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José Esteban González Rappaccioli

Lucha permanente pro DD. HH.

Hace cincuenta años la periodista norteamericana Jenny Lernoux, quien dijo haber sido enviada por el sacerdote Miguel D’ Escoto, pidió conversar con los dirigentes del Partido Social Cristiano. La recibimos, el doctor Eduardo Rivas Gasteazoro, el doctor Róger Miranda Gómez, presidente nacional del PSC, y yo. La señora Lernoux no se anduvo con rodeos: ¿Hay en Nicaragua violaciones graves de los derechos humanos? —preguntó— ¿Pueden mencionarme algunos casos? Sin titubear, nuestra respuesta fue afirmativa, pero tuvimos cierta dificultad para darle detalles. Mencionamos el caso de Lidia Maradiaga, mártir del sindicalismo cristiano, asesinada por esbirros somocistas en Santa Rosa del Peñón, en abril de 1966. Recordamos la ejecución sumaria de Adolfo Báez Bone y sus compañeros insurgentes de abril del 54, ejecutados, según se afirma, en presencia del propio Tachito, en la finca El Pochotón en Carazo. Le hablamos del joven cadete David Tejada, asesinado por el capitán Oscar Morales, el temible “Moralitos”, arrojando luego su cadáver al cráter del volcán Santiago, y algunos otros casos más.

A raíz de esta conversación comprendí que era urgente establecer una oficina donde las víctimas de atropellos contra sus derechos fundamentales pudieran obtener consejo y ayuda, donde se conservase la documentación pertinente a disposición de periodistas nacionales y extranjeros y que sirviera de enlace con organizaciones humanitarias internacionales. Así nació la idea de crear una comisión de derechos humanos que contara con la confianza de la población, sin sometimiento, limitaciones, ni exclusiones de carácter partidista o confesional.

Inicié un recorrido visitando a personas representativas de todos los ámbitos culturales, profesionales y políticos, incluyendo a jóvenes universitarios y obreros, invitándolos a formar parte de la proyectada comisión. Finalmente, el 20 de abril de 1967, en el auditorio Culturama (donde actualmente funciona la Lotería Nacional), 42 personas suscribimos el Acta Constitutiva de la “Comisión Permanente de Derechos Humanos”.  Ayer 20 de abril del presente año, la CPDH cumplió sus cincuenta años de existencia al servicio del pueblo nicaragüense logrando conquistarse una indiscutible credibilidad a nivel mundial.

Una de nuestras primeras tareas consistió en organizar filiales departamentales. En todas partes fuimos acogidos con interés y sobraron personas valiosas que se integraron de lleno en nuestro trabajo, corriendo enormes riesgos, tanto en tiempos de Somoza como durante “La noche oscura”.

Durante estos cincuenta años, han surgido, en buena hora, otras instituciones no solo para defender los derechos humanos en general, sino especializadas en derechos de determinados sectores de la población, o en determinados aspectos de los derechos humanos. Nunca nos imaginamos, sin embargo, que el calvario del pueblo de Nicaragua se prolongaría —como ha sido el caso— de manera a exigir que la CPDH y demás organizaciones de derechos humanos tuviesen que mantener un trabajo intenso y cotidiano hasta el día de hoy, viviendo lo que puede calificarse de emergencia permanente.

Al echar una mirada retrospectiva, mi primer pensamiento va con profundo respeto y simpatía a todas aquellas personas a las que tuve el privilegio de atender y servir, apoyado por valiosos colaboradores y colaboradoras, mientras fui coordinador nacional de la CPDH. A algunas de esas personas me tocó rescatarlas de las manos de sus inicuos captores y perseguidores o acompañarlas a extraer los cadáveres de sus seres queridos de fosas comunes cuyo inventario está aún pendiente de concluir. No obstante haber pasado casi veinte años en el exilio, precisamente como represalia de los que han monopolizado el poder por mi compromiso en defensa de los derechos humanos, lo cual me llevó a poner personalmente en Roma, en las propias manos del papa Juan Pablo II, documentación fehaciente de los abusos que estaban sufriendo los que no se sometían a los intereses del Régimen Sandinista. Pienso con respeto y agradecimiento en todos los directivos y los funcionarios antiguos y actuales de la CPDH, entre ellos en Martha Patricia Baltodano, Lino Hernández, el actual secretario ejecutivo, licenciado Marcos Carmona, y sus colaboradores quienes desempeñan sus funciones con ecuanimidad, dignidad y eficiencia.

El autor es fundador de la CPDH.

Opinión CPDH derechos humanos Nicaragua archivo
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