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Guillermo Areas Cabrera

La casa de la Virgen María en Éfeso

Siempre se ha dicho que María se desplazó a Éfeso (Turquía) donde habría pasado buena parte de su vida e incluso habría terminado sus días sobre la tierra, esto está estrechamente relacionado, como es fácil de imaginar, con el mandato que Jesús da al apóstol San Juan en sus momentos finales sobre la cruz, cuando le dice: “Ahí tienes a tu madre”, aclarando el evangelista que “desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa”.

Según la más consolidada tradición, San Juan dedicó lo mejor de sus días a la ciudad de Éfeso, donde de hecho habría muerto sobre el año 100 d.C., al poco de terminar de escribir su Evangelio, nada más lógico que situar junto a él a la madre de Jesús, cuya protección le había encargado ni más ni menos que su propio hijo.

La monja alemana sor Anna Katharina Emmerick (1774-1824), beatificada en 2004, fue objeto de unas curiosas alucinaciones que le llevaron a visionar muchos de los episodios evangélicos de una manera, por un lado, muy vívida, y por otro, extrañamente verosímiles.

Las visiones de sor Katharina Emmerick —que nunca visitó Turquía, dicho sea de paso—, hace, a partir de las visiones que tiene, una descripción de la casa en la que habría vivido María en la ciudad turca de Éfeso, la cual sitúa en la falda de una montaña, cercana a un arroyuelo, con vistas a la ciudad y al mar, de piedra, planta rectangular, con un ábside (estancia de forma semicircular con cubierta abovedada) y una chimenea.

Con esta descripción, los padres paúles H. Jung y Eugene Poulin organizan una expedición en 1891. Hallándose en la región de Degirmerdere y muertos de sed, preguntan a unos campesinos donde pueden encontrar algo de agua, y conducidos a un arroyuelo, se aparece ante sus atónitos ojos una casa que coincidía perfectamente con la descripción realizada por la monja alemana, y que, para colmo de las coincidencias, tiene en el ábside una estatua de la Virgen María, lo que obliga a aceptar la existencia de una tradición inveterada y probablemente ininterrumpida en el lugar.

Analizada por los arqueólogos se llega a la conclusión de que se trata de una edificación del siglo I d.C., sobre la que en el siglo IV se habría superpuesto una pequeña iglesia.

A partir de ahí, comienza el proceso de reconocimiento de la reliquia. En 1914, el papa Pío X ofrece indulgencia plenaria a los peregrinos que visiten la Casa de Éfeso. En 1951, apenas un año después de declarar el dogma de la asunción de María, último de los declarados por la Iglesia, Pío XII la declara objeto de peregrinaje. Y el 26 de julio de 1967, Pablo VI se convierte en el primer papa que la visita. Más tarde lo harán también Juan Pablo II, el 30 de noviembre de 1979, y Benedicto XVI, el 29 de noviembre de 2006.

El santuario reviste la notable particularidad de ser lugar de culto común de cristianos y musulmanes, conocida como es la devoción que estos profesan a la Virgen María y existe entre los turcos musulmanes la tradición de peregrinar a la Casa de María justamente el 15 de agosto, fecha en la que, como se sabe, los cristianos celebramos la Asunción de María.

Espero que este año la Virgen María nos conceda a Elbia y a mí el privilegio de visitar su casa en Éfeso. ¿Alguien desea acompañarnos en agosto?

El autor es abogado.

Opinión Éfeso Virgen María archivo
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