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Así quedó la unidad de la ruta 164, de Managua, que conducía Dany Ramírez la noche del 28 de febrero, cuando impactó a un carro y luego se estrelló contra un contenedor de concreto en la pista El Dorado. LA PRENSA/O. NAVARRETE

La última vuelta del “Santo Domingo”, el bus de la 164

La vida de un busero y una pasajera se encontraron en el último viaje de un bus de la ruta 164 que se estrelló contra una pared que se incrustó en el automotor como un cuchillo en la mantequilla

El martes 28 de febrero pasado fue un día tranquilo para Ada Fabiola Vargas Tapia. Sus compañeras de trabajo la vieron “alegre como siempre, sonriente ella”. Lo trágico ocurriría hasta después de las 9:00 de la noche, cuando el bus en que ella regresaba del trabajo a su casa se estrelló contra el filo de una pared de concreto que entró en el automotor como un cuchillo en la mantequilla. La pared entró en la parte frontal derecha del bus y penetró casi hasta donde iba sentada la joven de 29 años de edad, quien quedó prensada entre la chatarra.

Apenas el 14 de febrero había empezado a trabajar en una rosticería de pollos que tiene varias sucursales. Ella estaba en la de Ciudad Jardín. Desde entonces cada mañana alistaba a su hija de cinco años de edad para que fuera a la escuela, se alistaba ella también y pasaba por la habitación de su madre Fabiola Tapia, le tocaba el brazo y le decía con la voz fuerte con que siempre hablaba: “Mamá, ya me voy”. Pero ese día no pasó despidiéndose de su progenitora.

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Al salir de su casa, en el barrio Ariel Darce, se encontró con una vecina, Zayda Álvarez. “Qué linda va la Chachi”, le dijo la vecina, refiriéndose a la niña.

Las compañeras de trabajo la vieron llegar a las 8:00 de la mañana al restaurante de pollos. Pasó tranquila todo el día a pesar de que ya había decidido que al día siguiente, el primero de marzo, ya no volvería a ese trabajo. Renunciaba 15 días después de haber empezado.

Ada Fabiola había dejado de estudiar cuando salió embarazada de su hija. Estaba en cuarto año de Derecho en la UNAN-Managua y pensaba seguir estudiando. Hace un año y medio había regresado al país desde Panamá, donde su esposo, Norman Sandino, tiene más de seis años de trabajar. Los dos trabajos que ella había conseguido en Nicaragua la tenían frustrada. Primero fue en el Minsa, donde estuvo como fumigadora. Pero tuvo problemas y salió de allí en diciembre pasado. Luego en la rosticería las cosas no habían salido como ella pensaba. Allí estaba en la cocina pero la ponían a hacer otras cosas y tampoco le gustaban las condiciones.

Ada Fabiola Vargas Tapia cuando trabajaba en el Minsa. LA PRENSA/ CORTESÍA

Poco después de las 6:00 de la tarde, la llamó por celular su amiga Alba López Urbina, quien había trabajado con ella en el Minsa y fue la persona que la recomendó en la rosticería. De hecho, Alba era su jefa en la rosticería en Ciudad Jardín, pero unos tres días atrás a Alba la habían trasladado a la sucursal de El Calvario, por el mercado Oriental. Eso no le había gustado a ambas.
Tras hablar por celular, las amigas acordaron que Alba llegaría a las 8:00 de la noche a la sucursal de Ciudad Jardín para que luego se fueran juntas a sus casas.

La rutina de un busero

A las 5:30 de la madrugada de ese mismo 28 de febrero pasado, Danny Moisés Vicente Ramírez salió de su casa rumbo a su trabajo. Tarde. Su compañera de vida, Celeste Yomar Ramírez Narváez, dice que Danny normalmente sale a las 3:30 de la madrugada para conducir un bus de la ruta 164.

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Hace más de siete meses que Danny llegó a la cooperativa de buses de la ruta 164 Divina Luz, ubicada en el barrio Villa Cuba, cerca del reparto Shick. Primero era “diyero”, es decir, que trabajaba “por día”. Cuando había espacio para él, por la mañana daba tres vueltas en “El 22”, un bus que acaban de pintar todo en verde. Y por la tarde daba otras tres vueltas en el “Santo Domingo”, un bus blanco de los rusos que trajo el gobierno. Le decían el “Santo Domingo” porque su dueño, Diego Soza, decía que había sido una bendición del santo patrono de los managuas.

Cada “vuelta” es ir de la cooperativa hacia el Estadio Nacional y luego regresar a la cooperativa. Ese recorrido debe hacerse en una hora y 45 minutos. Por cada vuelta a Danny le pagaban 50 córdobas. Pero, por cada minuto de retraso con que llegaba a la cooperativa le imponían una sanción de 20 córdobas. Y por cada tiempo de comida le daban entre 50 y 70 córdobas.

El 28 de febrero pasado Danny estaba cumpliendo dos semanas de haber dejado de ser “diyero” y ya tenía a su cargo un bus fijo: El “Santo Domingo”. Casi el mismo tiempo que Ada Fabiola tenía de estar trabajando en la rosticería.

Danny nació en 1989 y a los 12 años de edad se fue con sus padres a vivir a Costa Rica. Allá, académicamente, llegó hasta segundo año de secundaria en el liceo San José. A los 18 años regresó a Nicaragua para tramitar la cédula de identidad pero ya no regresó a Costa Rica y se quedó viviendo con su tía Esther Ramírez Ugarte.

Esther cuenta que en julio del 2014 su sobrino ingresó al Ejército como soldado y allí sacó la licencia de conducir. En el perfil de Facebook de Danny se lee que fue “Conductor E. G. T.” y tiene una foto “a lo Rambo”: aparece sin camisa, con un pantalón y una gorra militar en la cabeza y sosteniendo una ametralladora, a la vez que el pecho está cubierto por dos ristras de tiros. Danny salió harto del Ejército porque era chofer de un coronel que lo llamaba a todas horas del día para que le manejara. No soportó el ajetreo.

Danny Moisés Vicente Ramírez cuando era soldado del Ejército. LA PRENSA/ CORTESÍA

En la ruta 164 comenzaba a vivir algo similar. Celeste Ramírez relata que su compañero de vida no había descansado ni un solo día en las dos semanas que tenía de haberse hecho cargo del “Santo Domingo”. “El domingo que pasó (antes del accidente del 28 de febrero) él había pedido que iba a descansar porque se sentía muy agotado. Le dijeron que tenía que poner un ´diyero´ porque él era el que andaba el bus fijo. Él andaba buscando un ´diyero´ para que trabajara el domingo (después del 28 de febrero) y pasara él en su casa con sus hijas”, relató Ramírez. El problema, explica Ramírez, es que Danny no confiaba en “cualquiera” y andaba en busca de un “diyero” confiable.

Ingrid Fabiana Mena, Manuel Vicente y Esther Ramírez, hermana, padre y tía materna de Danny Moisés Vicente Ramírez, cuya madre, Fanny Ramírez, se encuentra grave en un hospital de Costa Rica tras conocer el accidente en el que se vio involucrado su hijo. Se le subió el azúcar a casi 600. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

Para vencer el cansancio, Danny acostumbraba a ingerir bebidas energizantes, pero según su compañera de vida él ya estaba dejando de tomarlas. “Él tomaba (bebidas energizantes) pero como padece del corazón el doctor le había dicho que la dejara de tomar. A veces se bebía una en el día. O a veces se bebía la mitad y yo la otra mitad”, explica Ramírez. Una casualidad que Ada Fabiola Vargas Tapia también padecía del corazón y era una de las causas, entre otras varias, por las que iba a renunciar en la rosticería, porque la ponían a hacer tareas que le hacían daño.

Danny tiene dos niñas de dos y cuatro años de edad con su exesposa Élida Blanco y desde que estaba a cargo del “Santo Domingo” no había visto a sus hijas.

En la noche del 28 de febrero, Danny llamó a Celeste Ramírez, quien tiene un tramo en el mercado Oriental, para preguntarle dónde estaba. Él siempre la pasaba llevando en el bus pero esa noche Celeste se fue en otro bus y quedó con Danny de que se iban a ver en la casa. “Soy el último”, le dijo Danny, dando a entender que era la última vuelta de la 164 de ese día. Ya eran más de las 7:30 de la noche.

“Ese busero no me inspiraba confianza”

Alba López llegó a la rosticería de Ciudad Jardín a las 8:20 de la noche. Ada Fabiola la estaba esperando. Se fueron a la parada más cercana y se dieron cuenta de que ya no estaban pasando la ruta 102 ni la 108. Se fueron caminando como ocho cuadras hacia el Gancho de Camino a esperar la ruta 164. Iban platicando sobre sus problemas. Ese día no le había salido el pago de la quincena a Ada Fabiola, que sería de 3,200 córdobas, pero todavía se mostraba tranquila. “Nunca se me va a olvidar que la Ada me dijo: hija por Dios, no te preocupes por los problemas”, recuerda López.

