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Justo Pastor Ramos

El año… historia del tiempo

Los nicaragüenses, al igual que todo el mundo en el comienzo del mes pasado,  entre el regocijo de la familia y amigos celebramos con fe y esperanzas el advenimiento del nuevo año, un acontecimiento trascendente que es la historia del tiempo y cada 365 días nos transmite espiritualmente el anhelo de alcanzar nuevas metas, no obstante la nostalgia que nos deja por todos sus recuerdos el año viejo; las alegrías y tristezas.

El año como muchos sabemos es un periodo de tiempo cuyo origen se remonta —según el libro de Génesis de las Sagradas Escritura— al momento de la creación o más bien al suceso del diluvio universal, desde donde Noé inicia la contabilidad del tiempo con sus días y sus noches asumiendo una cronología que más tarde los hebreos como los judíos discurriendo con las fases unisolares ajustaba, práctica que en el año 359 d.C  se realiza con el calendario juliano por considerarlo entonces arbitrario. Luego en el año 1582 el papa Gregorio XIII por iguales razones modificó este calendario, siendo de este, su padre y creador el jesuita Clauxius, quien fue considerado uno de los más grandes astrónomos del siglo XV.

En la continuidad de este registro o modificación  celebramos la llegada de este periodo de tiempo alimentados como es natural, de la esperanza en transcurrir este espacio histórico de tiempo con mejores condiciones mediante el logro de poder alcanzar cambios que transformen la actual situación en un ambiente de paz y prosperidad, no obstante las nostalgias que nos ha causado la despedida del 2016 cuando a nuestra memoria concurren los recuerdos de acontecimientos que trajeron a unos satisfacciones indisolubles, al haber resultado para ellos el tiempo de la abundancia de bienes como de realizaciones placenteras que les han permitido entre otros la culminación de cuanto sueños guardaban en sus ambicionados  pensamientos, a otros habría dejado frustraciones y desventuradas experiencias que como goteras sempiternas en verano chocaron en el techo de sus proyectos o propósitos anhelados, más aun, a otros, los que están arraigados al corazón de la tierra con las trivialidades de la vida, les dejó entre sí, la resignación de sus mismos sentimientos la creencia de que los resultados del año fueron para ellos el propósito inmutable de Dios.

Por lo anterior el nuevo año nos invita a meditar en una transición espiritual dentro de la cual podamos crear proyectos nuevos superando lo que se nos han quedado por hacer, convendría pues tanto como es necesario, practicar entre los nicaragüenses una sincera reflexión orientados a conformar acciones propicias para nuestro progreso y desarrollo social lo que redundaría en beneficio de la sociedad tan vacía de solidaridad como de los valores que fomentan la paz y el amor en nuestro medio.

La mayoría del pueblo se debate en la pobreza extrema, la incertidumbre y lo impredecible; cada año el  crecimiento demográfico es mayor y el desempleo se acrecenta creando problemas económicos, sociales, ideológicos, étnicos y culturales, problemas que son obligación  suponemos de los gobiernos tanto central como municipales,  rectores de los destino de este pueblo el cual es una realidad psíquica, económica y política por ello deben buscar soluciones que cambie  el sistema social y la política actual. Repito, somos una nación que cree y se relaciona con Dios, que ama la naturaleza el trabajo y la paz.

Por todo lo antes expresado, los nicaragüenses debemos esperar con fe y confianza que el año que hemos  iniciado, con la ayuda del gran Señor de la vida, sea un año de prosperidad, de unidad familiar y solidaridad social que sea un tiempo donde los celajes infinitos del cielo  iluminen el destino de Nicaragua para que en ella brille también la estrella de Belén y alumbre los viejos caminos por donde cabalgaremos cual Quijotes en busca de molinos.

El autor es historiador.

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