El Año Nuevo es siempre una oportunidad para establecernos metas e imponernos retos. Todos deseamos un mundo mejor, pero no lucimos muy dispuestos a trabajar para forjarlo. Pareciera que esperamos que alguien lo haga por nosotros.
En el deporte y sobre todo los atletas de élite han comprendido que nadie puede hacer las lagartijas por ellos. Para hacerse mejores tienen que trabajar duro. Esa es la única fórmula para trascender. Y así mismo ocurre en cualquier ámbito de la vida.
En nuestro deporte, figuras como Román González, Cheslor Cuthbert, Erasmo Ramírez y J. C. Ramírez han dedicado gran parte de su tiempo a pulir sus talentos, sacrificando familias y privándose de diversiones, porque tienen una meta.
Detrás de esas estupendas presentaciones del “Chocolatito” sobre el ring hay meses de entrenamiento duro y dietas rigurosas. Ahora es fácil verlo recibiendo homenajes por el mundo, pero es que ha trabajado para eso. Y lo mejor es que no se ha conformado con sus logros.
Lo mismo pasa con Cheslor, Erasmo y J. C., quienes han dejado de ser atletas comunes para convertirse en ejemplos de generaciones. Y tras ellos va Kevin Gadea, el joven que Tampa extrajo de Seattle y que espera iniciar en las Mayores.
También va Roniel Raudes, el impetuoso lanzador granadino que ha crecido mucho, Carlos “Chocorroncito” Buitrago, quien espera explotar de una buena vez y Melvin López, pugilista de mucho potencial.
Y van muchos otros atletas que por ahora no vemos y no conocemos, pero que trabajan duro para trascender, hacerse un nombre y asegurar su futuro. Ellos también han comprendido el método del éxito: trabajo duro.
Ojalá este año “Chocolatito” se mantenga en la cima y continúe alumbrando el camino, mientras Cheslor se establece, Erasmo salta al futuro y J. C. da el paso al frente que el tiempo le exige, mientras nos emocionan e impactan con su desempeño.
Este país, asediado por malos ejemplos, necesita del compromiso de estos atletas, que ahora son figuras y sobre quienes este pueblo ha decidido inclinar su admiración.