Lo de que hay palabras que se clavan como puñales no es una frase hecha. ¿Por qué los piropos son fugaces y las críticas del jefe retumban en la cabeza durante todo el día? La culpa es del cortisol, la hormona que segregamos en los momentos de estrés. El neurocientífico y humorista Dean Burnett describe esta y otras imperfecciones de nuestra materia gris en el libro El cerebro idiota y explica que cuando alguien nos critica el cortisol se dispara por mero instinto de supervivencia. Insultos, burlas, rechazo…, todo lo que ataca nuestro estatus se percibe como una amenaza socio-evolutiva. La secreción de cortisol tiene efectos fisiológicos: la glucosa sube y se enfatiza el recuerdo en nuestra masa gris. Un “te quiero”, un “eres brillante” o una sonrisa también producen una reacción neurológica, mediada por la segregación de oxitocina. La oxitocina es la hormona del placer, pero su química es más débil. El torrente sanguíneo elimina la oxitocina en cinco minutos. El cortisol puede permanecer activo más de una hora. Piense dos veces antes de soltar un improperio a alguien.
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