14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
LAPRENSA/THINKSTOCK

LAPRENSA/THINKSTOCK

Visión

Todo en derredor era una sorpresa aterradora para cualquier visionario de la palabra como yo

Ciertas casas y lugares específicos poseen para mí como una atracción o expresión melancólica de un pasado que ha quedado como grabado en sus paredes,  en el piso, en la atmósfera, en sus objetos y en cada rincón en donde lo ignoto y remoto se me convierte en un enigmático disco. Eso fue precisamente lo que me sucedió un día cuando llegué a la villa de León.

Con el bermejo crepúsculo de la mañana llegue a un callejón en donde el camino empedrado de las percepciones espirituales me hizo ver al fin un villorio a orillas de un río. Y al  bajar la pendiente tapizada de guijarros de mar llegué directamente al pretil de hierro de una medieval casa en donde las silvestres flores y la hiedra se habían conjugado con las oxidadas rejas que al ser abiertas crujieron sobre sus goznes. Crucé un terreno baldío antes de llegar a unas enhiestas puertas de madera que se  encontraban abiertas de par en par, y al entrar a la misma pude percibir todo el peso del tiempo de aquel solariego lugar. Esculturas greco romanas, muebles estilo Luis XIV por aquí, pinturas al óleo de paisajes versallescos por allá, un  autorretrato de Balzac, cofres de cuero, mesas rococó, trajes snobistas y chisteras empolvadas, bastones con empuñaduras de oro, espejos romboidales, vitrinas llenas del espirituoso Rosellón, vinos del Ródano y el cálido Tokay a la par de una polvorienta biblioteca escolástica repleta de galimatías platónicas y por último en un lúgubre rincón  una vieja berlina llena de telarañas y murciélagos  con las ruedas rotas y  un blasón dentro: (1789).

Todo en derredor era una sorpresa aterradora para cualquier visionario de la palabra como yo.  Pude ver además al otro lado de la espaciosa estancia un oscuro corredor y al final del mismo una extraña luminosidad que llamó mi atención. Yo, con paso sigiloso atravesé aquella aletargada estadía y muy discretamente me adentré en el pizarro túnel figurándome el conducto que algunos dicen  han visto al momento de morir. Al llegar a la claridad, los rayos del sol como un reconfortante aguacero primaveral me presentaron un vergel de girasoles, pájaros y mariposas que revolotearon con mi presencia y debajo de un álamo que remojaba sus ramas en las aguas del río una mujer de cabellos grises vestida a la usanza de la época renacentista se encontraba de espaldas y sentada en una banca estilo barroco. Lentamente me acerqué a la Madame Bovary de mi visión haciendo crepitar las hojas secas bajo mis pies  y antes de llegar a su lado ella se volteó a verme con una arrebolada sonrisa diciéndome, —gracias al cielo al fin has decidido venir a verme.

Llevo mucho tiempo esperando tu llegada. Yo me quedé mudo y asombrado, y ella de inmediato agregó— no tengas miedo que puedo escuchar los pensamientos de tu corazón, siéntate, y  tomando una caja de música que tenía a su lado comenzó a darle vuelta a una manivela que emitió una paralelepípeda y meliflua melodía de gaita francmasónica que me hizo caer en trance. Y fue  precisamente en ese instante cuando miré cambiar el aspecto de la mujer y pude comprender claramente a Rilke “un ángel es terrible…”, aunque para mí un ángel también es un misterio. Con la música en mis entrañas tomó ella mi mano y me condujo tímidamente a las gélidas aguas del antiguo Sena, de aquel diáfano río del placer en donde pude entender al fin a don Octavio Paz, “falo el pensamiento vulva la palabra”. Porque en una borrascosa cópula del éxtasis de la anhelada pasión logré al fin conocer el principio de la poesía.

Cuando la tarde agonizaba me encontré solo y acostado en una napoleónica cama en donde unas sábanas blancas de lino fino cubrían mi desnudo cuerpo y una fulgurante antorcha iluminaba la habitación y pude apreciar claramente el desnudo cuerpo de la mujer hecha carne y sangre que se encontraba nítidamente pintada al óleo en el cóncavo y convexo techo del cuarto.

Me levanté del tálamo asustado y vistiéndome con premura salí de la habitación antorcha en mano, crucé el ahora lapislázuli túnel imaginando la transmigración de las almas al nirvana, hasta llegar a la espaciosa y sombría estancia de entrada en donde me detuve un momento para iluminar por última vez el lugar llamándola muchas veces a grito partido por su verdadero nombre “Abigail…”  “Abigail…” y al no encontrar respuesta alguna abandoné la mansión con su presencia en mi corazón. Y cuando finalmente en pleno plenilunio me encontraba subiendo el empedrado camino del callejón de las percepciones espirituales al mirar a ver atrás de inmediato pude sentir mi cuerpo petrificado al ver arder la feudal casa envuelta en unas enormes lenguas de fuego.

Cultura Cuento villa de León visión archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí