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Agua

Danelia Figueroa tiene que caminar dos horas para ir a buscar agua a una quebrada en una comunidad en Somoto, Madriz. LAPRENSA/ÓSCAR NAVARRETE

Retrato de un país sin agua

Así es la vida en Mansico, una comunidad rural en Somoto que vive sin agua. Las familias deben caminar horas cargando pesados bidones para poder sobrevivir

Danelia camina cuesta arriba cargando un bidón con 20 litros de agua en la cabeza. Se mueve ágil y erguida entre la maleza, las piedras y el polvo que levantan sus chinelas. Con la mano izquierda sujeta el traste y el brazo derecho lo estira para ganar equilibrio.

Son las 2:00 de la tarde y este es el cuarto y último viaje. El primero, como todos los días, lo hizo a las 4:30 de la mañana. Se levantó y caminó durante 40 minutos por curvas y cuestas para llegar al pozo que abastece de agua a su familia y a otras 40 en la comunidad de Mansico, unos ocho kilómetros al sur de Somoto, Madriz, en el Corredor Seco de Nicaragua. Danelia, su esposo y sus hijos de 6 y 3 años tienen derecho a cuatro bidones diarios de agua. Y todos los días los carga ella. En Mansico, desde que las niñas cumplen 10 años, aprenden a ponerse trapos enrollados en la cabeza, montarse un balde o una pana a tuto y recorrer largas distancias con ellos.

Danelia Figueroa, de 25 años, todos los días se levanta a las cuatro de la mañana para ir a traer tres bidones de agua al pozo de la comunidad. LA PRENSA/ Óscar Navarrete.

Pero en estos últimos días Danelia, de 25 años, ha vuelto a casa con el recipiente vacío. En verano, el agua del pozo se seca y a veces no ajusta para abastecer a todas las familias. A la familia no le queda más remedio que caminar durante dos horas para ir a buscar agua a una quebrada que se ubica en las alturas de una montaña a la que llaman El Volcán. Además de ir a traer agua, llevan docenas y docenas de piezas de ropa para lavar y también aprovechan para bañarse.

Carlos Rodríguez, su esposa Danelia y sus hijos de seis y tres años. LA PRENSA/ Óscar Navarrete.

Por suerte, esta tarde que Danelia fue a buscar agua al pozo, aún había un poco. Esta vez la necesita, porque mañana le toca llevarle comida a los compañeros de clase de su hijo. En el fogón hay una porra con maíz nesquisado que mañana será tortillas.
El menú será arroz y frijoles con fresco de tamarindo. El mismo menú de su casa todos los días.

Carlos Rodríguez, su esposo de la misma edad, se dedica a sembrar maíz y a vender vegetales en Somoto. En un día exitoso logra ganarse 100 córdobas; en uno malo 70. A veces le ayuda a Danelia a acarrear agua desde el pozo, pero casi nunca puede, porque él también madruga para trabajar.

En Mansico unas 800 familias viven como la de Danelia y Carlos. Si son afortunados, un pozo y la quebrada son suficientes para sobrevivir. Si no, les tocará excavar y con un poco de suerte lograrán encontrar líquido.

El peligro de los pozos

Don Luis Albir, de 70 años, empezó a cavar su propio pozo porque el de la comunidad no da abasto. LA PRENSA/ Óscar Navarrete.

En los alrededores de la quebrada donde Danelia y Carlos van a lavar y a bañarse, varias familias han empezado a cavar para abrir nuevos pozos, porque los que tienen se están secando o no dan abasto.

Don Luis Albir, de 70 años, por ejemplo, está haciendo el suyo. “Ya me faltan como dos varas”, dice, mientras ve hacia el fondo del hoyo, donde un muchacho bañado en sudor quiere romper una capa de piedra a punta de coba y mazo. Don Luis lo vigila desde arriba mientras escucha rancheras en una vieja radio negra que tiene a la orilla del lugar. Ya llevan dos meses y aún no han encontrado nada.

—Se espera que debajo de la piedra esté el agua —dice don Luis.

—¿Y si no encuentran? —pregunto.

—Seguimos. Seguimos hasta que hallemos —contesta sonriente.

