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teléfono, diversión

La playa es una de las opciones a disfrutar sin necesidad de estar conectado a lo cotidiano. LA PRENSA/Thinkstock

Sin wifi ¡también se puede vivir!

El teléfono parece ser una extensión del cuerpo… pero no para todos. Los llamados “desconectados”, una nueva tribu urbana que ha decidido poner freno a tanta adicción tecnológica

En el mundo occidental lo último que hacen los jóvenes antes de acostarse es mirar el teléfono y también lo primero al levantarse. Consultan sus páginas de redes sociales, el email, el Whatsapp… Y se obsesionan de manera casi enfermiza por conseguir más seguidores, más “me gusta” y  visitas; es la llamada hiperconectividad.

En la actualidad a nadie parece extrañarle que los comensales no hablen entre ellos. No les importa la falta de comunicación, incluso, de educación con respecto a su acompañante, porque el otro… también lo hace.

El teléfono parece ser una extensión más del cuerpo humano pero no para todos, también están ellos, los llamados “desconectados”, una nueva tribu urbana que ha decidido poner freno a tanta adicción tecnológica.

Una filosofía de vida

Son cada vez más los que se suman a esta forma de entender la vida. No son en absoluto bichos raros, sino gente común que responde al perfil de urbanistas entre los 25 y 49 años con estudios universitarios.

Los “desconectados” no pretenden aislarse del mundo sino todo lo contrario, apuestan por las relaciones cercanas; no es tampoco falta de ignorancia ante las nuevas tecnología, sino que, por el contrario, las conocen muy bien y por eso rechazan su uso masivo.

Se desconectan solo de lo banal, de aquello que no aporta nada, que desgasta mentalmente y roba tiempo, mucho tiempo. Usan internet, pero de una manera inteligente, casi como cuando esta surgió. Es por eso que navegan solo de vez en cuando para consultar aquello que verdaderamente necesitan.

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Enric Puig Punyet decidió sumarse a esta tendencia cuando escribía su último trabajo La gran adicción, cómo sobrevivir sin internet y no aislarse del mundo (editorial Arpa). Para ello mantuvo entrevistas con personas que se desconectaron de la tecnología por motivos varios y así fue conociendo la otra realidad menos amable de internet.

“Al principio todos nos lanzamos a las redes sociales sin pensarlo. Prometían un entorno igualitario en el que (se podría) compartir pensamientos y deseos de forma altruista; pero nos hemos dado cuenta de que detrás de eso hay una infraestructura que pretende engancharnos y lucrarse. Este ha sido el primer paso en la desconfianza e irá en aumento”, comenta.

Así fue como hizo limpieza en su smartphone, tanto que finalmente lo jubiló. “Al principio fue difícil para mi entorno, pero cuando comprobaron que llamarme era igual de efectivo o más, porque la comunicación gana en calidad, lo apreciaron”.

Desde entonces este joven escritor, a la única herramienta que no ha renunciado, es al email, aunque únicamente lo utiliza desde su ordenador y en horario laboral.

¿Wifi? ¡No, gracias!

Las redes sociales despiertan todo tipo de sensaciones. Hay quienes deciden abandonarlas abrumados ante tantas desigualdades sociales o afligidos al descubrir cuánta violencia hacia los más débiles se difunde de manera impune.

Se censuran fotografías en las que una madre da el pecho a su hijo pero se permite que un indeseable torture públicamente hasta la muerte a un animal, o unos adolescentes agredan entre risas a un indigente.

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También despierta envidias, las de aquellos incapaces de soportar que otros sean felices. Los que se agobian si no conocen lo que ocurre en la comunidad cibernética pero se incomodan al informarse; un fenómeno conocido como FOMO (Fear of Mising Out) que no es otra cosa que el miedo social a la exclusión. La no conexión o la falta de Whatssap les supone todo un drama.

Felicidad

En contraposición surge el movimiento JOMO que se inspira en el libro The Joy of Missing Out, de la canadiense Christina Crook, que habla justamente de lo contrario, de la felicidad de no pertenecer a ese mundo.

Perderse algo entonces resulta todo un placer que permite disfrutar de lo que se está haciendo, esa es la sensación de la que disfrutan los “desconectados”.

Pese a los avances informáticos cada vez se impone más la idea de que unas vacaciones no son tal si se vive pegado al móvil; por eso muchas agencias ofrecen planes de verdadero relax. Se suman a esta iniciativa alojamientos sin wifi para disfrutar mejor del entorno.

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