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Estados Unidos
LA PRENSA

Funciona la democracia, en EE.UU.

El excanciller liberal de Nicaragua, Francisco Aguirre Sacasa, dice en un artículo de opinión que LA PRENSA publica en esta misma edición, que “los que amamos la democracia” debemos celebrar, porque “aún en la era de Trump el sistema de separación de los poderes, de pesos y contrapesos, se respeta en Estados Unidos”.

Aguirre Sacasa se refiere a la decisión de un Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos (EE.UU.), de mantener suspendida la orden ejecutiva del presidente Donal Trump, de prohibir temporalmente la entrada al territorio estadounidense a personas de siete naciones musulmanes.

En realidad, para quienes vivimos en un país donde no hay separación de poderes, la justicia es administrada por funcionarios que cumplen la voluntad del partido gobernante y su caudillo, donde no hay rendición de cuentas del Gobierno y el jefe del Estado detenta y ejerce el poder de manera autocrática, como es el caso de Nicaragua, saber que en otros países funcionan esos mecanismos básicos de la democracia tiene que ser motivo de satisfacción. Y también de esperanza en que algún día volverá a funcionar el sistema democrático en este país, aunque sea de manera defectuosa, como funcionó en el período de 1990 a 2006.

A nuestro juicio, en el caso del fallo del tribunal de apelaciones de los EE.UU. contra el presidente Trump, lo más importante no es quién tiene la razón. Los jueces de apelación que paralizaron el veto migratorio presidencial, ni siquiera se han pronunciado sobre el fondo del asunto, lo cual seguramente tendrá que ser dirimido por la Suprema Corte. Lo fundamental es que en los EE.UU. funciona la justicia, que en democracia significa no solo reconocer a cada quien lo que por derecho le corresponde sino también garantizar el mantenimiento de los límites de los poderes del Estado. O sea que gracias a que la justicia es independiente puede funcionar la separación, controles y equilibrios de poderes que son la base fundamental de la democracia.

Dictar órdenes ejecutivas no es nuevo en los EE.UU. ni es una muestra de dictadura. Las han dictado todos los presidentes de los EE.UU., desde George Washington que fue el primero hasta Barack Obama que ha sido el último antes de Trump. El demócrata Franklin D. Roosevelt, a quien le tocó gobernar durante los tormentosos períodos de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, hizo historia al dictar la máxima cantidad de 3,728 órdenes ejecutivas.

Pero aunque las órdenes presidenciales son revocables por el poder judicial, no es usual que lleguen hasta la Suprema Corte. Según los historiadores esto solo ha ocurrido dos veces, una con el presidente Harry Truman, en 1952 y la otra con Bill Clinton, en 1995. Ahora es probable que ocurra una tercera vez si el presidente Trump apela a la última instancia en defensa de su veto migratorio.

Es gratificante, pues, saber que la democracia funciona en los EE.UU. Mientras tanto en Venezuela el régimen chavista se apresta a demoler los restos del sistema democrático liquidando legalmente a los partidos de oposición; y en Nicaragua Ortega maquilla el sistema electoral fraudulento para “legitimar” su proyecto de perpetuarse en el poder.

Editorial democracia editorial EEUU LA PRENSA archivo
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