El jefe del programa de Agua y Saneamiento de la Cooperación Suiza en América Central, José Toruño, explica que cada vez que se abre un pozo nuevo, la norma dice que el agua de este debe someterse a estudios y análisis físico, químico y bacteriológico para saber si es adecuado consumirla. Si el agua está contaminada, debe potabilizarse, pero en caso de que se encuentre arsénico, por ejemplo, que es un elemento más dañino, el pozo debe cerrarse. “Cuando las familias excavan sus propios pozos no hacen el análisis, entonces no saben la calidad del agua que están consumiendo”, dice Toruño.

El pozo de la comunidad se abre y se enllava para distribuir bien el agua y evitar que siga secándose. LA PRENSA/ Óscar Navarrete.

Según la investigadora del agua y expresidenta de la Empresa Nicaragüense de Acueductos y Alcantarillados (Enacal), Ruth Selma Herrera, en las zonas rurales la cobertura del agua potable es del 50 por ciento de la población. “En zonas alejadas en el norte y costa Caribe de Nicaragua se consume agua que no siempre es potable, lo que genera más enfermedades gastrointestinales o afectaciones por presencia de metales pesados en el agua”, dice la experta.

Pero en Mansico no conviene enfermarse. Carlos Rodríguez es originario del pueblo y cuando sus hijos se enferman tiene que llevarlos hasta Santa Isabel, una comunidad que les queda a una hora y media de camino. Ahí está el centro de salud donde un doctor llega dos o tres días a la semana para atender enfermos. No hay medicamentos, así que se sienten suertudos cuando, por lo menos, les pueden dar la receta para saber qué comprar.

Mansico es una especie de pueblo olvidado. Auxiliadora Gutiérrez, coordinadora del Gabinete de Familia de la comunidad, dice que varias veces han solicitado ayuda para el problema de agua al que se enfrentan. Una pipa abastece algunas comunidades aledañas, pero a Mansico no entra. Ellos tienen que arreglárselas para sobrevivir.

Muchos kilómetros, poca agua

Las mujeres de Mansico y comunidades aledañas van a una quebrada para lavar ropa y bañarse. LA PRENSA/ Óscar Navarrete.

Varias mujeres descalzas lavan ropa sobre piedras con movimientos casi simultáneos. Por un momento, la sincronización se pierde. Una de ellas escurre una camisa y la tira a un cerro de ropa húmeda, mientras otra recibe un balde lleno de agua que acaba de llevarle uno de sus hijos. Tienen los pies resbalosos por el agua y el jabón, pero en sus piernas se dibujan pequeñas líneas que parecen el lecho de un lago seco.

En la quebrada decenas de mujeres de las comunidades aledañas llegan a lavar la ropa de sus familias. “Aquí se lava, se baña, se recoge agua para los animales, para bañar a los niños en la casa…”, dice doña Cristina López, de 45 años, señalando una poza llena de hojas. El chorrito que cae en la poza da lástima. “Ya no cae, porque más arriba están usando también”, dice doña Cristina.

Esta es el agua con la que las mujeres lavan y se bañan en la quebrada. LA PRENSA/ Óscar Navarrete.

Cuando el verano llega, la pesadilla empieza para ellas. Desde hace cuatro años Nicaragua sufre sequía. Cada diciembre deben venir a este lugar para poder lavar su ropa. Se levantan a las 3:00 o 4:00 de la mañana para llegar a tiempo y encontrar aún el charquito de agua con el que podrán lavar el montón de ropa que llevan. En el invierno es poca el agua que se recupera, porque aseguran que cada vez llueve menos. Y José Toruño, de la Cooperación Suiza, lo confirma. “Con estos años de sequía es casi seguro que está lloviendo menos. Lo que pasa es que antes la sequía para nosotros era de un año, máximo de dos años. Ahorita ya vamos llegando a tres, cuatro años”, dice.

Toruño, además, asegura que el problema de estas prácticas es que la gente contamina el agua de la quebrada. “La gente hace sus necesidades de aseo en la quebrada y el agua empieza a contaminarse. Entonces la gente excava pequeños pozos a la orilla para que el agua salga filtrada. En apariencia se ve limpia, pero no se sabe qué tipo de contaminación bacteriológica puede tener”, dice.
Las familias han hecho pequeños pozos cerca de la poza donde corre el agua de la quebrada, no son muy profundos pero tienen líquido. Y cuando no pueden abastecerse de los pozos, ahí es donde llegan a beber agua.

