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OEA, Nicaragua, elecciones municipales, partidos políticos

Procedimiento para una paz firme y duradera

En el discurso de su tercera toma de posesión consecutiva, el pasado 10 de enero, el presidente designado Daniel Ortega en las “elecciones” marcadas por el mayor grado de abstencionismo histórico elogió lo que llamó el “milagro” de la paz en Nicaragua

En el discurso de su tercera toma de posesión consecutiva, el pasado 10 de enero, el presidente designado Daniel Ortega en las “elecciones” marcadas por el mayor grado de abstencionismo histórico elogió lo que llamó el “milagro” de la paz en Nicaragua, paz que por cierto ha traído progreso sostenido y que debe ser permanente, duradera.

Se refirió con mucho orgullo a los Acuerdos de Esquipulas II, firmados por todos los presidentes centroamericanos un 7 de agosto de 1987, entre los cuales estaba uno de los invitados a la toma de posesión, el expresidente de Guatemala, Vinicio Cerezo.

Siendo entonces uno de los directores de la Resistencia Nicaragüense, debo reconocer que este acuerdo fue apoyado con cautela primero y con decisión después, por las fuerzas insurgentes y al final derivó en procesos electorales libres y transparentes en cada país, lo que a su vez trajo la paz a la región. El acuerdo tiene un nombre largo pero que refleja no solo el fin, sino el fondo, o sea, cómo lograr el objetivo de la paz, se titula: Procedimiento para alcanzar la paz firme y duradera en Centroamérica.

Por medio de la firma de sus presidentes, los Estados centroamericanos se comprometieron entonces a establecer un diálogo nacional, que diera paso a un proceso de reconciliación nacional en aquellos países “donde se han producido profundas divisiones dentro de la sociedad”; a una amnistía general por los delitos políticos y conexos; a una exhortación al cese de las hostilidades a las fuerzas irregulares o insurgentes; a la democratización de cada uno de los Estados definida como un proceso democrático pluralista y participativo, la vigencia plena de los derechos humanos, la plena vigencia de libertades individuales como la libertad de expresión y, como “la joya de la corona”, se comprometían una vez creadas las condiciones inherentes a la democracia “celebrar simultáneamente elecciones libres, pluralistas y honestas en el primer semestre de 1988”.

Los años transcurrieron y en el caso de Nicaragua, aunque la paz aún es nuestra principal presea, que todos sin excepción debemos cuidar y cultivar, en años recientes hemos visto retrocesos institucionales dramáticos en el marco democrático y electoral de lo que entonces se definió como un “procedimiento para alcanzar una paz firme y duradera”.

El diálogo solo se mantiene con el sector empresarial, las elecciones nacionales y municipales han estado plagadas de fraude, la participación en los procesos electorales, particularmente en el último, ya no ha sido pluralista y por ende, competitiva. Aunque hay respeto absoluto a la libertad de prensa, no hay la libertad de información porque el gobierno discrimina a los medios independientes que cada vez son menos, particularmente audiovisuales.

Si bien se ha logrado preservar la paz, a veces utilizando métodos reñidos con los derechos humanos, para garantizar que esta paz sea duradera debemos regresar al procedimiento que señalan los Acuerdos de Esquipulas II, firmados incluso por el propio Daniel Ortega.

Cierto que en lo social, la Policía Nacional ha realizado una labor digna de encomio en materia de seguridad ciudadana, lo que también es fundamental para mantener la paz y la seguridad que caracteriza a nuestro país y le da muy buenas calificaciones para la inversión extranjera y el turismo, sobre todo cuando se compara con nuestros hermanos del norte.

A pesar del retroceso institucional en el campo político, Nicaragua tiene buenas calificaciones en materia de seguridad. Por eso, en aras a la objetividad que me caracteriza, contesté positivamente estas dos preguntas que me hiciera recientemente un amigo empresario guatemalteco: ¿Recomendarías vivir en Nicaragua? ¿Recomendarías invertir en Nicaragua?

La paz es una presea que todos estamos obligados a valorar y salvaguardar, pero más aquellos que tienen el poder de generar grandes cambios para asegurar que esta paz sea realmente firme y duradera, no como la paz de Somoza, que fue basada en la concentración de poder, sino como la que se comprometieron los presidentes centroamericanos con la firma de aquel acuerdo histórico para terminar con los conflictos bélicos en la región.

El autor es periodista, exmiembro del Directorio de la Resistencia Nicaragüense.

Columna del día Daniel Ortega Esquipulas Nicaragua archivo

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