14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
fraudes electorales, elecciones municipales
Fernando Bárcenas

“Chocolatito” víctima del orteguismo

El boxeador Román González es una gran persona. Un hombre que se ha abierto camino a puño limpio, sin influencias ni trampas, sin triquiñuelas, sin chantajes o amenazas, a puro coraje y esfuerzo. Con una disciplina de hierro, como un gladiador oriental.

Como luchador es un samurái, en el que prevalece el profundo sentido del honor. Recuerda a ratos la caballerosidad de Alexis, nuestro más grande atleta, con el que crecimos orgullosos en este deporte donde es raro ver la excelencia junto a la sencillez, y el valor personal junto al respeto al contrincante. Román, también, reúne esos atributos, junto al estoicismo de echar los restos cuando enfrenta la adversidad, intencional o casual, que se propone arrebatarle sus sueños en el momento cumbre, cuando está a un paso de llenar una hoja impecable de triunfos, y de recibir las mejores bolsas que le permitan retirarse a tiempo con salud y recursos suficientes para darle a su vida una relativa comodidad material merecida.

Recuerdo que con Alexis escuchábamos, más que las bombas y cohetes, y uno que otro disparo por sus triunfos, la gente que desde sus casas y por las calles gritaba de júbilo, por la emoción de la grandeza impecable de sus victorias absolutamente limpias. Alexis fue, seguramente, la persona más querida de nuestra historia.

Nunca seguí la carrera deportiva de “Chocolatito”. La primera pelea suya que vi fue la que protagonizó con Carlos Cuadras, el pasado 10 de septiembre de 2016, en el fórum de Inglewood. Dio la impresión de haber ascendido a una categoría de 115 libras, imposible de sostener, ya sea porque su metabolismo enfrenta problemas de deshidratación para dar el corte de peso, ya sea porque su pegada —el don supremo de este deporte— no causa los mismos estragos que producía en las categorías menores, o bien, porque la pegada de sus adversarios resulta más contundente. En esa pelea con Cuadras, pese a ganar sin duda alguna, sufrió mucho, su rostro sumamente inflamado, sus ojos amoratados y cerrados, revelaban que esta categoría era una trampa para sus cualidades excepcionales.

No seguí sus peleas, en buena parte, porque sabía que era orteguista, subía al ring con camisetas y banderas orteguistas, abrazaba y alababa a Ortega. Pensé que además de ser insensible a la tragedia política de nuestro pueblo, era una persona que se acercaba al poder corruptor por algún cálculo miserable.

Pero, en esta pelea del sábado 18 de marzo, “Chocolatito” demostró una fibra humana ejemplar. Un pundonor atlético incontaminado, un alma de guerrero admirable. Es, a la par, de Alexis, una gloria nacional.

Nuestro campeón fue derribado en el primer asalto. Antes de tocar el suelo, de espaldas a la lona, su rostro mostraba el asombro.

En un instante, sus ojos tuvieron un fogonazo de miedo por la derrota. Allí ocurre una química humana especial, cuando el ser humano siente que el destino le pone el pie en el pecho, y todo el esfuerzo, la fatiga y las penurias del entrenamiento, se escapan con el sudor. “Chocolatito” se levantó aturdido, las piernas se le aflojaron de pronto poniéndolo de rodillas hasta el conteo de protección. Durante el segundo asalto la lucha interior sigue, y “Chocolatito” solo se cubre con los guantes. En algún centro del organismo se mezcla la decepción y el coraje en dosis equivocadas, hasta que la casta, cuando existe, se impone. Del tercer round en adelante, “Chocolatito” hizo, probablemente, la mejor pelea de su vida, dentro y fuera del cuadrilátero.

Esos instantes de lucha exquisita bastan para colmar la existencia de un hombre. El Madison Square Garden, en cada round, premiaba con aplausos su labor.

Su contrincante tailandés le propinó espaciadamente cuatro o cinco cabezazos para romperle ambas cejas y abrirle una herida sobre la frente. El rostro del “Chocolatito” estaba bañado de sangre durante nueve rounds, con la visión nublada por la hemorragia.

Al fin, a la suciedad del púgil tailandés se sumó el robo descarado de los jueces, que ignoraron las múltiples combinaciones certeras de “Chocolatito”, que apabulló inobjetablemente al tailandés.

Parecía que el orteguismo se había tomado el Madison Square Garden, para arrebatarle con mañas y descaro el triunfo a “Chocolatito”.

El autor es ingeniero eléctrico.

COMENTARIOS

  1. Roberto Reyes
    Hace 7 años

    Muy buen escrito colega ing. Eléctrico. Definitivamente me encantó su escrito y creo q es un humilde y justo reconocimiento para el Chocolatito.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí