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Esperanza, la última diosa

Al terminar el año y antes de comenzar el siguiente, es oportuno hablar de la esperanza, pero sobre todo tenerla y no dejar que se pierda por muy sombrío que se vea el panorama.

Al terminar el año y antes de comenzar el siguiente, es oportuno hablar de la esperanza, pero sobre todo tenerla y no dejar que se pierda por muy sombrío que se vea el panorama.

En la religión católica la esperanza es una de las tres virtudes teologales (las otras dos son la fe y la caridad) y su significado es que “inclina a la voluntad a confiar en la bondad y la omnipotencia de Dios para alcanzar de Él la vida eterna y las gracias para obtenerla”, según explica el erudito español José Antonio Pérez-Rioja.
En la mitología griega la esperanza es una divinidad alegórica que simboliza básicamente lo mismo que en la religión cristiana. Elpis, se llama la diosa de la esperanza de los antiguos griegos, que los romanos adoptaron con el nombre de Spes.

Elpis se relaciona directamente con el conocido mito de la Caja de Pandora y el titán Prometeo.

A menudo se dice equivocadamente que Prometo fue castigado por Zeus porque robó el fuego del cielo para darle inteligencia a los hombres. Pero no fue exactamente así.
Prometeo, en efecto, es castigado por Zeus quien manda a que lo sujeten encadenado a una roca, en el Cáucaso, donde un buitre llega todos los días a comerle el hígado que se regenera a sí mismo para que al día siguiente continúe el suplicio.

Pero Prometeo no fue castigado porque tomó un poco del fuego del cielo para darle inteligencia a los hombres, sino porque se burló de Zeus.

Prometeo decide un día hacer al hombre para lo cual utiliza barro de la tierra y con un rayo de luz y energía del Sol (el dios Helio) le da la facultad de raciocinio.
Zeus siente envidia por la obra de Prometeo y pide a Hefesto que haga algo semejante pero superior. Entonces Hefesto hace a la mujer, a quien las distintas diosas le dan toda clase de atributos. Por ejemplo, Afrodita le da la hermosura, Atenea le concede la sabiduría, Temis le otorga la astucia y el sentido de justicia y, así, cada diosa le va dando una cualidad diferente a la mujer recién creada.

Zeus se sorprende con la maravillosa obra de Hefesto y la llama Pandora (“la que da todas las cosas”), la ofrece como esposa a Prometeo y como dote matrimonial le entrega una caja con la recomendación de que no debe ser abierta por nadie y por ningún motivo.

En la misteriosa caja que Zeus ha dado a Pandora como dote de matrimonio, se encuentran todos los males que podría sufrir la humanidad: enfermedades, odio, violencia, guerra, tiranía, etc. Pero Zeus también ha puesto en aquella caja a Elpis, la esperanza, para que en caso de que los males sean liberados los hombres tengan fe en que podrán dominarlos y superarlos.

Prometeo no confía en Zeus, sospecha que su regalo de boda puede ser una mala jugada y rechaza a la mujer y su caja misteriosa. Sin embargo un hermano de Prometeo que se llama Epimeteo, se ha enamorado de la bellísima Pandora, la toma por esposa y guarda la caja en un recóndito lugar para que nadie pueda abrirla.

Hay que decir que Pandora no solo ha sido dotada por las diosas con sus virtudes y gracias, sino también con sus defectos. Además de bella y virtuosa la primera mujer es también caprichosa y curiosa, abre la caja de la cual todos los males y desgracias salen volando. En el fondo de la caja solo ha quedado Elpis, la humilde y bondadosa esperanza.

A Elpis (o Spes) se le llama “la última diosa”, porque la esperanza es el último recurso que le queda a los seres humanos cuando sobre ellos caen todos los males y parece que nada ni nadie los podría ayudar.

Prometeo quiere desquitarse con una burla y ofrece a Zeus los huesos de una res sacrificada, en vez de las carnes que agradan al dios olímpico. Por ese engaño Zeus lo condena a sufrir el doloroso suplicio en la roca del Cáucaso.

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