Querida Nicaragua: no es nada nuevo que en nuestro lamentable país hayamos perdido todas las autonomías que las propias leyes consignan. Autonomía universitaria, cero. Muchos estudiantes ni siquiera saben definir lo que es la autonomía pues la confunden con administración. Autonomía municipal, cero. Sobran los ejemplos de alcaldes no danielistas elegidos mayoritariamente por los pueblos y que no pudieron ejercer como tales porque las turbas gobiernistas no lo permitieron, claro, por órdenes de arriba. Caso concreto en 2012 en Boaco fue electo por mayoría el doctor Hugo Barquero, quien tomó posesión de la alcaldía. Inmediatamente le hicieron la guerra, no duró ni tres días en el cargo, fue sacado a empujones por las turbas y el danielismo puso a quien quiso en la Alcaldía.
Autonomía en las ricas regiones de la Costa Caribe, cero. Propagandizaron en el 79 a la Costa Atlántica como “el gigante que despierta”. Y como en realidad despertó reclamando sus derechos lo que hicieron fue reprimirlo, perseguirlo, trasladar a su gente de un sitio a otro para que no formaran parte de las filas de la Resistencia Nicaragüense. De aquella época nos quedó en la memoria la navidad roja, cuando helicópteros de la revolución atacaron a los miskitos que huían hacia Honduras con monseñor Shaffer a la cabeza. Esta es una página negra que el danielismo no podrá borrar jamás.
La autonomía del Caribe quedó en nada y la autonomía municipal que es algo vital para el progreso de los municipios quedó sujeta al gobierno central, al régimen autoritario, a la voluntad de don Daniel o de la pareja gobernante.
Con la autonomía municipal cada alcalde electo libremente por el voto mayoritario de la población ejerce el poder local como si fuese un pequeño presidente del pueblo que gobierna. Hoy sin autonomía no es más que un zombis o un robot que no mueve un dedo sin la aprobación del amo.
En Managua hubo alcaldes brillantes en el régimen de autonomía municipal. Alcaldes de lujo como Herty Lewites, hombre progresista, campechano, querido por el pueblo, el mismo que consiguió que el gobierno de Taiwán le construyera la bella Concha Acústica que estuvo por un tiempo frente a la plaza Juan Pablo II y donde fue recibido este mismo pontífice en su segundo viaje a Nicaragua. Managua tuvo otro alcalde, un verdadero profesional, ingeniero civil que emprendió y terminó el paso a desnivel de la Colonia Centroamérica. Apenas la pareja tomó el poder pasó por encima del alcalde Dionisio “Nicho” Marenco y le dijo aquel famoso refrán: “Zapatero a tu zapato”. Terminó ahí la autonomía municipal en Managua.
Ahora la costumbre se hizo ley. Nadie reclama la autonomía municipal, ya nos acostumbramos a que el partido en el gobierno usurpe las alcaldías que quiera y le deje una docena de municipios lejanos a cualquiera de los partiduchos que le hacen el juego en las elecciones. Los alcaldes ya saben que son como zombis, como robots, como borregos, como asalariados del danielismo.
En Masaya, la ciudad folklórica por excelencia, el alcalde actual es don Orlando Noguera, y desde hace días está enfrentado con los comerciantes del mercado de la ciudad, o al menos con un grupo importante de ellos, y no hay forma de que atienda sus demandas, viven en constante pugna. Naturalmente el alcalde Noguera está puesto ahí por el danielismo. Es el gobierno quien lo maneja y le dice lo que tiene que hacer. En este caso quedó demostrado plenamente que no existe ninguna autonomía, el problema de Masaya está siendo resuelto en la alcaldía de Managua. Los comerciantes de Masaya vinieron a Managua a buscar la solución que debieron tener en la Alcaldía de Masaya.
Abiertamente se nota que no existe la autonomía municipal. Y a todos estos alcaldes… ni siquiera les da pena.
El autor es empresario radial.