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La Educación, una verdadera tragedia en esta sociedad

Si hay una tarea a la que un Gobierno debe dedicarse es a mejorar no solo el acceso, sino la calidad de la educación que reciben sus niños y jóvenes. Está claro que esta tarea debe ser emprendida por toda la sociedad, pero es el Gobierno el que debe liderarla.

No existe ejemplo en el mundo moderno de una sociedad que haya alcanzado la prosperidad y el desarrollo sin haber puesto énfasis en la Educación pública de calidad, aquella Educación que fomenta el pensamiento crítico que estimula a los estudiantes a entender y resolver problemas, no a memorizar fechas, nombres o “gestas”.

En Nicaragua, desgraciadamente, vamos —como se dice popularmente— como el cangrejo. Es cierto que la propaganda del régimen hace creer que se pone énfasis en la Educación, pero las cifras y los resultados demuestran que ni se pone suficiente dinero (más bien se dedica cada vez menos capital a la Educación) y las estrategias que se implementan, cuando se implementan, tampoco son las mejores.

Esto es grave para este país, pues esa visión de la Educación la implementa un Gobierno que ya lleva diez años en el poder y ya se ha garantizado cinco años más, mediante un proceso electoral que parecía más un circo que una elección. Son 15 años. Eso es algo verdaderamente trágico cuando nos damos cuenta que en la segunda mitad del siglo XX a algunas sociedades les tomó entre 25 y 30 años pasar de la pobreza a la prosperidad. O sea que este Gobierno, empeñado en no permitir que nadie más tenga posibilidad de gobernar, ya ha consumido la mitad de ese tiempo.

Este Gobierno, cuya propaganda habla de la importancia de la Educación, tiene el siguiente récord: primero, en los últimos cinco años solo ha aumentado el presupuesto de Educación en un 0.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) cada año, y segundo, el presupuesto total de Educación, solo representa el 3.4 por ciento del PIB, cuando los expertos internacionales recomiendan el 7 por ciento del PIB para poder hacer una diferencia.

Un ejemplo de cómo las cosas están al revés en el país se evidencia en lo que invertimos por estudiante en los diferentes subsistemas. Nicaragua invierte 1,140 dólares al año en cada uno de los 117 mil estudiantes universitarios en las diez casas de estudios superiores que conforman el Consejo Nacional de Universidades, pero solo 235 dólares por año en cada uno de los 984 mil estudiantes de primaria. Y menos aún en los estudiantes de secundaria, solo 126 dólares al año en cada uno de los 550 mil estudiantes.

Esto es aún más penoso si tomamos en cuenta, según datos del Foro de Educación y Desarrollo Humano, que de cada 100 niños que ingresan a la escuela primaria, 52 concluyen el sexto grado, y de esos, los que logran entrar a secundaria, de cada 100 solo 38 logran bachillerarse. Y no todos los bachilleres entran a la universidad, pero de cada 100 que entran, solo 42 logran concluir la carrera, revela un reportaje publicado la semana pasada en LA PRENSA.

Pero aunque se dedicara todo el dinero necesario a cada subsistema, las estrategias están mal o no se cumplen. El Gobierno ha politizado la Educación y al Magisterio, dando más importancia al desempeño como cuadros políticos que como educadores o alumnos; el sistema de preparación y capacitación de los maestros continúa siendo deficiente y las estrategias que nacen entre bombos y platillos mueren silenciosamente, como es el caso de la llamada Batalla por el Sexto Grado, de la que nunca se rindió un informe pero que evidentemente no tuvo los resultados que se anunciaron con su lanzamiento.

En Nicaragua, cuando el chovinismo no nos nubla la mente, nos gusta citar como ejemplo a los costarricenses; lo que se nos olvida decir es que Costa Rica está hoy donde está porque comenzó a caminar hace más de 60 años y el primer paso que dio fue en pro de la Educación.

Editorial educación Nicaragua archivo
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