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Enrique Sáenz

La OEA, ¿asunto de compadres?

Es natural que el informe publicado el 20 de enero por el secretario general de la OEA, Luis Almagro, sobre sus acuerdos con Ortega, provoque tanta polémica. Y hay que subrayarlo, salvo los acostumbrados paniaguados del régimen, la totalidad de las voces que se han expresado lo hicieron en términos críticos.

No es para menos. Más allá de las expectativas que unos y otros pueden haberse forjado, el hecho es que el secretario general de la OEA tiene un marco normativo internacional al que se debe. Y el acuerdo suscrito con Ortega quedó muy distante de ese marco. Y muy cerca de los intereses del régimen dictatorial.

Para comenzar, Almagro se contagió del secretismo de Ortega. Que los funcionarios del régimen no digan una palabra no es extraño, porque es su costumbre. Pero que ningún funcionario de la Secretaría General haya abierto la boca para ofrecer a los nicaragüenses una explicación sobre lo pactado con Ortega, no tiene justificación. No solo porque se trata de un texto cargado de ambigüedades sino, primordialmente, porque está en juego el destino de millones de nicaragüenses.

Señor Almagro: una cosa es el sigilo diplomático y otra es el secretismo. Usted nos debe una explicación. Para utilizar las palabras que usted publicó en un artículo reciente: “No podemos permitir que el silencio se transforme en cómplice de malas prácticas”.

Vamos al punto. El acuerdo, al menos en la parte que se publicó, presta a Ortega todo lo que pretendía:

• Presentar la farsa electoral como hecho consumado y colocarle como lápida: Lo robado, robado está.

• Utilizar a la Secretaría General de la OEA como hoja de parra para encubrir su flagrante violación de la Carta Democrática Interamericana, y exhibir el acuerdo como recurso de “legitimidad” para intentar neutralizar el proyecto de ley conocido como “Nica Act” y distraer a la opinión adversa que prevalece en gobiernos y en la opinión pública informada de América Latina.

• “Patear la pelota hacia adelante” para ganar tiempo y revolver el río con el cuento de las elecciones municipales y la presunta observación electoral de la OEA.

Sin embargo, no podemos ni debemos dar esta batalla por perdida. Primero, porque el texto no está escrito en piedra y el juego va para largo. Todavía hay capacidad de maniobra. Segundo, porque Almagro es un funcionario de la OEA. Quienes deciden en esa organización son los Estados Miembros representados por sus gobiernos y ya sabemos que Ortega allí no goza de muchas simpatías.

Por supuesto, la batalla es cuesta arriba. Basta saber quiénes integran la comisión designada por Almagro para las negociaciones con Ortega. Todos son compadres, exmiembros del gabinete de Mujica: Gonzalo Koncke, ex secretario general de la cancillería; Luis Porto, ex subsecretario de Economía y ex subsecretario de Relaciones Exteriores; Gabriel Bidegain, ex embajador itinerante; Luis Rosadilla, exministro de Defensa.

¿Qué hace el exministro de Defensa de Mujica como miembro de la comisión que “conversa” con Ortega? ¿Nos están embarcando en una operación del “mujiquismo”, del gobierno del Frente Amplio o del partido socialista uruguayo?

Está anunciado un “memorándum de entendimiento” para el 28 de febrero, como segundo paso de los acuerdos. Aprovechemos para recordarle al señor Almagro sus omisiones, demandarle coherencia entre sus dichos y sus hechos, y presentemos algunas propuestas:

1. La base de la convivencia democrática es el pleno respeto a los Derechos Humanos y en Nicaragua se atropellan cotidianamente. En su propia cara, señor Almagro, Ortega violentó derechos de miles de campesinos. Usted recibió denuncias de viva voz. No lo olvide señor secretario.

2. La corrupción es un cáncer que corroe los cimientos de toda institucionalidad y Nicaragua es uno de los países más corruptos de América Latina. Usted declaró: “Tolerancia Cero a la corrupción y castigo a los culpables”. Sea coherente señor Almagro.

3. La independencia de poderes, en particular del poder judicial, es punto de partida de cualquier proceso de restauración democrática. En Nicaragua, igual que en Venezuela, el aparato judicial es un arma al servicio del régimen. No lo olvide señor Almagro.

4. La democracia representativa es el fundamento de la Carta Democrática Interamericana. Ortega violentó flagrantemente los fundamentos de la Carta al demoler los cimientos de la democracia e impuso las bases de una nueva dinastía al mejor estilo del somocismo. Y usted señor Almagro está olvidando que resguardar la Carta Democrática es su principal compromiso y no amparar, en sus palabras “una fachada para un ejercicio infame del poder”.

5. El artículo 11 de la Declaración de principios para la observación internacional de elecciones, asumida por Naciones Unidas, Unión Europea y OEA establece: Una organización no debe enviar una misión internacional de observación de elecciones a un país en condiciones que hagan probable que se interprete que su presencia otorga legitimidad a un proceso electoral claramente no democrático. En sus acuerdos con Ortega sobre elecciones municipales, no olvide este compromiso señor secretario.

6. Hoy, igual que ayer, la realización de elecciones generales libres, con observación nacional e internacional, con árbitros imparciales y sin exclusiones, en los tiempos políticos apropiados, es la única ruta hacia una solución viable y duradera en Nicaragua. No lo olvide señor Almagro.

Finalmente, lo que no podemos olvidar los nicaragüenses es que el principal responsable de la situación del país es Daniel Ortega, y no Almagro. Y los principales responsables de salir del atolladero en que nos metió somos nosotros mismos, los nicaragüenses.

El autor es exdiputado opositor a la Asamblea Nacional.

Opinión Daniel Ortega Luis Almagro OEA archivo
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