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Roberto Courtney, director de Ética y Transparencia. LA PRENSA / Roberto Fonseca.

Roberto Courtney, director de Ética y Transparencia. LA PRENSA / Roberto Fonseca.

Roberto Courtney: “La medicina de la OEA no es la indicada”

Roberto Courtney, director de Ética y Transparencia, explica el porqué del "flojo" acuerdo entre la OEA y Nicaragua, y justifica la posición de Luis Almagro.

Roberto Courtney, director de Ética y Transparencia, admite que el acuerdo entre la Organización de Estados Americanos (OEA) y el gobierno de Daniel Ortega puede llamarse “flojo”, pero explica que la posición que ha adoptado Luis Almagro, secretario general del organismo internacional, es justificable y hasta entendible.

Lo que se ve en Nicaragua desde afuera —subraya Courtney—, no tiene un ápice de comparación con lo que se vive en Venezuela, país cuyo poder ejecutivo ha sido duramente criticado por Almagro.

Una marcha nacional como la de los campesinos nicaragüenses contra el Canal Interoceánico del pasado 30 de noviembre, por ejemplo, “es cualquier lunes en Venezuela”, a ojos de Courtney. Y es esa falta de presión social —argumenta en esta entrevista—, sumada a un buen comportamiento económico de la Nicaragua de Ortega, la que engendró un acuerdo con la OEA que algunos sectores de oposición han calificado hasta de “blandengue”.

Además de explicar las razones de Almagro, Courtney habla sobre la “nula presión social” que hay en Nicaragua contra Ortega, los errores que trae el acuerdo con la OEA y el tipo de elecciones municipales que pueden esperarse en noviembre próximo.

¿En 2017 podemos esperar comicios municipales transparentes?
Hay posibilidades de algunas mejoras en el sistema electoral, pero todavía es temprano para saberlo. El gran cambio que se observa es una invitación a los observadores internacionales y a la OEA a jugar un papel preponderante. La observación es importante no tanto porque lo que previene, sino que propicia un escenario menos probable de fraude puesto que una cosa es hacer triquiñuelas cuando no son detectables y otra muy diferente es hacerlas en la presencia de testigos. La observación electoral en casi todo el mundo tiene un efecto profiláctico: cosas que hubieran pasado sin observación ya no ocurren con observación porque el hecho de ser detectadas le quita el premio a lo indebido.

Usted me decía a finales del año pasado que la OEA merecía un voto de confianza, pero estos acuerdos con Ortega parecen ignorar las demandas de la oposición. ¿Cómo lo ve ahora?
No, muy sencillo. Ni oficial ni oficiosamente nos vamos a poner a defender a la OEA, pero hay que tener bien claro que la invitación es para observar estas elecciones. Las elecciones pasadas la OEA no las comentó, no las observó, no dijo nada al respecto. Ni le correspondía decir “fraude”, porque no estuvo en el terreno viéndolo, ni le tocaba aplaudirlas, entonces lo que ha hecho es tomar cartas en el asunto hacia adelante desde el punto en que se involucra en el proceso nicaragüense.

¿Pero el acuerdo de Luis Almagro de OEA con el gobierno de Daniel Ortega no es flojo?
Lo que pasa es que los acuerdos reflejan los niveles de presión y de poder existentes y la verdad de las cosas es que la desmovilización de la ciudadanía nicaragüense, su despreocupación alrededor de temas de debilidad del aparato electoral y del mismo fraude, contrasta con Venezuela, donde la ciudadanía está muy ansiosamente defendiendo sus derechos. En el caso de Nicaragua estamos todavía en una etapa que yo llamo la gestión por resultados. Mientras crezcamos a una tasa de crecimiento económico aceptable, en algunos países como Nicaragua eso parece ser el cinco por ciento después de veinte años de no lograrlo, entonces si crecemos entre el cuatro o cinco por ciento, pues habrá muy pocas preguntas sobre cómo lo hiciste o qué déficits tuviste en otras áreas. Ese contrato social de gestión por resultados es válido en la medida que cumplís y desarrollás la economía a una tasa equis, pero si no, entonces los elementos del impacto social se vuelven muy importantes, porque es el primer mecanismo con el que cambiás gerencia para buscar los resultados.