López iba convenciendo a su amiga de que no renunciaran en la rosticería, que recogieran dinero y juntas se fueran a Panamá, adonde estaba el marido de Ada Fabiola. Ya casi la tenía convencida y era un sueño que se iban ir juntas a Panamá. Acordaron que al día siguiente iban a llevar a las hijas de ambas al parque. Cuando llegaron a la parada, López se dio cuenta de que se le había perdido la tarjeta Tuc pero cuando vieron que el bus era mixto se alegraron. “Somos lecheras”, se dijeron.

Mientras Ada Fabiola pagaba con un billete de 10 córdobas, López se fue a sentar en las sillas del lado derecho del bus, en la tercera fila, al lado de la ventana. Ada Fabiola luego se sentó a la par de su amiga, al lado del pasillo del bus.

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Alba López recuerda que ambas subieron al bus a las 8:55 de la noche. “Ese maje (busero) no me inspira confianza”, le dijo a Ada Fabiola. Según ella, el busero llevaba puesta música a alto volumen. Era un mix de reggae, bachata y merengue. Dos semáforos el busero se los pasó en rojo, los que están cerca de una coctelería por el Oriental y otro que está por el colegio España.

Lo que siguió López lo cuenta así, advirtiendo que la fallecida pudo haber sido ella porque a veces se iba “de vaga” hasta el Huembes con Ada Fabiola y luego se regresaba sola a su casa: “Mi parada era en la rotonda Cristo Rey, pero el hombre (busero) no me dejó ahí, él me deja en la parada del Palí. Venía como que alguien lo venía siguiendo, venía como loco. Le dije una mala palabra, vos hijueputa, mi parada, y él frenó en seco. (A Ada Fabiola) le hice señas de que tuviera cuidado. Cuando yo me bajo ella se hace a ese lado donde yo venía (en el asiento a la orilla de la ventana)”.

“Mamá, mamá”

Como Ada Fabiola siempre llegaba a su casa alrededor de las 9:00 de la noche, cuando el reloj marcó esa hora Fabiola Tapia comenzó a impacientarse porque no llegaba su hija del trabajo. “No te durmás porque tu mamá te trae pollito”, le dijo a su nieta de cinco años de edad. A su sobrina Herenia Paola Rodríguez le dijo que llamara a Ada Fabiola. Siete veces la llamó pero no hubo respuesta, a pesar de que repicaba el celular.

Herenia Paola se dijo a sí misma que era la última vez que llamaba a su prima cuando la llamó por octava vez. Le respondió un señor que le preguntó si era familiar de Ada Fabiola y luego le dijo que ella estaba prensada en un bus y que estaban en El Dorado. Eran cerca de las 10:00 de la noche.

A esa hora salieron en el carro de unos vecinos para el lugar del accidente sin saber la magnitud del mismo. El señor que respondió el teléfono de Ada Fabiola había dicho que no era grave. Al llegar vieron policías, rescatistas y curiosos. Las autoridades no dejaron que Fabiola se acercara a su hija. Después, viendo un vídeo, ella se dio cuenta de que Ada Fabiola la llamaba entre gritos: “Mamá, mamá”. La escena era muy fuerte. Su hija estaba prensada entre la chatarra del bus y una pared de concreto que se había incrustrado en el automotor.

Según muestra un vídeo, momentos después de que Alba López se bajó de la ruta 164, el bus dobló hacia el sur en los semáforos del puente de la pista El Dorado, enrumbándose hacia el sector del mercado Roberto Huembes, pero al llegar al primer semáforo después de doblar, según grabó una persona desde un vehículo, el conductor del bus, Danny, habría irrespetado la luz roja, colisionó con un carro particular, al que le destrozó la parte delantera derecha, perdió el control del bus y fue a estrellar el lado derecho del bus contra la pared de concreto de un botadero de basura en forma de U. El bus pegó de frente contra una de las puntas del basurero.

Fue hasta como media hora después de que Fabiola llegó al lugar del accidente que los socorristas lograron sacar a su hija y la trasladaron al hospital Manolo Morales. El rescate de Ada Fabiola había durado más de una hora. En el Manolo, Fabiola vio médicos que ni siquiera eran del hospital pero acudieron a ayudar a su hija.

Fabiola Tapia muestra una foto de su hija Ada Fabiola Vargas Tapia. “Era una joven muy sociable, saludaba hasta a los borrachitos”, dice. Ada Fabiola dejó una niña de 4 años de edad. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE
Fabiola Tapia muestra una foto de su hija Ada Fabiola Vargas Tapia. “Era una joven muy sociable, saludaba hasta a los borrachitos”, dice. Ada Fabiola dejó una niña de 4 años de edad. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

En el hospital, en un primer momento, Ada Fabiola se les quedó por varios segundos a los médicos, después de un paro cardíaco, pero revivió. Salieron a decirle a Fabiola que “en un 93 por ciento mi hija estaba muerta y que iban a trabajar con el 7 por ciento”. Ada Fabiola tenía las piernas quebradas y el páncreas desbaratado, razón por la cual la sangre comenzó a aumentar exageradamente el nivel de azúcar. Los médicos dijeron que iban a amputar las piernas. Pero Fabiola falleció en un segundo paro cardíaco, a las 1:30 de la madrugada del primero de marzo pasado. “Se esmeraron por salvar a mi hija”, reconoce la madre entre lágrimas.

A la hija de Ada Fabiola nadie de la familia se atrevía a decirle sobre la muerte de su madre. La niña vio el cadáver de su madre hasta que su padre, Norman Sandino, llegó desde Panamá el primero de marzo, a la vela de su esposa. Él se encargó de explicarle a su hija que su mamá ya no está con ellos. “Mi mamá está arriba con Papa Chú y está dormida”, dice la infante, quien poco a poco va comprendiendo la muerte de su mamá.

En el accidente a Ada Fabiola no solo se le perdieron 250 córdobas que le habían prestado porque no tuvo pago ese día, sino también su tablet y la pieza de pollo que le llevaba a su niña.

Danny está preso en la estación Cinco de Policía, enfrentando un proceso por homicidio imprudente y por lesiones a otros tres pasajeros que también quedaron prensados en la ruta 164. Hasta el viernes pasado todavía no había podido ver a sus dos hijas.

“Investiguen a quien tomó el vídeo”

Un vídeo del accidente del bus de la ruta 164 que conducía Danny Moisés Vicente Ramírez refleja que fue tomado desde un vehículo. Según los familiares del busero, Danny les explicó que el conductor de ese carro se le venía metiendo en la vía justo antes de llegar al semáforo.

Danny le contó a su compañera Celeste Ramírez, en el hospital Manolo Morales, adonde llegó poco después del accidente con algunos golpes, que el conductor del carro le “venía haciendo zig zag” y él se hizo en el carril izquierdo poco antes de cruzar el semáforo. Que perdió el control del bus cuando impactó en un carro particular. Que después del accidente abrió los ojos y lo primero que hizo fue buscar a unas niñas que venían cerca de él, las sacó y después se desmayó. Abrió los ojos hasta que estaba en el hospital.
“Que investiguen a quien tomó el vídeo”, pide Celeste Ramírez.

La tía de Danny, Esther Ramírez, dice que la familia desconoce si ese vídeo pudo haber sido manipulado. Igualmente indicó que Danny le comentó que el carro desde donde se tomó el vídeo se le venía metiendo y él lo iba esquivando.

 

Los lesionados

Tras el accidente de la ruta 164, según reportes periodísticos, hubo 15 pasajeros heridos. Los lesionados de gravedad presentaban fracturas, traumas craneales y toráxicos, y heridas en el rostro, informó el cruzrojista Manuel Tercero. De todos los lesionados solo ocho fueron llevados a un hospital.

En la acusación en contra del busero Danny Moisés Vicente Ramírez, la Fiscalía solo presentó como víctimas, además de a la fallecida Ada Fabiola Vargas Tapia, a tres personas más: Héctor Daniel Sandino, Esaul Ezequiel Téllez Ramos y Rosalba Morales Sánchez.

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COMENTARIOS

  1. Mauricio
    Hace 7 años

    Por qué quiere culpar a otros de sus actos? Debe aceptar su culpabilidad al 100%.

  2. roger
    Hace 7 años

    Es ilógico investigar al del vídeo si esta parado esperando la luz verde del mismo semáforo.

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