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Francisco Xavier Aguirre Sacasa

¡Reprobado!

A comienzos de abril, y en respuesta a una solicitud de Amcham, escribí un artículo para “Business” —una publicación de ese gremio empresarial— comentando los primeros cien días de la Administración Trump. En ese escrito, señalé que el 28 de abril sería una fecha clave para valorar el inicio de la presidencia del señor Trump. Escogí esa fecha porque a más tardar ese día el gobierno estadounidense tendría que aprobar un financiamiento adicional para cubrir sus gastos hasta finales de septiembre, cuando cierra el año fiscal estadounidense. Y en esta autorización, el presidente Trump había incluido una solicitud de un mil millones de dólares para iniciar la construcción de su famoso muro a lo largo de la frontera con México.

Aquellos que siguieron la histórica campaña electoral norteamericana de 2016 recuerdan que el tema central del programa de Donald Trump era frenar la inmigración ilegal hacia Estados Unidos, y que el corazón de esta promesa era construir la muralla con financiamiento mexicano. En vista de la importancia de este compromiso, razoné, la “prueba del ácido” para los primeros cien días de Trump sería si México aceptase financiar la construcción de la muralla y si Estados Unidos aprobase la primera parte de su contraparte  para esta obra.

Las respuestas a ambas preguntas ya las tenemos. México enfáticamente rehusó financiar el muro. Es más, el presidente Peña Nieto canceló una visita a Washington revelando, con este gesto, lo deteriorada que está la relación entre ambas naciones. Por otro lado, a comienzos de esta semana el presidente Trump aceptó la aprobación de una “resolución continua” —a como se designa al financiamiento complementario— sin un solo dólar para la muralla. Y esto a pesar de que los republicanos tienen mayorías en ambas cámaras del congreso al igual que en la Casa Blanca bajo el supuesto —debatible, por cierto— que el presidente Trump es republicano.

¿A qué se debe esta derrota de Trump? En primer lugar, al hecho de que el presidente  sencillamente no tenía los votos necesarios para aprobar el financiamiento si incluía plata para el muro. No solo se oponían al muro todos los demócratas sino que un importante número de republicanos incluyendo influyentes senadores de estados fronterizos como McCain de Arizona y Cornyn de Texas.  Por otro lado, el presidente Trump no podía “trabajar”  al congreso más tiempo ya que sin la resolución continua el gobierno se obligaría a cerrar por falta de fondos.

Algunos podrían argumentar que una derrota en cuanto al muro fronterizo no es suficiente para declarar un fracaso los primeros cien días de Trump. El problema con ese argumento es que el muro no ha sido su único revés. Por ejemplo, sus dos intentos para imponer restricciones al ingreso a Estados Unidos de ciudadanos de algunos países islámicos utilizando órdenes ejecutivas fueron parados en seco por jueces federales que las declararon violatorias a la constitución. Y en cuanto a la derogación y el reemplazo de Obamacare, otro elemento icónico del programa de Trump, la Casa Blanca claudicó cuando quedó claro que no contaba con los votos para aprobarlo ni siquiera en la Cámara de Representantes en donde los republicanos tienen una abrumadora mayoría.

Otras importantes promesas del presidente Trump también están parqueadas.  La Administración todavía no ha elaborado un plan coherente —plasmado en un proyecto de ley— para reducir impuestos y simplificar el código tributario. Tampoco ha sometido al Congreso un ambicioso programa de infraestructura para estimular la economía. Y, finalmente, no ha tomado medidas para reducir importaciones y preservar empleos estadounidenses a través de una renegociación de tratados de libre comercio como el NAFTA que existe con México y Canadá.

En quizás la indicación más curiosa de que la actual administración no está funcionado, hasta la fecha el Senado solo ha confirmado a 26 de los más de 550 cargos más importantes del gobierno que requieren de la ratificación del Senado. Y en la vasta mayoría de estos casos, el Senado no ha actuado ¡porque la Administración no ha nombrado a candidatos para estas vacancias!
A lo que sí se ha dedicado la administración es a una virulenta pugna interna entre sus operadores más importantes. Esto ha resultado en una racha de filtraciones sin precedente que  detallan las luchas palaciegas más extensas en la historia moderna de Estados Unidos.

En vista de todo lo anterior, no debe de sorprendernos que los mismos norteamericanos hayan reprobado el desempeño de la Administración Trump después de sus primeros cien días que concluyen hoy. Según encuestas creíbles, solo un cuarenta por ciento de los encuestados creen que el señor Trump está gobernando bien. Este porcentaje es históricamente el más bajo —y por mucho— para un presidente en el período de “luna de miel” que el pueblo estadounidense le otorga a su jefe de estado durante sus primeros cien días.

Las encuestas arrojan otra conclusión interesante: Donald Trump continúa contando con el respaldo de la vasta mayoría  (96 por ciento) de aquellos que votaron por él. Quizás esta lealtad se debe a que el presidente Trump anotó al nombrar a un juez conservador a la Corte Suprema de Justicia y al repunte que ha tenido la bolsa de valores en la “era de Trump”. Pero ¿cuánto tiempo seguirán los trumpistas dándole un pase a su líder. Digo esto porque a comienzos de esta semana Rush Limbaugh, el comentarista de derecha más radical norteamericano y el principal animador de la base de Trump, fuertemente criticó al magnate neoyorquino porque sacrificó el muro mexicano con tal de obtener el financiamiento para completar el año fiscal. Al mismo tiempo, Sean Hannity, su más ardiente sostén en la televisión, ha comenzado a verse desanimado por lo poco que la Administración Trump ha logrado. Con semejantes grietas ¿cuánto tiempo podrá contar el presidente Trump con una base popular minoritaria pero monolítica?

El autor es excanciller de Nicaragua.

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