La reducción del Campeonato Nacional de Beisbol Superior es una mala señal, aunque quizá sea la opción menos severa a la cual se puede recurrir en estos momentos.
Y pese a que se enumeran una serie de factores que obligan a esta decisión, el problema de fondo es económico. Hay equipos ahogados y Alcaldías que asumieron compromisos que no pueden sostener. Así que no hay otra salida que cortar al menos un mes el torneo.
Pero eso lo que demuestra es la falta de planificación. Es un torneo muy extenso y con demasiados equipos involucrados. El talento se dispersó, la calidad de los conjuntos bajó y el nivel del espectáculo se deterioró. No hay mayor atractivo para el público y por tanto no existe sostenibilidad.
Y no se trata de decir que el Pomares no sirve. No, no es eso. Cumple una función valiosa de entretenimiento, dinamiza economías locales y acerca el beisbol a la gente, pero el costo es muy alto y debieron realizarse variantes.
Hay por lo menos ocho equipos que no tienen nivel de Primera División, pero para no dejarlos fuera, se podrían realizar torneos eliminatorios en sus zonas y los mejores pasan al torneo nacional y que haya refuerzos.
La necesidad de tener que cambiar a medio camino, indica que no se planificó bien. Los Juegos Centroamericanos han estado ahí programados con mucha anticipación y la Liga Profesional se realiza todos los años en la misma época.
Planificar no lo resuelve todo y menos en un país como el nuestro, pero sí ayuda a reducir imprevistos y evita decisiones como la que hay que tomar ahora.
Lo importante es aprender la lección que esta experiencia deja, porque de lo contrario, se volverá a caer en la inestabilidad e improvisación que caracterizó una época en el beisbol nacional que parecía desterrada.
Para el futuro, después de la fase eliminatoria con los equipos de menos calidad, se podría hacer un torneo con diez conjuntos, bien reforzados, lo que podría volver a provocar un entusiasmo generalizado.