El panorama de la educación superior en nuestro país presenta nuevos retos y desafíos en materia social y económica; el acceso a la educación, calidad educativa, inclusión estudiantil, reducción de desertores en las universidades, oportunidades de empleo, trabajos dignos, etc. A esto se le suma las dificultades económicas.
Ahora bien, si el acceso a la educación de calidad en una institución universitaria es limitada en comparación a la cantidad de bachilleres egresados por año de colegios públicos y privados que se estima rondan los sesenta mil, la permanencia de los jóvenes matriculados es considerablemente baja, pues, según cifras del CNU, la cantidad de egresados universitarios titulados hasta el año 2015 suman un total aproximado de 260,000, y los estudiantes activos para ese mismo año eran de 163,000 alumnos inscritos, esto equivale a que la cantidad de graduados es solamente una tercera parte del total de jóvenes que ingresan a las universidades. Datos verdaderamente inquietantes.
Dichas cifras se presentan como puntos críticos para la estabilidad social y económica del país, pues, los jóvenes que por diversas razones no pueden tener acceso a la educación superior tienen mayor probabilidad de pertenecer al segmento de jóvenes con múltiples factores de riesgo, es decir, jóvenes que están propensos a cometer actividades ilícitas como la delincuencia y el consumo de drogas por mencionar algunas, contribuyendo a la propagación del narcomenudeo, inseguridad comunal, violencia intrafamiliar, migración, etc.
Sin embargo, hay que mencionar que algunas instituciones de educación superior desarrollan programas de inclusión juvenil, con lo que contribuyen a la disminución de estos factores de riesgo, entre estos programas se destacan el sistema de becas con financiamiento total o parcial de las carreras, oportunidades técnicas y especializaciones para que los jóvenes con capacidad y talento pueden optar a estos programas de inclusión.
La importancia de la educación superior es tal que no solo incrementa el potencial profesional integral de los jóvenes si no, y aún más importante, el desarrollo de un país. Apostar por la educación en jóvenes es sinónimo de progreso social, países latinoamericanos como Brasil, Chile, México y Colombia, con mayor producción interna y desarrollo sostenible, son países que apostaron por mejorar su sistema educativo y permitieron el acceso gratuito a sectores más pobres de la población dando cabida a mayores posibilidades de crecimiento económico. La educación conjugada con las nuevas tecnologías y la necesidad imperante del joven por aumentar sus niveles de vida han demostrado ser fructíferos en el progreso personal ya que el uso de estas herramientas facilita el acceso a la información necesaria para el estudio y otorga al estudiante un espacio donde puede juzgar y contrastar las diferentes realidades entre países y contextos y entre épocas según sea el caso.
Ser un profesional en Nicaragua, me convierte en un contribuyente potenciador de desarrollo, permite reducir los índices mencionados anteriormente, favorece el crecimiento comunitario, motiva a más jóvenes para que opten y participen de estos programas, por supuesto desarrollando un pensamiento crítico y un criterio propio, propicio para la generación de propuestas de mejoramiento social y por sobre todo demostrándole a la sociedad que en nuestro país con voluntad, esfuerzo, dedicación, pasión y sacrificio personal sí se puede sobresalir.
El autor es estudiante universitario de la carrera de Diseño Gráfico (Upoli).