríquez

Factoría del engaño

¿Mentir es acaso elemento intrínseco de la naturaleza humana o es un estilo de vida que nos hace mentirosos natos? Visto desde esta perspectiva engañar es un medio para el fin deseado. Hay quienes consideran que es un fenómeno que “combina causas socioculturales y biogenéticas, en el que el problema es atribuible tanto a los mecanismos socialmente viables como a la predisposición genética”. Como resultado, existen diversos motivos del por qué mentimos con cotidianeidad tales como: la necesidad de posicionarnos en la sociedad (status), adquirir dinero, sexo, por poder y control social, mentimos para manipular, fingir, simular e intrigar y ocultar la verdad entre otras cosas, siendo una de las más plausibles razones, la negación misma de nuestra realidad. Sin embargo, las interacciones de instrucciones conductuales pasan de un cerebro a otro por imitación, en otras palabras, se suele mentir a causa de una acción imitativa, eso nos hace memes mentirosos. Ciertamente, la mentira va más allá de ser un estricto dilema ético-moral o una herejía social, es un constructo del alter ego humano. “Si se miente cuando se dice la verdad y se dice la verdad con una mentira ¿la sanción de la verdad corre por cuenta del oyente, se diga lo que se diga? ¿O hay una verdad genuina que merece ser transmitida?”, Freud.

En consecuencia, cuando en las estrategias del marketing electoral de ser encaminadas por demagogos consumados se pretende vender todo una vianda de promesas de campaña entonces se recurre a la tinaja nacionalista, al opio y narcisismo político, al periodismo de emboscada, a la utopía inducida, al humanoide mediático, a una verborrea galopante (parodia discursiva y retórica erosionada) que promueve el canibalismo ideológico, al halago ilusionista que asegura concesiones en pro al desarrollo;  y también se apela a la propaganda engañosa que termina convirtiendo al electorado en todo un alumno aplicado al discurso demagógico siendo en la peor de las consecuencias, la mutación del votante al del típico mendigo oportunista y reaccionario, bien cabe en este modelo de construcción propagandístico uno de los principios empleados por el que fuera ministro de propaganda de los nazis, Joseph Goebbels, el de la vulgarización: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar.

La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. Es pues la demagogia, una derivación atípica de la mentira. “Los oradores no hacen sino hablar como el público quiere que hablen” Demóstenes

En suma, muy a pesar de lo antes mencionado existe un conflicto entre la honestidad y el statu quo de la mentira, ojalá el imperio de la seudología fantástica —que es un cuadro patológico caracterizado por la continua fabricación de falsedades, desproporcionadas con relación a cualquier ventaja que pudiera obtenerse, y que normalmente incluyen fantasías inciertas, que pueden llegar a configurar un engaño complejo sistemático— no continúe depredando nuestros ya desgastados valores en crisis.

“La ambición y la molicie, dos vicios que están ligados entre sí, se les exhiben como si fuesen virtudes. No puede haber mejoramiento en este mundo mientras no se convenza a la gente de que el ambicioso que codicia el poder es tan repugnante como el glotón o el avaro”. Aldous Huxley.

Como dice Jack Nicholson en A Few Good Men:  “La gente suele mentir porque simplemente no sabe qué hacer con la verdad”.

El autor es ingeniero agrónomo.

Opinión
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