¿Cómo valora la relación OEA-Gobierno?
Lo que vemos que ha suscitado la presencia de la OEA es la labor profiláctica del Gobierno para proteger su tasa de crecimiento del cuatro o cinco por ciento que le permite tener la aprobación de la ciudadanía; protegerlo no de amenazas internas sino externas. El Gobierno llega a un acuerdo y por eso el acuerdo es bastante flojo, simple y sencillamente sin presión o muy poca presión interna, y con una presión externa que comparada con lo que había en los días posteriores a la aprobación unánime en la Cámara de Diputados de los Estados Unidos de la “Nica Act”, en ese momento había más presión internacional. El Gobierno busca cómo empezar a abordar tempranamente las amenazas que le traen a su crecimiento anual las sanciones que le vengan desde el extranjero. Entonces el acuerdo con la OEA no es por las presiones de la OEA, que tiene nula capacidad de presionar en este caso, la OEA logra hacer acuerdos a partir de las presiones que generan otros actores.

¿Entonces en el acuerdo la OEA ignora a la oposición nicaragüense?
Como te digo, comparado con Venezuela, las presiones nacionales son prácticamente nulas, la parte productiva del país está bastante alineada con el programa de gobierno y muy alineada con la idea de no generar incertidumbre política, tratar de mantener las líneas de progreso aún a expensas de retroceder o no avanzar en temas fundamentales de democracia. Ese es un contraste muy grande, no hay una presión nacional y la presión internacional es muy poca. Fue una llamarada de tusas en septiembre (“Nica Act”), está latente, pero no en una calidad que te genere un acuerdo más grande que ese.

Pero hace unas semanas también la Unión Europea se ha dicho preocupada por Nicaragua…
A través del Parlamento Europeo algunas cosas, el Departamento de Estado (de Estados Unidos) también ha sacado unos informes sobre debilidad en el blanqueo de dinero, pero si vos sumás todo eso, es muy poco en materia de presión. No es un acuerdo para salir de una crisis en las que las concesiones tienden a ser muy grandes. Es un acuerdo para, con mucha visión, cintura, flexibilidad política, el Gobierno está empezando a hacer las cosas que podrían disminuir la presión internacional o por lo menos no empujarla. Mostrar aunque sea una tendencia ligera a la mejora en materia electoral cuando ese es prácticamente el único tema que está siendo fuertemente atacado desde afuera. Es una medida que habrá que ver si es suficiente pero sí digamos que es entendible de parte del Gobierno.

Lea también – Kitty Monterrey: “La ‘Nica Act’ ayuda a presionar”

Roberto Courtney, director de Ética y Transparencia. LA PRENSA / Roberto Fonseca.
Roberto Courtney, director de Ética y Transparencia. LA PRENSA / Roberto Fonseca.

 

“Crecer al cuatro o cinco por ciento te exonera de responder a muchas preguntas. Si vos crecés tanto porque un tío tuyo te enviaba el petróleo gratis desde Venezuela, bueno, bien emparentado. El cuatro o cinco por ciento resuelve. El tema es el resultado”. Roberto Courtney, director de Ética y Transparencia.

¿Dónde quedan la marcha nacional de los campesinos contra el Canal y las reuniones de Almagro con sectores de la oposición?
Por eso es que en política utilizás la palabra “presión” en vez de “golpe”, por ejemplo. Porque la presión tiene un elemento de constancia. No es que si en seis meses te luciste un día, sino qué has hecho todos los días por los últimos seis meses. Entonces sí hay efemérides donde se ve que los sectores que quieren ejercer presión ven una posibilidad de avanzar, capitalizar, o crecer, pero esas efemérides no generan presión a menos que se repitan. Cuando son anecdóticas terminan valiendo muy poco. Podríamos dimensionar un poco los eventos de ese día (de la marcha anticanal, el 30 de noviembre de 2016) y darnos cuenta que aunque eran grandes en nuestro contexto de pequeñas movilizaciones y bajas presiones, pues se veía como un momento alto de tensión; pero si ya lo comparás, eso es cualquier lunes en Venezuela.

¿Entonces se puede entender que Almagro sea flojo, como dice usted, con Nicaragua, y duro con Venezuela?
Bien sencillo: casi todo acuerdo refleja un nivel de presión y este nivel de presión que hay está bastante en línea con el acuerdo que se logra.

