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Kong: La Isla Calavera

¿Qué tan buena está la nueva película de King Kong: La Isla Calavera? Nuestro crítico de cine, Juan Carlos Ampié, nos lo cuenta

King Kong vuelve a pelear por el trono de rey de la taquilla. Han pasado 84 años desde su primera aparición en el cine, en 1933, en el clásico del Merriam C. Cooper. En 1976, Jeff Bridges y Jessica Lange, imposiblemente jóvenes, le infundieron glamour setentero. Apenas en el 2005, hace solo 12 años, Peter Jackson presentó su propia reinvención, como su primera película después del fenómeno de “El Señor de los Anillos”. ¿Hay algo nuevo que decir sobre el gigantesco simio? No realmente. “Kong: Isla Calavera” surge gracias a la ola expansiva del éxito de “Godzilla” (Gareth Edwards, 2014). Los monstruos gigantescos simplemente están de moda.

Un breve prólogo escenificado en tiempos de la Segunda Guerra Mundial deja varados en la misteriosa isla a dos pilotos, uno norteamericano y otro japonés, que se enfrentan a muerte hasta que el gigantesco Kong interrumpe el duelo. Los créditos iniciales empujan la acción a 1973, en la retirada norteamericana de la guerra de Vietnam. Un ecléctico grupo de personajes se une en la misión de exploración de la misteriosa Isla Calavera. Bill Randa (John Goodman) dirige el misterioso proyecto Monarch, unido a una empresa de cartografía satelital comandada por Victor Nieves (John Ortiz). La escolta militar es comandada por Preston Packard (Samuel L. Jackson). La infaltable pareja con designios románticos está formada por el mercenario James Conrad (Tom Hiddleston) y la fotógrafa Mason Weaver (Brie Larson).

Juan Carlos Ampié, crítico de cine.
Juan Carlos Ampié, crítico de cine.

La estética de la época es invocada con el celo de “Mad Men”, pero el desarrollo dramático es pura película de bajo presupuesto. Kong es testamento de como el postre se ha convertido en el plato principal de los cines. Es una pieza de entretenimiento desechable que hace gala de cierto profesionalismo desinspirado.

Hay demasiados personajes, pero la aglomeración se justifica una vez que llegamos a la fatídica isla del título. Las personas sin tiempo para crear una impresión son pura carne de cañón. Estamos ante un híbrido de película de horror, con los subgéneros del filme de “criaturas” y el kaiju japonés. Eventualmente, encontramos una dinámica de exterminio ordinal, al mejor estilo de la novela “Y ninguno quedó” de Agatha Christie. ¿Saldrá con vida el muchacho que nos cae tan bien? No haga apuestas. A pesar de su estirpe real, Kong es un actor secundario en este escenario, lleno de monstruos gigantescos y aberraciones de la evolución, que se encarga de devastar las filas del grupo de la manera más grotesca posible.

La ligereza del tono es traicionada por lo gráfico de la violencia. Al igual que en la reciente “Logan” (James Mangold, 2017), los realizadores recurren a la sangría para retener al público adulto. El resultado es una genuina fuente de pesadillas para los niños que lleguen al cine. Para muestra, vea como un reptil gigante vomita la calavera sanguinolenta de un personaje con peso emocional. Larson y Hiddleston sucumben al carácter genérico de sus personajes. Jackson es magnético en su furia, pero ya lo hemos visto muchas veces haciendo esto. Goodman hinca el diente en su papel de manipulador, pero la película pierde interés en él y lo saca de cámara mucho tiempo. El personaje más humano es Chapman (Toby Kebbell), un soldado ansioso por volver a casa, y sus tres compañeros de patrulla (Jason Mitchell, Shea Whigham, Thomas Mann y Eugene Cordero).

A tono con su antepasado más lejano, “Kong…” es vagamente colonialista. Delata ser un producto del siglo XXI al mostrar cierta indignación ambientalista. Pero eso no basta para darle razón de ser. Simplemente, se queda corta ante la reciente “Godzilla”.

 

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