Justo cuando el partido perdía efervescencia y la posibilidad de un milagro comenzaba a desvanecerse, apareció Juan Barrera y tras sentir probablemente la desesperación que ya galopaba en el alma de miles de fanáticos, llevó su talento al más alto nivel y escribió la gesta más grandiosa que un futbolista nica ha materializado en nuestra modesta historia.
Al final para eso están los genios, para proclamar la distancia que les separa del resto. Y Barrera lo hizo. Cargó sobre sus hombros con un equipo que exigido hasta la angustia y acosado por el inexorable paso de los minutos, parecía rumbo a la eliminación. Pero el de Ocotal tenía reservadas sus mejores balas para los instantes finales, los más sublimes.
Sus tres goles: un penal inatrapable, un misil indetenible y un cabezazo genial, forzaron el milagro anoche ante Haití, que vio escaparse una ventaja de 3-1 conseguida en Puerto Príncipe el pasado viernes, cuando viajar a la Copa de Oro, pareció más distante que un viaje a la luna. Pero Juan tenía otra cosa en mente y anoche acortó la distancia.
Los reflectores deben perseguir a Barrera por mucho tiempo y los merece, pero también hubo otros diez muchachos que dejaron de verse con lástima y decidieron dar el paso al frente que la historia les ha exigido. Y llevando al límite su talento individual pero sobre todo el espíritu colectivo que les ha inculcado Henry Duarte, forzaron el milagro.
Lo de anoche en el Estadio Nacional, provoca un punto de inflexión en la historia del futbol pinolero que vive su mejor época. Vencer a Jamaica en Kingston fue grandioso, pero derrotar a Haití ante miles de nicas como testigos, no tiene precio. Barrera y esa victoria de anoche no podrán ser devorados por el tiempo.
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