Cuando la temporada de beisbol de Grandes Ligas del 2013 llegó al final, se percibió cierta preocupación por el incremento en el promedio de tiempo de los juegos. Se había pasado de 2:55:58 horas en 2012, a 2:58:52.
Sin embargo las alarmas sonaron en el 2014, cuando se llegó a 3:02:21 horas por juego. Así que eso explicó el hecho de que en su primer año como comisionado del beisbol, Rob Manfred instalara relojes por todos lados y apretara las tuercas.
Estableció límites para la publicidad entre un inning y otro. Los bateadores no podían abandonar la caja y los relojes presionaban a los lanzadores a tomar menos tiempo entre un envío y otro. Al final se mejoró de 3:02:21 horas, a 2:56:15 en 2015.
Y aquí, ¿cómo andamos? Pregunto porque en las Grandes Ligas hay preocupación por el tiempo de los juegos, a pesar de las ganancias millonarias. Manfred está analizando más medidas para el 2017. Desea juegos más dinámicos.
Aquí es una rareza que un partido se lleve “solo” tres horas. No vayamos largo. El Bóer y los Tigres emplearon 4:01 horas en su juego de nueve entradas el miércoles 28. ¿A alguien le importará eso? ¿Se tomarán algunas medidas para el futuro?
Hay varios factores que inciden: juegos de muchas carreras, consecuencia de un picheo frágil y una bola muy viva. Eso lleva a muchas visitas a la loma y continuos cambios de lanzadores, más árbitros que no hacen mucho para acelerar el ritmo.
Debería pensarse en algo. Juegos demasiado extensos y de tantas carreras no creo ayuden mucho al espectáculo. De otro modo habría estadios llenos aquí.
Las Grandes Ligas que no tienen problemas económicos están preocupadas.
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