Cada día hay menos

Los pobladores empezaron a abrir sus propios pozos porque el resto se están secando. LA PRENSA/ Óscar Navarrete.

Ruth Selma Herrera asegura que ese viejo dicho de que Nicaragua tiene más recursos hídricos que el resto de Centroamérica es un mito. “En una época tuvimos ventajas, pero ahora todos nuestros ríos y lagunas, con escasas excepciones, están contaminados, tienen más basura que agua y en invierno corren pocos caudales”, explica.

Don Luis Gutiérrez no era el único poblador desesperado que en Mansico buscaba agua en el fondo de un hoyo. En el camino de regreso de la quebrada al pueblo, al menos unas cinco personas estaban cavando futuros pozos. “¡Vamos a ver si encontramos algo!”, exclamó uno de los señores que estaba excavando.

Y de hecho en el pozo donde Danelia saca agua, cada vez hay que darle más vueltas a la palanca de la polea para que el agua salga. Es el turno de ella para llenar su bidón. Después de más de 30 vueltas el líquido comienza a salir hasta que rebalsa el balde.

Se coloca un trapo en la cabeza y levanta el balde hasta acomodárselo en la rodilla. Después se lo pone en el pecho y finalmente lo sostiene sobre su cabeza. Le esperan 40 minutos de camino con 20 litros de agua a tuto, imaginando, quizás, que en unas pocas horas regresará, rezando durante el camino para hallar más y sobrevivir.

Fuente: BBC Mundo, Consejo Mundial del agua, El País.

Agua y política

El sociólogo y analista político Oscar René Vargas explica que en el mundo hay guerras que se han producido por el agua. Por ejemplo, la guerra entre Siria e Israel, en 1967, fue por agua. El Mar de Galilea, que es territorio sirio, fue tomado por los israelitas y de él abastecen al 62 por ciento de la población con agua. “El agua es un tema central, por eso yo me he opuesto al Canal, porque el lago Cocibolca es la mina de oro de Nicaragua, pero no tenemos conciencia del significado que tiene”.

El sociólogo y analista político asegura que el agua del lago Cocibolca podría venderse a Costa Rica, que tiene problemas de agua potable.


Acceso al agua en Nicaragua

Fuente: Libro de Aguas Urbanas, capítulo Nicaragua, publicado en 2016 por Katherine Vammen, Cooperación Suiza en América Central, FAO, ONU.

Ruth Selma Herrera, investigadora del agua y expresidenta de Enacal, explica que “cerca del 80 por ciento de la población que habita en las zonas urbanas tiene acceso a agua potable; sin embargo, en la mayor parte de los casos no es un servicio continuo, en la mitad de los casos el agua llega en horarios muy reducidos o en horas de la noche”.

Por otro lado asegura que en las zonas rurales la cobertura es de un 50 por ciento. “El 90 por ciento del abastecimiento de agua proviene de pozos perforados, es decir, de las aguas que se almacenan durante centenares de años en el subsuelo. Las otras fuentes son el lago Cocibolca, Asososca y unos pocos ríos y embalses en el centro del y norte del país”, señala Herrera.

Fuente: BBC Mundo.

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COMENTARIOS

  1. El Tuleño
    Hace 7 años

    Bueno si es por esta gente que el inconstitucional ha luchado entonces no ha hecho nada. casi 40 años en el poder y los servicios básicos de la inmensa mayoría del pueblo están aún peor. Por donde se mire la dictadura del inconstitucional y su familia ha sido un rotundo fracaso.

  2. Allahu Akabar
    Hace 7 años

    Agua hay, lo que no tenemos es un gobierno sabe como administrar los recursos hidricos de nuestro desdichado pais.

  3. Allahu Akabar
    Hace 7 años

    Ese es el socialismo, cristiano, solidario que el pueblo conoce.

  4. Justo Nicaragua
    Hace 7 años

    La gente sufre por un poquito de agua para beber y el inconstitucional va por mas rotulos para elogiarse y decirse victorioso.

  5. El Tuleño
    Hace 7 años

    Maldecidos, en corrupción, abuso y desesperanza con mas rótulos y arbolatas y sin ni siquiera agua para beber. Díganme ustedes si esta gente no se merece un gobierno honesto que no cante 38 años de victorias porque ellos beben agua perrier de a lolo la botella y el pueblo bebe agua de lodo.

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