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Los dilemas de la oposición

La oposición podría capitalizar al máximo esta oportunidad si reuniera cuatro condiciones: primero ir unida o, al menos, en cierto tipo de alianzas entre los sectores que la componen

¿Participar o no participar? ¿Ir solos o en unidad? ¿Llamar a la abstención? Estos son algunos de los dilemas que enfrenta actualmente la oposición nicaragüense ante las elecciones municipales de noviembre. Algunos, como CxL (Ciudadanos por la Libertad), han optado competir confiando en que la observación de la OEA abrirá oportunidades de victorias. Otros, escépticos, como buena parte del FAD (Frente Amplio por la Democracia), se encuentra renuente. ¿Cuál podría ser la ruta más conveniente para la oposición? —para ese universo de personas, algo desarticuladas y silenciosas, que aspiran a un cambio de Gobierno—.

Dos considerandos pueden ayudarnos a responder. Uno es que las próximas elecciones tienen muchos elementos comunes con las anteriores de triste memoria: la presencia del mismo y, justamente desprestigiado, Consejo Supremo Electoral (CSE), más la ausencia de cambios importantes en las reglas del juego. El otro considerando, de signo opuesto, es que ahora actuará, como observador de peso, un organismo internacional importante, como lo es la Organización de Estados Americanos.

Esta última circunstancia no despeja todos los nublados. Pero ofrece la esperanza, razonable, que ahora será más difícil orquestar con inmunidad los fraudes del pasado. Si ocurriesen, la observación expondría al gobierno de Ortega a pagar un inmenso costo político.

En vista de lo anterior, los partidarios de participar tienen argumentos fuertes: hacerlo sería una saludable calistenia para sus bases municipales y, si postulan buenos candidatos, podría llevarlos a ganar alcaldías que le ampliarían su fuerza y presencia política en el país. Quedarse en casa, por el contrario, los expondría a marginarse y a que se les desgrane buena parte de su tejido de activistas municipales.

La oposición podría capitalizar al máximo esta oportunidad si reuniera cuatro condiciones: primero ir unida o, al menos, en cierto tipo de alianzas entre los sectores que la componen. Segundo, concentrarse en plazas fuertes, preeminentemente Managua y algunas cabeceras, postulando buenos candidatos. Tercero, captar algunos apoyos del sector privado. Cuarto, armar un buen equipo de fiscales para denunciar y documentar anomalías.

La primera condición es la más difícil. CxL le tiene una alergia difícil de explicar al MRS y el FAD, por su parte, está renuente a participar en los comicios. Sería un símbolo potente de voluntad opositora superar esas diferencias y que ambos sectores puedan coordinar sus fuerzas para postular candidatos de uno y otro sector.

La segunda exige que la oposición escoja bien sus batallas o teatros de lucha principales y encuentre candidatos con prestigio y arrastre, tarea tampoco fácil. La tercera exige vencer la mezquindad y el acomodamiento de buena parte del sector privado con el status quo. Sería ideal que el empresariado reflexionara seriamente sobre la responsabilidad y conveniencia de apoyar buenos candidatos opositores, reconstruyendo así alternativas políticas que posibiliten un eventual retorno a la indispensable institucionalidad. Lo contrario es seguir propiciando el vacío político opositor que tanto conviene a los planes avasalladores de Ortega.  La cuarta condición requiere la participación amplia de ciudadanos, sobre todo de sectores de clase media y profesional, capaces de suministrar cuadros competentes para actuar diligentemente en las Juntas Receptoras de Votos.

Participar no está libre de riesgos, pero es mucho lo que se podría ganar. Si con todo y observación se repitiesen los fraudes, podría entonces denunciarse con mayor eficacia, y con testigos importantes, la ilegitimidad y corrupción del régimen. Veríamos entonces una escalada de presiones internacionales que Ortega no podrá ignorar.

Si tuviésemos que resumir en una las condiciones para avanzar en el rescate de la democracia, este sería el deber de todos de abandonar el cómodo rol de espectadores y lanzarnos a la acción.

El autor fue ministro de Educación en el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro.
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