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Sí a la Vida

La vida está cada vez más devaluada y no solo está devaluada sino que cada vez nos la hacen o la hacemos más imposible, nos la deterioran y la deterioramos cada vez más

Una cosa muy común, en nuestro diario vivir, es quejarnos de todo. Es raro, por no decir difícil, que en estos tiempos oigamos decir a alguien que “ha bajado el costo de la vida”. Lo normal es que se oiga siempre decir que “los precios están por las nubes, que cada día las cosas están más caras…” Solamente hay una cosa que, en vez de subir, la mayoría del tiempo siempre baja y es: la calidad de vida y la vida misma, ya que la vida es un arcoíris que incluye el negro.

La vida está cada vez más devaluada y no solo está devaluada sino que cada vez nos la hacen o la hacemos más imposible, nos la deterioran y la deterioramos cada vez más.

La violencia ciega y la indiferencia e insensibilidad matan. Se lleve el apellido que se lleve, la falta de tolerancia, el fanatismo político, social o religioso tiene la vida siempre amenazada y en peligro. La vida, que es lo máximo para Dios, se ha convertido en lo mínimo para nosotros.

Cuando la vida se tiene en tan poco aprecio, no se puede decir: “Creo en la vida, amo la vida”, ni mucho menos: “Creo en el Dios de la vida” (2 Jn. 5, 16) o en Jesús que es vida y dador de vida (Jn. 10, 10).

La vida es el gran don de Dios: Dios es vida y vivimos porque Él ha querido hacernos partícipes de su propia vida (Gen. 2, 7). Dios es el gran defensor de la vida; por eso también hoy sigue preguntándonos como antiguamente a Caín: “¿Qué has hecho con la vida de tu hermano?” (Gen. 4, 9-10).

Jesús es vida: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11, 25). El revivir de Lázaro es un canto maravilloso de Jesús a la vida, a todo lo que es vida y a toda clase de vida.

Es en Jesús donde está y encontramos la vida, la verdad en la vida y el camino que lleva a la vida: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14, 6). Jesús está siempre entre nosotros ofreciéndonos vida y vida en plenitud (Jn. 10, 10). Jesús ha roto, con su resurrección, hasta las mismas cadenas de la muerte: “Quien cree en mí, no morirá para siempre” (Jn. 11, 26). San Juan nos dice que “quien tiene al Hijo, tiene la vida” (I Jn. 5, 12).

Nosotros creemos en el Dios de la vida y en Jesús, Señor de la vida; y esta es la fe que nos lleva a decir “no” a todo cuanto signifique muerte: desprecio a la vida, destrozar la vida, herir la vida, malgastar la vida propia o ajena. Nos lleva a decir “no” a todos aquellos que siegan la vida de cualquier ciudadano por violencia doméstica, social, política o religiosa. A decir “no” a la apatía, al resentimiento y a la exclusión.

A decir “sí” a todo cuanto nos lleve a creer en la vida, a amarla apasionadamente y a luchar siempre en favor de toda vida. A decir “sí” amando y respetando a mi prójimo, apoyando la fe, la esperanza y la caridad. Porque, el que no valora la vida, no la comparte con los demás, no la vive en su plenitud. Por eso vamos a cantarle siempre a la vida: “Gracias a la vida que me ha dado tanto…”

Religión y Fe Cristo archivo

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