14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Bjorn Lomborg

Oxfam y la desigualdad

Hoy en día existe la muy común y errónea impresión de que la desigualdad está aumentando inexorablemente. La organización Oxfam no ha hecho más que contribuir a esta mala interpretación, afirmando que las ocho personas más ricas del planeta acumulan la misma riqueza que la mitad de la población mundial.

Oxfam mide la riqueza neta, no los ingresos. Crucialmente, incluye la riqueza “negativa”, es decir que el 5 por ciento de los estadounidenses con préstamos estudiantiles o capital negativo sobre sus casas son considerados entre los más pobres del mundo, más pobres que las tres cuartas partes de la población africana. Esto significa que incluso el alma más empobrecida que se pueda imaginar a ojos de Oxfam es más rico que el 45 por ciento de la población mundial más pobre. Los datos de Oxfam también dejan fuera cualquier derecho a pensiones e ignoran por completo los grandes activos propiedad del Estado.

La verdadera historia sobre la desigualdad es mucho más optimista que la relatada por Oxfam. En esta otra los ingresos tienen mucho más peso que la riqueza. Medida a lo largo de los últimos dos siglos, la brecha existente entre los ingresos de ricos y pobres ha ido creciendo sin lugar a dudas. Pero esto se debe a que cada vez más personas salieron de la pobreza.

Hace casi doscientos años, alrededor del 94 por ciento del planeta estaba empobrecido. En 2015, el Banco Mundial concluyó que, por primera vez en la historia, menos del 10 por ciento del planeta estaba viviendo en la pobreza más absoluta. Centrarse únicamente en la desigualdad implica que podemos no ser capaces de reconocer este increíble logro de haber liberado a tantas personas del yugo de la pobreza.

En 1820, la diferencia entre los ingresos de los ricos y de los pobres estaba tan extendida a nivel mundial como en las sociedades más desiguales de hoy en día, tales como Brasil o México. Debido al rápido desarrollo de algunos países, la brecha creció a partir de 1820, y fue especialmente profunda desde 1950 hasta varias décadas después.

Pero a partir de la década de 1980 sucedió algo destacable. Junto con una gran cantidad de población que escapaba de la pobreza, surgió una clase media mundial emergente. Esta clase contaba con cerca de mil millones de personas en 1985. Hoy ha superado el doble hasta los 2.5 mil millones, con 430 millones más de chinos uniéndose a esta cifra. Esta es la razón por la que la desigualdad mundial ha disminuido en las últimas tres décadas y con bastante rapidez en lo que respecta a estos últimos quince años.

Dentro de los países, la desigualdad de ingresos ha aumentado en cierta medida, sin duda, sobre todo como resultado de la globalización. Pero la crudeza de la desigualdad es generalmente mucho menor ahora que hace cien años. Cuando escuchamos que el 1 por ciento más rico se queda con una participación récord de la economía tenemos que recordar que esto se basa en los datos solo para los EE. UU. y otros países de habla inglesa desarrollados. A modo de ejemplo, en los EE. UU. el uno por ciento con mayor renta se quedaba con el 19 por ciento de la renta total en 1913, pero el porcentaje cayó hasta un 10.5 por ciento en 1976, llegando a duplicarse hasta un asombroso 20 por ciento en 2014.

La experiencia es muy diferente en la Europa continental y Japón, donde el nivel más alto comenzó en 1910 con un porcentaje similar al de los magnates de EE. UU., se redujo posteriormente de forma parecida, pero desde entonces experimentó poco o ningún crecimiento. Como proporción, el 1 por ciento  de la población más rica en estos países gana alrededor de la mitad de lo que ganaba hace cien años. Esto forma parte del patrón global en el que la desigualdad ha ido disminuyendo, debido a que una población mayor de los países en vías de desarrollo ha salido de la pobreza.

Por otra parte, la desigualdad tiene mucha más importancia que los ingresos. La mitad de todos los avances en materia de bienestar desde 1960 al 2000 se deben al hecho de que vivimos más tiempo y llevamos una vida mucho más saludable. En el año 1900, una persona vivía hasta los treinta años de media; hoy en día, vivimos hasta los 71. Hace un siglo, aproximadamente, los avances médicos aumentaron los niveles de desigualdad, mientras que hoy estos avances se extienden cada vez más a casi todo el mundo. Durante los últimos cincuenta años, la diferencia en la esperanza de vida entre los países más ricos y los más pobres del mundo se ha reducido de 28 a 19 años. La investigación muestra que la desigualdad en la esperanza de vida de hoy en día es menor de lo que ha sido durante dos siglos.

La desigualdad en la educación también ha disminuido en el mundo. En 1870, cuando más de las tres cuartas partes de la población global era analfabeta, el acceso a la educación era aún más desigual que la disparidad de ingresos. Hoy en día, más de cuatro de cada cinco personas pueden leer y los analfabetos son en su mayoría personas de edad avanzada, mientras que las generaciones más jóvenes han conseguido un acceso sin precedentes a la educación.

La desigualdad es sin duda un asunto importante, no es un asunto menor, porque un exceso de disparidad puede reducir el crecimiento y detiene la movilidad social. Necesita ser abordado, pero debemos tener cuidado con las afirmaciones sobredimensionadas que pasan por alto el increíble desarrollo que se ha producido en diversos ámbitos, reduciendo la cifra global de los verdaderamente pobres y acortando las diferencias existentes de ingresos, educación y salud.

El autor es director del Copenhagen Consensus Center y autor de los best seller “El ecologista escéptico” y “Cool It”.

Opinión Oxfam archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí