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rebelión del 4 de abril
Hugo Ramón García

La conspiración del 4 de abril

Escribir respecto a la gesta heroica del 4 de abril de 1954 es rendirle culto al patriotismo, porque quien se inmola para darle a la nación lo mejor de sus ideales, no solamente merece ser recordado, sino también exaltado en las páginas de la historia y en el calendario del tiempo.

En la lucha por la libertad y la democracia la hazaña bélica de aquel domingo 4 de abril de 1954 es un ejemplo que se debe seguir para liberarse de toda dictadura.

En ese abril, “caluroso y florido’’, como lo dijera desde las temibles cárceles de “La Aviación”, en uno de sus poemas, Edwin Castro Rodríguez, los cafetales de Carazo, Brasil Grande y Cuatro Esquinas fueron escenario de una “brutal y diabólica cacería’’ donde las armas homicidas de la guardia pretoriana somocista apagaron las vidas de honrados patriotas que quisieron darle a Nicaragua la libertad, pero la infame acción de los traidores, herederos de Judas que nunca faltan, impidió que esta república fuese gobernada por otros hombres de calidades superiores.

Es merecedor detenernos en esta acostumbrada devoción para traer a manera de referencia el heroísmo de Adolfo Báez Bone, el aguerrido chontaleño que en los momentos más angustiosos de su captura sufrió en las cámaras de torturas la saña cobarde del sicario de la West- Point, y en un gesto de gran coraje  escupió su sangre al endiosado “Tachito’’.

La conspiración del 4 de abril de 1954 no termina con el martirio de sus héroes, sigue siendo una brújula a seguir en los caminos donde surgirán otros héroes que harán suyas las responsabilidades que Nicaragua les señale.

La conspiración de abril fue la respuesta categórica a las ambiciones de poder de Somoza García, quien valiéndose de la imposición de las bayonetas se burló de los conceptos estipulados en el Pacto de los Generales del 3 de abril de 1950, pero no pudo llegar a consumar los empeños de la reelección presidencial y continuista, porque fue impedida por las balas del egregio patriota Rigoberto López Pérez la noche del viernes 21 de septiembre de 1956, en la Casa del obrero de León.

En el  inolvidable 4 de abril de 1954, (Domingo de Ramos, ocasión en que el pueblo católico de Nicaragua comenzaba a conmemorar la Pasión y Muerte de Cristo en el Gólgota), dieron el testimonio de su inmolación: Miguel Ramírez, Optaciano Morazán, Juan Ruiz Traña, Luis Felipe Gabuardi (quien fue rociado de gasolina y quemado vivo), José María Tercero Lacayo, Amado Soler, los hermanos Adolfo y Luis Felipe Báez Bone, Manuel Agustín Alfaro (padre de Indiana y Agustín Alfaro López) Edgard Gutiérrez, Antonio Velásquez Pablo Leal Rodríguez (a quien el sanguinario “Tachito’’, con una bayoneta le cortó la lengua), Francisco Madrigal, Manrique Umaña, Francisco Granillo, Guillermo Gutiérrez, Francisco Caldera, Rafael Praslín, Carlos Ulises Gómez, Juan Martínez Reyes, Ernesto Peralta, Pedro José Reyes y Humberto Ruiz.

Abril, tiempo   de sofocantes calores, tiene por especialidad ser el “mes de la muerte en Nicaragua’’, según lo estipula el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal. El mes del sacrificio en las ergástulas del somocismo donde muchos prisioneros políticos pagaron con el tributo de su sangre luchar por la libertad cuando se tiene conciencia de lo que significa la patria si sabemos valorarla.
Que el espíritu de los héroes del 4 de abril de 1954 ilumine de esperanzas a los nicaragüenses honrados, que no se dan tregua en la búsqueda persistente por establecer una distinta sociedad, donde se respeten a plenitud sus derechos y conquistas.

El autor es periodista de Somoto.

Opinión Abril Semana Santa archivo
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