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LAPRENSA/Thinkstock

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“Objetor de conciencia”

“La excepción era un chico muy espigado, rubio como el trigo, de ojos azules y un perfil tan dolicocéfalo que solo se encontraba, como ejemplo, en las láminas para enseñar la crianza de razas nórdicas".

A Herdy

Están en la brigada, en pleno entrenamiento militar, Günter no describe al detalle a sus compañeros, salvo a uno muy particular, y lo hace con una carga poética singular: “La excepción era un chico muy espigado, rubio como el trigo, de ojos azules y un perfil tan dolicocéfalo que solo se encontraba, como ejemplo, en las láminas para enseñar la crianza de razas nórdicas. Barbilla, boca, nariz, frente, dibujados con un solo trazo, merecían la calificación de “pura raza”. Un Sigfrido parecido a Baldur, dios de la Luz. Resplandecía más radiante que la luz del día. No tenía ninguna tacha ni una verruga diminuta en el cuello, en la sien”. Pero el joven rehusaba aprender a manejar ningún arma, “nosotros no hacemos eso”, es la frase que repetía castigado por el instructor militar porque en la formación matutina dejaba caer su fusil lentamente, Günter archiva ese recuerdo como una escena cinematográfica en ralentí para fijarla en su memoria impregnada de poesía, en lo real es obvio que todo cuerpo pesado cae veloz. Del objetor de conciencia no dice el nombre, su procedencia ni el lugar destinado al dejar la brigada, y solo le dedica este lamento breve: “Desde que no existía, se le echaba en falta casi dolorosamente, pero nunca se convirtió en modelo”. Suponemos que en modelo de rebeldía, pues ya lo ha destacado con esta frase: “Hubiera podido ser modélico para la cría de la raza nórdica”.

Si bien el ideal de belleza es una constante en la mitología germana afín a la del clasicismo griego, la crianza de la raza para obtener ejemplares perfectos remite a técnicas de veterinarios científicos ocupados en mejorar los hatos ganaderos, equinos, o selecciones perrunas, etc. y no cabe duda que llevó a los dirigentes nazis al top del racismo excluyente practicado en los campos de exterminio, damos por sentado que nuestro apreciado escritor nunca estuvo de acuerdo con tal política. Günter Grass fue un gran dibujante, llenaba de imágenes los muros de la barraca, es raro que no haya dibujado al objetor de conciencia de un solo trazo en una sesión al aire libre donde el sol lo pondría más luminoso, donde el viento habría agitado la espléndida cabellera rubia del muchacho, a los jóvenes del servicio militar empezaba a enronquecérseles la voz y a brotarle el vello del pubis y las axilas, él posando sereno pudo parecer un ángel del Botticelli, como los de los cromos o figuritas de los álbumes de arte europeo que el escritor coleccionaba. Todos se preguntaban las razones para ser desertor en Alemania, su país en guerra rodeado de naciones enemigas, pero en general lo consideraban un imbécil, miembro de una secta extraña y hasta testigo de Jehová, bueno, realmente un S.M.P., un servicio militar patriótico es objetable en una guerra civil, en una guerra interna fratricida. Pero la memoria es liebre que pega brincos imprevisibles, cuando una combustión interna presiona por aflorar a la superficie porque el magma hierve y alcanza temperaturas de estallido, más la cebolla está allí, conformada por capas que a veces hacen llorar sin pelarla.

Cultura Conciencia Mitología objetor archivo

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