Hace solo una semana, Lionel Messi estaba en la boca de todos. Su fantástica labor en el clásico español, en el que colocó al Barcelona sobre sus hombros, debilitó una vez más las sospechas que ponen en duda su equilibrio para afrontar grandes partidos.
Ahora es el turno de Cristiano Ronaldo, cuya exuberancia atlética, ritmo y potencia, dan la impresión de no tener fecha de caducidad. Su cañoneo implacable contra el Atlético, redujo al mínimo al equipo colchonero y situó al Madrid a un paso de Cardiff.
¡Es increíble amigos! Estos tipos se han encargado de acaparar toda la atención durante más de una década y a pesar del surgimiento de verdaderos astros en el juego, jamás se ha visto en peligro su supremacía, que ha tenido como rasgo común, la alternancia.
Mientras Messi se estableció como un jugador genial, regateador, intuitivo y fino en la conducción del balón, que por lo general termina en las redes, Ronaldo tiene un aire amenazante, una arrancada incontenible y un remate fulminante frente al arco. Es la potencia con ribetes artísticos.
Ambos han llevado el futbol a otra dimensión para deleite no solo de los seguidores de sus equipos, sino de quienes aprecian el deporte, convertido en arte por estos fantásticos jugadores, a quienes la vida nos ha brindado la oportunidad de observar y admirar.
El mundo los ha seguido con asombro y a través del tiempo los dos no han hecho sino confirmar las enormes expectativas que se elaboraron desde sus inicios. Ninguno se ha apartado un centímetro de la trayectoria hacia el éxito y en eso ganamos todos.
Los tiempos futuros se encargarán de colocar a cada quien en el lugar que corresponde, aunque ahora mismo Messi está delante de Cristiano, pero es claro que esta historia aún no está concluida y los fanáticos tampoco están listos para dejarlos marcharse.