¿Usted cree que los nicaragüenses no salen a las calles a manifestarse porque están conformes con el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) o porque tienen miedo?
Es un síndrome no tan particular de Nicaragua sino del homo sapiens del siglo XXI, que mientras la economía dé resultados, las demandas ciudadanas alrededor de derechos hacia el gobernante se atenúan. Y se incrementan en la medida que el problema económico se acentúe. Mucha gente tiene la reflexión de si el precio de avanzar en lo político es el de dañar la economía, ahí se te dividen los sectores. Además la estabilidad es casi una garantía de países ricos y la inestabilidad es una realidad permanente de países pobres, entonces hay argumentos filosóficos que los países pobres lo que necesitan es salir de la pobreza primero.

Pero aquí entramos al debate de si Nicaragua está saliendo de la pobreza o no, porque hay dependencia de remesas, desempleo, empleo informal…
Ahí te quedás con una sensación general. Es decir, Nicaragua, con su debacle económica de veinte años, pues obviamente con algunos años de crecimiento moderado, tercer o cuarto lugar de crecimiento en Latinoamérica, viene a ser una cosa que ya genera el nivel de satisfacción que te desmoviliza y te baja la presión social.

¿Ortega celebra, con este acuerdo?
No da para eso. Creo que si puede celebrar algo es el hecho que mostró su administración más cintura que en otras circunstancias. Muchos nicaragüenses apostamos a que le toma diez años a Ortega regresar a Sapoá (negociaciones de paz entre la Resistencia Nicaragüense y el Frente Sandinista durante la guerra civil de los años 80). Tenés que tener diez años de debacle económica en los 80 antes que tengás un acuerdo para parar una guerra que francamente la pudiste haber prevenido o resuelto en cualquier momento antes de esos diez años, pero el dogmatismo y lo cerrado hacía que más bien asistieras al propio descalabro de tu economía y tu proyecto social revolucionario a partir de una tozudez, un cortoplacismo, que ahora, aparentemente, se ha flexibilizado bastante y reacciona más temprano. Ni siquiera está reaccionando a una ley ya pasada y a sanciones ya en lugar teniendo efectos sobre la economía. Aquí no. Ante las primeras tendencias de que la presión internacional va para arriba, el Gobierno toma pasos para empezar a trabajarla.

Entonces aquí déjeme preguntarle: ¿Daniel Ortega está haciendo bien las cosas?
No, no, es que a ver. Como te decía: crecer al cuatro o cinco por ciento te exonera de responder a muchas preguntas. Si vos crecés tanto porque un tío tuyo te enviaba el petróleo gratis desde Venezuela, bueno, bien emparentado. El cuatro o cinco por ciento resuelve. El tema es el resultado.

¿Eso no es un poco maquiavélico?
El ciudadano es absolutamente maquiavélico, no hay nada más maquiavélico que el voto. Uno puede tener otras prioridades, pero cuando vas a votar lo hacés por lo que vos creés que es lo mejor para vos, para tu familia y bueno, si querés preocuparte del país en tercer lugar. Entonces lo de Ortega, digamos, no nos pongamos si es un gran logro en circunstancias adversas o es pequeño logro con los vientos favorables que existían, que es el argumento del “Feo” (Edmundo Jarquín, exdiputado opositor), que más bien esto daba para crecer a más del cinco (por ciento de PIB anual). Eso dejémoslo en el debate. Nosotros quedémonos con que en Nicaragua se está generando una obvia despreocupación social alrededor de los temas de la democracia.

¿Cuáles son los siguientes pasos que dará la OEA con el caso Nicaragua?
El acuerdo es de tres años y tiene una situación propia de agenda para solo el primer año. El primer año trabajar la observación electoral de las elecciones municipales y otros dos temas que son bastante complicados. Son importantes pero son bien complicados porque precisamente el dogma de la OEA es contrario a lo que necesita Nicaragua para mejorar su situación con respecto al transfuguismo político y al padrón electoral.

