Si bien la coherencia es la armazón angular de su texto, no podemos obviar la claridad, ya que sin ella usted no puede comunicarse con su auditorio, con razón algunos la consideran la diosa de la redacción, ella es un elemento importante que solo existe sobre la base de la concisión y la sencillez.
La concisión estriba en usar el menor número de palabras para expresar una idea con la mayor exactitud posible, lo contrario de ella es la vaguedad, la imprecisión, el exceso de palabras.
Otra de las cualidades es la simplicidad, esta parece ser fácil pero puede convertirse en una tarea difícil porque casi siempre tratamos de complicarlo todo, algunos piensan que mientras más enredado escriban darán muestras de ser muy inteligentes. Criterio erróneo pues el mejor maestro, el mejor comunicador es quien logra una comunicación efectiva con sus receptores.
Algunas recordaciones para mejorar la claridad son: imagine que está delante de un público receptor del mensaje, entonces trate de integrar aspectos del lenguaje no verbal (una mirada afable, un gesto de advertencia) al discurso por medio de las palabras, del tono, del contenido.
Para que su mensaje sea claro debe tener estas características:
Totalidad: cada palabra, frase o párrafo está en función del resto. Es la red de conexiones entre ellas la que da el significado al texto
Comprensibilidad: hay que plasmar por escrito lo que quiere hacer entender. El discurso ha de ser comprensible. Debemos tener en la mente al destinatario. Eso ayudará a poner los ladrillos del discurso
Continuidad: el texto exige un avance, desde la primera línea hasta la última.
Al construir un texto debemos recordar que el lector solo tendrá la concepción de totalidad cuando haya terminado el texto, por tanto hasta ese momento ha de ser guiado y motivado para que tenga una idea más o menos clara de lo que ha leído y mantenga su interés de seguir leyendo.