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Josefina Vijil

Acerca de la jornada escolar

Aunque en educación no existen verdades absolutas, la investigación internacional tiende a confirmar que entre mayor sea la jornada escolar más oportunidades de aprendizaje tienen los estudiantes, especialmente aquellos que “no pueden compensar lo que se resta a la jornada escolar con espacio, tiempo y estímulo para el estudio en sus realidades familiares”, (Martinic, 2015).

Una revisión sistemática de la literatura sobre el tema llevada a cabo por Redd et al. (2012) encontró que 18 de 28 estudios demostraron un efecto positivo de la extensión del año escolar en el logro académico y el porcentaje de asistencia de los alumnos.

Es por esta razón que muchos países están implementando ya la jornada completa de ocho horas diarias de clase.
Ciertamente el que los niños y niñas permanezcan en las aulas más tiempo no asegura el éxito del aprendizaje (Aronson, Zimmerman y Carlos, 1998), puesto que esto último depende del uso que se haga de ese tiempo lo que a su vez se deriva de una buena planeación didáctica que se ocupe de crear situaciones de aprendizajes pertinentes y de calidad con base en las necesidades particulares de los niños de cada grupo de clase. Sin embargo, cuando se reduce el calendario escolar, se reducen las oportunidades de que esos aprendizajes se pongan en marcha.

Sabemos que el tiempo establecido en los calendarios escolares disminuye sensiblemente al considerarse el tiempo real de horas de clase en un año lectivo. Según algunas investigaciones, en muchos países los días efectivos no son más de cien días al año y con frecuencia se pierde el 50 por ciento o más de las horas asignadas para la enseñanza (Abadzi, 2007 y 2009). Esto debido a entradas tarde, salidas temprano, recreos demasiado largos y uso del tiempo de aula para corregir cuadernos, transcribir del libro o de la pizarra. Esto, que es una realidad cotidiana en las escuelas nicaragüenses, ocurre sobre todo en las escuelas públicas y de las áreas más apartadas, por lo que son los niños más pobres los que tienen menos exposición a días y horas de enseñanza sistemática, lo que probablemente incide en los bajos resultados de sus aprendizajes.

Si adicionalmente consideramos que los avances en las ciencias pedagógicas plantean que para construir aprendizajes sólidos en los diversos campos es necesario usar metodologías activas y participativas que implican el desarrollo de procesos de exploración y experimentación, el acceso a fuentes diversas de información y la promoción del pensamiento crítico, todo lo que requiere de tiempo suficiente y adicional al que se cuenta actualmente, la reducción del tiempo de aula constituye un problema aún mayor.

Los resultados obtenidos en las pruebas Terce (2013) y publicaciones recientes (PEN, 2016; Ciases, 2016) muestran que los estudiantes nicaragüenses se están quedando atrás con relación a sus pares de la región e identifican los ingentes esfuerzos que necesitamos hacer como país para mejorar esta situación y aportar al desarrollo sostenible de la nación.

Es en este marco que preocupa la decisión del Gobierno expresada en el calendario escolar del año 2017 en la que se restan nueve días al ya poco tiempo de aula establecido en la Ley General de Educación.

Si a los inmensos desafíos educativos que tenemos como país, le sumamos una medida administrativa que resta días de clase y con ello oportunidades de aprendizaje a los estudiantes, la situación se torna crítica, por ello es preciso que hagamos llamado a la sociedad nicaragüense y en particular al Ministerio de Educación a reconsiderar esta decisión que vendrá a afectar de manera especialmente negativa a los estudiantes más pobres del país.

La autora es doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Es investigadora principal de CIASES, investigadora asociada del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la UCA, docente de la UCA y miembro de número de la Academia de Ciencias de Nicaragua (ACN).

Opinión educación jornada escolar archivo
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