¿Por qué contrario? ¿Qué recomienda la OEA?
En el pasado la OEA mucho ha recomendado que una manera de depurar el padrón electoral es tomando a las personas que no participan en las elecciones y poniéndolas en un lugar pasivo. Una especie de limbo de donde pueden salir muy fácilmente. Esto funciona muy lindo en lugares como Uruguay, donde se origina la idea, porque allá la abstención no obedece a problemas políticos, simple y sencillamente son personas indiferentes, despreocupadas. En el caso de Nicaragua es bien complicado porque el crecimiento de la abstención que ha habido desde 2006 hasta las últimas elecciones, que prácticamente se ha duplicado, obedece a personas desencantadas con la calidad del aparato electoral y de la calidad democrática. Entonces no están sacando a gente indiferente sino a un sector específico de la población que es claramente de marca opositora. Además la gracia de mandar al limbo es que el aparato electoral sigue siendo de tal calidad que con una simple llamada telefónica vos regresás al padrón electoral, pero en el caso de Nicaragua ese aparato electoral que ha alienado a un sector de la población, que ya sabe que está sacando a sus opositores, no los van a dejar regresar al padrón electoral fácilmente. Entonces cuando hablamos del padrón, la medicina que normalmente recomienda la OEA es la menos indicada para Nicaragua y ya está siendo aplicada.

¿Y el tema del transfuguismo?
El problema es que la OEA se mete y genera agendas en materia del transfuguismo respondiendo a problemas del Cono Sur, donde la fragmentación parlamentaria de los partidos, la debilidad de los partidos es tal que prácticamente no hay bancada. Cada diputado se vende y se regala e intercambia favores con otros diputados, que nunca podés construir un bloque. Cada vez que querés pasar una ley no podés decir “tengo mi bancada, tantos votos me faltan”. No tenés ni tu bancada. La gobernabilidad parlamentaria está tan debilitada que la doctrina dice: “Bueno, fortalezcamos los partidos para que no sea cada diputado por su cuenta”. En el caso de Nicaragua es muy por el contrario. Aquí el problema más bien es que la libertad de pensamiento y de conciencia de los diputados ya era muy poca dentro del esquema del gran poder que tiene el partido principal (Frente Sandinista) y en cierta medida los otros partidos, entonces el que tiene los sellos es el que manda. Entonces la ley que se pasa es para fortalecer eso, y en Nicaragua eso es lo que hay que limitar.

¿Esto no es casi caótico para el avance de la democracia en Nicaragua?
Es un poco complicado, porque va contra la tendencia. Cuatro cosas acuerda la OEA con Nicaragua: uno, que van a tres años, pero la agenda de los últimos dos ahí la van a definir más adelante. Este año es observar las elecciones, muy bien, pero en las otras dos cosas que quiere trabajar, el transfuguismo y el padrón, la doctrina de la OEA es para resolver el problema opuesto a lo que hay aquí.

¿Y quién le explica esto a la OEA?
Es parte del trabajo que hacemos. Si vos te fijás en el punto 3.5 del acuerdo, dice que trabajará en consulta y cercanía con las organizaciones nacionales especializadas en el tema. Esta realidad se la venimos dibujando desde hace algún tiempo. Pero hay un punto que quiero mencionar. Si el Gobierno neutraliza la acción de la OEA de manera que la OEA no es vista como alguien que vino a ponerle el cascabel al gato, ya el Gobierno habrá perdido la razón que tuvo para invitar a la OEA. La OEA venía a ayudarle a desactivar una amenaza. Si la OEA se mete en una cama con el Gobierno de pies a cabeza, ya su papel de desactivar presión desaparece. Entonces, en alguna medida, el beneficiario de cierta distancia y pujanza por parte de la OEA, de mejorar el aparato electoral de formas claras y medibles, es el Gobierno de Nicaragua. Porque eso es lo único que le ayudaría a quitar presiones o en este caso evitar que se vuelvan a levantar esas presiones. Tenés que mostrar que la OEA tiene unos dientes aparentemente filosos porque para eso la querés.

 

Plano personal

Roberto Courtney Cerda tiene 52 años, es economista y abogado.
Está casado con Geyssel García y tienen cinco perros.
Es surfista amateur y para él las mejores playas para practicar este deporte en el mundo están en Bali, una isla de Indonesia.
El grupo Ética y Transparencia nació en 1996 tras una idea que se le presentó a Courtney cuando recién venía de estudiar y vivir en los Estados Unidos. Ahora la organización tiene 21 años.
Es descendiente de Miguel Ramírez Goyena, científico y matemático nicaragüense.

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