La degustación casa a casa, días de trabajo sin descanso más la preocupación que los ingresos fueran suficientes para hacer su sueño una realidad, fue la base con la que María Elena Castillo emprendió su pastelería en 1992, en Granada.
Enfermera de profesión, pero amante a la pastelería desde la adolescencia, la emprendedora explica que instalar un negocio en esa década era muy duro pues no había los suficientes insumos para tener la variedad deseada.
Trabajó 18 años para el Ministerio de Salud en el país, hasta que un día su esposo le animó a dejar esa asignación y que hiciera algo nuevo para su vida. En ese momento vio la oportunidad de dedicarse al pasatiempo que por años había cultivado.
“Yo le dije que si él me iba ayudar, que yo iba de viaje. Y es así que con mi liquidación y ahorros los guardé. Estudié repostería con una señora que me enseñaba los sábados y empecé dando a probar de mis pasteles a mis amistades”, recuerda Castillo.
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El arranque
Una vez compró algunos de los utensilios, buscó a otra persona que le ayudara a vender en otro punto, mientras ella preparaba la repostería por las mañanas y panadería por las tardes.
Fue así que una vitrina, unas mesas y un molinillo se convirtieron en sus herramientas de trabajo, sin siquiera imaginar que dos décadas después tendría gran impacto para su familia y nuevas generaciones a las que brindaría trabajo no solo en Granada, sino también en Masaya y Managua.
“Era duro porque me tenía que ir con mis hijos en aquel entonces al mercado Oriental, en Managua, y luego veníamos guindados en los buses con toda la mercadería”, recuerda la emprendedora.
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Día de las Madres fue clave
Pero el “boom” de sus ventas lo experimentó el primer 30 de mayo, fecha en que el país celebra a las madres. Ese primer año ella y su colaboradora prepararon casi cien pasteles, que no fueron más porque a eso de las 5:00 p.m. se quemó la batidora que utilizaban para mezclar. Castillo reconoce que ese fue el salto que la llevó a darse a conocer ante la clientela.
“Yo misma salía a las calles y entre mis amistades les decía que estaba vendiendo pasteles. Les llevaba para que lo probaran”, sostiene.
Luego de esto una nueva etapa inició para Castillo cuando al país empezaron a retornar empresas transnacionales que proveían insumos y equipos para cocina.
Fue así que compró su primer horno industrial y tenía más capacidad para elaborar sus pasteles y repostería y por ende vender más productos.
Todos esos años de trabajo en los que Castillo se despertaba a las 4:30 a.m. y podía regresar para descansar hasta las 10:00 u 11:00 p.m. dieron como resultado el pago de la educación de sus hijos, la reconstrucción de una casa de adobe que funcionaba como vivienda y a la vez el centro de operaciones de los mejores pasteles que se vendían en Granada.
Junto con el crecimiento la cantidad de empleados pasó de dos a diez e invirtió para diversificar los productos.
“Ya no solo eran los pasteles, ni panadería sino que empecé a capacitarme para aprender de postres y luego enseñarle a la gente que estaba conmigo”, relata.
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La diversificación fue clave
Actualmente ofrece más de sesenta productos entre las tres sucursales, pero para llegar a ello, entendió que era necesario siempre tener algo nuevo para sus clientes que ya con una década de existencia le tomaban como referencia en sus celebraciones.
Fue ese escenario con el que pasó el año 2000 y Castillo con ciertas enfermedades provocadas por el arduo trabajo físico aprendió a delegar algunas responsabilidades en sus hijos y pasar a coordinar los detalles para sostener la calidad, cuenta.
“Uno de mis hijos es el que aprendió sobre barismo y quien se encarga de enseñarnos para que brindemos cafés de calidad, porque esa es otra área en la que nos hemos metido. Preparación y degustación de un buen café, ya sea frío o caliente”, explica la emprendedora.
Pero también idearon una forma para ofrecer mesas de dulces en cumpleaños, bautizos y bodas. “Ahora hemos entrado en una dinámica en la que ofrecemos el servicio de mesas de dulces en la que podemos llevar una variedad, ya sean dulces o salados”, explica Castillo.
El alto costo
Todas esas opciones también han resultado de la necesidad de hacer sostenidos los ingresos pues la propietaria de Pastelería María Elena cuenta que la tarifa eléctrica ahoga a ese sector además de los costos de una serie de insumos que se necesitan para operar.
“Eso de la energía nos preocupa tanto. Cuántas veces no he podido dormir pensando en la carga que significa tener un negocio, pero nuestro compromiso con los trabajadores nos levanta a diario para poder hacerle frente”, agregó.
Otro aspecto “es la carga de impuestos. Una mipyme que la Dirección General de Ingresos la registra en el régimen general usted no tiene idea de los desafíos que enfrentamos porque al cobrar impuestos a los consumidores, muchos la piensan y esa es la parte que no quieren ver. El daño que nos causa, pero aquí estamos haciendo de este pasatiempo una realidad que nos beneficia a muchas familias”, dijo.
Y ese auge en sus operaciones, más la participación de sus hijos en el negocio, le animó a que abrieran las sucursales de Masaya y Managua.
Y aunque el cansancio limita algunas acciones de esta madre de cuatro hijos, cree que con disciplina y perseverancia se puede lograr lo que una persona se proponga.
“A las nuevas generaciones puedo decirles que si creen y se lo proponen y son perseverantes van a ver cosas buenas”, puntualizó