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José A. Castro Urioste

Trump: génesis de un gobierno ¿y cuánto durará?

Donald Trump llega a la presidencia de Estados Unidos (EE. UU.) con un discurso en contra de todos (o casi todos). En contra de la comunidad mexicana (y por ende en contra de toda la comunidad hispana/latina de EE. UU.) y los recientes decretos sobre el muro son el signo de una declaración de guerra de Trump hacia México (sabemos bien que no todas la guerras son militares), son el signo que para Trump, México es un enemigo. La pregunta que cabe es: ¿qué intereses creados hay en Trump y su grupo para agredir a México? ¿Qué se esconde detrás de esa conducta de atropello a la sociedad mexicana? El discurso del presidente que no ganó el voto popular es también en contra de los musulmanes (y los recientes decretos presidenciales en contra de siete países de población mayoritariamente musulmana ha creado serias tensiones dentro y fuera de EE. UU. y pueden ser caldo de cultivo para ISIS), en contra de las mujeres (sus acusaciones de misógino abundan), en contra de la comunidad gay, en contra de los tratados de libre comercio, en contra de los medios de prensa, en contra de China, en contra de la OTAN, en contra de la CIA (lo cual, si se piensa por un fragmento de segundo es tremendamente absurdo y peligroso para un gobernante norteamericano). Y la lista, por supuesto, puede continuar y continuar y continuar. La marcha de mujeres, realizada el 21 de enero en distintas y distantes ciudades, que reunió a más de un millón de personas en EE. UU. es una de tantas posibles respuestas a ese discurso de Donald Trump. Repito y subrayo: es solamente una repuesta; pueden haber muchas más, van a haber muchas más debido a que la lista de ataques de Trump es casi infinita. En este contexto cabe la pregunta: ¿esta tensión social creada por Trump dejará dormir con tranquilidad a la élite republicana tradicional (y recordemos que ésta siempre han sido favorable a los tratados de libre comercio y según Noam Chomsky es una de las organizaciones más peligrosas)?

Tal vez sea como llover sobre mojado: Trump no pertenece al grupo de poder tradicional, el que hoy en día controla ambas cámaras en el Congreso. Después de las elecciones surgió la pregunta: ¿el presidente electo mantendrá las amenazas de campaña? Se especuló entonces que Trump (de quien algunos habían creado la imagen de un gran negociador) estaría tranzando con miembros del grupo de poder tradicional (con miembros del partido Republicano, a fin de cuentas) en la conformación del gabinete. Eso no sucedió. No hubo dicha invitación, no hubo, no hay, participación del sector tradicional del Partido Republicano en las decisiones de Trump.

Después de las elecciones también surgió la pregunta: ¿Rusia tuvo influencia en los resultados de las elecciones norteamericanas favoreciendo a Donald Trump? La posibilidad es más que grave. Los hechos hablan más que las palabras. Trump ha expresado una cordial relación con el gobierno de Putin. Trump se enfrenta a todos o casi todos: de las pocas excepciones, es Putin. Si ha habido esta influencia, esa “ayuda”, en los resultados electorales, la pregunta es: ¿a cambio de qué? Si ha habido esa ayuda ¿en qué consiste esa transacción? ¿qué de la sociedad norteamericana podría haber empeñado Trump (quien ha demostrado no tener ningún escrúpulo)? Esa “ayuda” no puede ser gratuita, debe tener un costo, y un alto costo. Y la otra pregunta que cabe: ¿ese costo podría ser aceptado, tolerado, por la élite política tradicional? ¿Ese costo podría afectar los intereses de la élite tradicional? Y si fuera así, esa élite política tradicional ¿se mantendría de brazos cruzados? ¿O tomaría cartas en el asunto? En todo caso, son preguntas cuando todo esto apenas recién empieza.

El autor es escritor peruano.

Opinión Donald Trump Estados Unidos archivo
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