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El principal impacto del huracán Otto fue en la Reserva Biológica Indio-Maíz. De acuerdo con estudios recientes, el daño alcanzó el 52 por ciento. LAPRENSA/J. FLORES

Heridas del huracán Otto siguen abiertas en San Juan de Nicaragua

Después de seis meses del huracán Otto, las afectaciones en la Reserva Biológica Indio-Maíz aún son visibles desde el Río San Juan. Grandes árboles yacen a la orilla de ese cuerpo de agua. Es un escena trágica.

A lo lejos se escucha el navegar de una lancha que se abre paso en el claro de la mañana, al mismo tiempo que el poblado de San Juan de Nicaragua abre los ojos a un nuevo día, pero ninguno como el del 24 de noviembre del 2016, cuando el huracán Otto les enseñó la fuerza de la naturaleza.

Son unas dos mil personas que viven a la orilla del río Indio, un caserío que cuenta con andenes pavimentados, escuela, centro de salud, parques, un museo —inaugurado después del paso de Otto y único día que estuvo abierto—, dice Brenda Calderón, vecina del lugar.

Treinta familias

El San Juan de ahora no es el de antes dice María Esther Aguilar, quien llegó desde Costa Rica junto a otras treinta familias, como parte del proyecto Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados, que buscaba el resguardo de la reserva biológica Indio-Maíz.

Era bonito, rememora en su pequeña casa doña María Esther. “Todos éramos más unidos y ahora no”, dijo.
Una vez que el partido de gobierno ganó la Alcaldía, según doña María Esther, les abrieron las puertas a personas de otras localidades; entre ellos, de Nueva Guinea, Chontales, y ahí llegó cualquier tipo de personas. Entonces la unión del comienzo se empezó a diluir.

Actuaron a tiempo

Antes que Otto llegara a San Juan de Nicaragua, las autoridades gubernamentales habían advertido a la población del pueblo y a las que vivían al borde del río Indio sobre el peligro del fenómeno, por lo que fueron trasladadas a centros de refugio, entre estos, iglesias y escuelas.

Henry Castillo, pastor de la iglesia pentecostal Misión Internacional, estuvo a cargo de un refugio, donde se alojaron durante cinco a seis días comunitarios de Haulover y otras comunidades que podrían verse impactadas. La alimentación de estas personas eran responsabilidad de la Alcaldía del lugar.

Otto fue el primer huracán que había visto doña Martha. El huracán no solo la encontró un poco vulnerable por las obvias condiciones de las casitas del pueblo, sino porque ella hacía nueve días que había perdido a su hijo menor. En compañía de su familia y otros conocidos aguardaron en su casa al huracán, confiando solo en una casita modesta, hecha con cemento, piedra y arena.

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La estructura sobrevivió a los vientos huracanados que alcanzaron velocidades de hasta 165 kilómetros por hora. Durante su paso, derribó postes de luz eléctrica, árboles e hizo volar los techos. María Esther nunca se separó de su familia. Veíamos cómo el agua se metía por debajo de la puerta, expresó. “Mi hija estaba con los niños tapándolos con plástico, con carpas y otros estábamos sosteniendo la puerta y barriendo con la escoba y limpiando”, dijo a LA PRENSA.

Tenía fe en Dios

El fuerte viento permaneció durante casi tres horas, asegura María Esther, quien afirmó que no sentía miedo de perder su vida porque tenía fe en Dios. Otra de las que tampoco decidió ir a un refugio fue Beatriz Beckford, del Gobierno Rama Kriol, al contrario, aseguró su casa sujetándola a la tierra mediante mecates.

Beckford, al igual que María Esther, consideran que el mayor daño que causó el huracán fue en las casas que se quedaron sin techos. De acuerdo con el informe final que brindó el Gobierno, hubo 827 viviendas afectadas, de las cuales 707 registraron daños parciales y 120 quedaron totalmente destruidas.

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Esos daños de los que se hablaron en noviembre aún se perciben cuando se recorre los estrechos andenes del pueblo. Varios de los árboles están caídos, como vencidos ante el fenómeno, asimismo otras casas lucen golpeadas; algunas partes de ellas fueron arrancadas o bien tienen daños en su fachadas.

Sin embargo, la huella de Otto es innegable cuando uno voltea hacia la Reserva Biológica Indio-Maíz, donde las copas de los árboles fueron completamente arrasadas, otros fueron arrancados de raíz, mientras otros lucen secos y vencidos por la misma naturaleza.

Lo cierto es que a seis meses del huracán, San Juan de Nicaragua no se ve tan devastado y sus heridas aunque no se han sanado por completo no son tan profundas. El fenómeno provocó mortandad de peces, desabastecimiento de agua durante unos ocho días, suspensión del servicio de energía eléctrica por dos días y pérdida de cosechas debido a que los árboles botaron las flores, explicaron los pobladores de San Juan de Nicaragua.

¿Qué pasó con la ayuda?

Una de las situaciones más apremiantes posteriores a Otto fue no contar con el suministro de agua potable, pero la gente tuvo que arreglárselas, dijo Aguilar. A pesar de que la Alcaldía decía que les iba a brindar apoyo, este solo fue para unos pocos, dijo la también dirigente católica.

Por parte de la iglesia de Pedro, la ayuda llegó a los cinco meses del fenómeno natural. No obstante, las iglesias evangélicas tenían ayuda que llegó rápido, pero todo fue politizado, aseguró Aguilar.

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La ayuda llegaba a la iglesia, pero venía con un papel sellado de la secretaria política, dijeron. Para Beckford, quien nunca recibió apoyo por parte de la Alcaldía del lugar, dijo que eso solo favoreció a unos cuantos.

Sin embargo, la concejal sandinista Martha Obregón aseguró que no hubo preferencia ni sesgo político en la entrega de la ayuda que se le brindó a los pobladores de San Juan de Nicaragua, lo que sí se hizo fue priorizar a los más necesitados, explicó.

Uno de los beneficios recibidos fue el Plan Techo, que también fue entregado a los casos claves; sin embargo, la madre de Brenda Calderón, vive cerca del Delta en el río San Juan, pero había forrado su casita con plástico porque el Plan Techo nunca le llegó. Edén Pastora dijo que ayudó a limpiar el pueblo tras el paso de Otto.

Dragado da poco empleo

Un hecho que todas o casi todas las personas afirman es que en San Juan de Nicaragua no hay trabajo. Al inicio, la pesca fue el rubro más importante, pero esta se sobreexplotó y ahora se hace poco, según cuentan los lugareños.
Luego, el comercio entre Costa Rica y el pueblo fue otra opción, pero eso ya es cosa del pasado. Cuando llegó el dragado dio ánimos al pueblo de un mayor desarrollo.

A juicio de Edén Pastora, esa acción contribuía a que se rescatara a San Juan de Nicaragua, sin embargo desde esa promesa se derivó que algunos trabajaran en el mismo, pero cuando decidieron dejarlo, la opción más viable fue irse a Costa Rica.

Eso se nota en las calles, donde se encuentran casas cerradas debido a que la gente busca una nueva oportunidad en el país vecino.

La dinámica es la misma: los pobladores abandonan sus casitas humildes, de madera, con sus pocas cosas y viajan para trabajar en plantaciones piñeras, plataneras o comercio.

A pesar de que el dragado ha sido una opción de empleabilidad, en definitiva no ha sido suficiente para brindarle el empuje a un pueblo que alguna vez se creyó más tico que nica.

Pobladores de San Juan de Nicaragua aseguran que el gobierno politizó ayuda enviada por Otto

 

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