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manipulación en Nicaragua, pareja presidencial, Nicaragua
Fco. Javier Sancho Mas

Las voces de la tierra

En mi pequeña ciudad natal, en tiempos de la dictadura, el gobierno se alió con unas empresas para instalar en las afueras un polo industrial, a orillas de uno de los ríos que rodean la ciudad. En ese enclave, el agua del mar entra y se mezcla con el río, y para darle nombre a ese nuevo accidente, la gente convino en cambiarle el género gramatical y llamarle “ría”. Mi madre me contaba, con fotos en blanco y negro, cómo iban a bañarse a la playa de la ría. Era el lugar de recreo de su tiempo. Pero los desechos industriales la contaminaron totalmente desde los años sesenta.

Si bien no faltaban grupos que se oponían a la presencia de las fábricas por supuestos riesgos para nuestra salud, recuerdo la contestación repetida y rotunda de algunos trabajadores: “Prefiero que mis hijos se mueran de cáncer a que se mueran de hambre”. Con frases así, se acomodaban todas las justificaciones y excusas de trabajadores, empresarios y políticos. Y yo también me acostumbré a mirar el ecologismo como algo menor, una causa perdida de cuatro locos que, posiblemente, tenían razón, pero…

Quizá porque tenemos la tendencia cruel o perezosa de mirar para otro lado tantas veces, hay que esperar a que los muertos nos griten. Y que nos muestren, como en el cuento de Dickens, lo que es obvio en nuestro pasado, presente y futuro.

El último defensor de la tierra asesinado, hace unos días, se llamaba Isidro Baldenegro y sabía que lo iban a matar. Lo mismo habían hecho con su padre en los años ochenta. Y por eso heredó su causa y su destino a los veinte años. Defendió los bosques de pinos y robles de su pueblo en la Sierra Madre, en México. Se enfrentó por ello a narcotraficantes y madereros. No se rindió.

Berta Zúniga Cáceres tiene 25 años y también ha tomado el testigo de la lucha de su madre, asesinada el año pasado en Honduras por defender los ríos del pueblo lenca contra los intereses hidroeléctricos de una multinacional china y su socia hondureña. Berta Cáceres obtuvo, como Baldenegro, el premio Goldman, que se otorga a los defensores del medioambiente. En la ceremonia de entrega pronunció un discurso breve pero ya histórico. Habló de la vocación de su pueblo como “custodio de los ríos”. Habló misteriosamente de otras defensoras del río: “Los espíritus de las niñas que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas para la defensa de los ríos es dar la vida por la humanidad y por este planeta”. Hay algunas mujeres y hombres que se toman las palabras en serio. Ellos mismos se vuelven palabras de carne.

Contra un gobierno con tintes dictatoriales y también contra una empresa de capital chino se está enfrentando Francisca Ramírez, una líder campesina de Nicaragua, que se ha opuesto a la construcción de un descomunal canal interoceánico que afectaría no solo las tierras de comunidades campesinas sino a la mayor reserva de agua de Centroamérica, el Gran Lago de Nicaragua. De momento, Francisca no se ha dejado amedrentar a pesar de la represión emprendida por parte de las fuerzas policiales del Gobierno. Sabe a lo que se arriesga, pero se ha convertido en una voz enorme, viva y patriótica.

En Estados Unidos (EE. UU.), el pueblo Sioux se ha vuelto a levantar esta semana. Donald Trump decidió reactivar la posibilidad de construir dos oleoductos que afectarían severamente el medioambiente de una gran parte del norte de EE. UU. Uno de ellos, el Dakota Access, fue detenido por la lucha de las comunidades indígenas Sioux. Trump dijo más tarde que “el ambientalismo está fuera de control”.

Las voces de la tierra nunca se apagan. Si Berta tenía razón, en los ríos, están los espíritus de las niñas; en los bosques, las voces de ella o de Baldenegro, o de los cientos de ecologistas asesinados en los últimos años. Las voces no se apagarán mientras haya raíces. Son las de todos, las de nuestras niñas y nuestra madres. Nos conviene a todos escucharlas y darles eco, acompañarlas, ser sus voces, sus palabras de piel, madera y rías. Seguramente es la causa mayor de nuestro tiempo.

 El autor es periodista.
[email protected].
@sancho_mas

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