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Jesús, vida

Lo nuestro es ser luz

Jesús desarrollo su vida en Galilea, región mal vista por el pueblo judío, y hasta le decían despectivamente Galileo.

Jesús desarrollo su vida en Galilea, región mal vista por el pueblo judío, y hasta le decían despectivamente Galileo. Por lo que a sus discípulos les llamaban despectivamente “galileos”.

La verdad es que es allí, en Galilea, en un pueblo en el que habitaban las tinieblas, en donde Jesús pasa toda su vida pública dando su luz y dando la buena noticia del Reino, como nos dice el evangelio de hoy (Mt. 4,12-17) y llama a sus discípulos para que le sigan (Mt. 4,18-23). Con Jesús, Galilea, “vio una luz intensa”; el paso de Jesús fue una llamada a la conversión, un pasó de la muerte a la vida (Mt. 4,16).

Nosotros estamos acostumbrados a gozar de luz en todas las horas que lo deseamos, sea de día o de noche. No sé si alguna vez habrán pensado qué sería de nuestro mundo de hoy sin luz eléctrica. El caos sería espantoso tanto en el tráfico, como en las grandes y pequeñas industrias, en los edificios, en los hospitales. Empezarían a escasear los alimentos y a aumentar los delitos, los robos, la inseguridad… Si con unas horas que hay apagones nos “cortamos los pulsos”.

Pero puede darse el absurdo de que en medio de un mundo lleno de luz, su gente viva en una completa oscuridad por dentro. Hay gente que no sabe ni por qué ni para qué vive; gente desorientada, sin norte alguno en su vida.

Hay gente metida en el oscuro mundo de la droga, de la corrupción, del egoísmo y la injusticia… Y, como dice el libro de los proverbios, “el camino de los impíos es oscuridad” (Prov. 4,19). Hay gente que gira solo alrededor de la necedad de la mentira, de la fachada, de las apariencias y, como dice el Eclesiastés, “el necio anda en las tinieblas” (Ecl. 2,14).

Hay mucha gente incapaz de distinguir entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira. Viven en la oscuridad. Se parecen a aquel hombre terco que ve un pedazo de jabón y le dice a su amigo que es un pedazo de queso. Viven en la oscuridad porque siempre va con intenciones torcidas en la vida, como dice Jesús: “Si tu ojo es malo, todo tu cuerpo está en tinieblas” (Lc. 11,34). Hay gente que vive en la oscuridad porque es incapaz de amar, como dice San Juan: “Quien aborrece a su hermano, vive en tinieblas” (1Jn. 2,9) y porque han echado fuera de sí la fuente de luz que es Dios (1Jn. 1,5).

En el libro de los Salmos se le pide a Dios muchas veces que nos dé su luz: “Envíame, Señor, tu luz y tu verdad; que ellas me guíen” (Sal. 43,3). “El Señor es mi luz y mi salvación” (Sal. 27,1). Los profetas invitaban constantemente al pueblo a que dejaran las tinieblas y se llenaran de la luz de Dios: “Pueblo mío, camina en la luz del Señor” (Is. 2,5).

Nosotros vemos a Jesús como la gran luz que puede iluminar nuestra vida, como decía el profeta Isaías: “El pueblo que habitaba en tinieblas, vio una luz grande” (Mt. 4,16; Is. 9,1). Y Jesús nos dice: “Yo soy la luz del mundo; quien me sigue no anda en tinieblas” (Jn. 8,12).

Todo cristiano, como dice San Pablo, es “hijo de la luz” (1Tes. 5,5). Lo nuestro es vivir en la luz y ser testigos de la luz para quitar las tinieblas de este mundo. Por eso, Jesús, recorría Galilea invitando a que le siguieran y fueran pescadores de hombres, portadores de su luz por todo el mundo (Mt. 4,18-22), como sigue llamándonos también hoy a nosotros.

Religión y Fe Iglesia Católica. La Voz del maestro archivo

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